Miguel Gila fue el cómico español más notable del siglo XX. Por estos lados se lo conoce sobre todo por sus incursiones en la televisión argentina hace 60 años, donde brillaba con sus diálogos telefónicos fingidos. Seco pero amable, ingenioso y absurdo, por estas costas abordaba especialmente el universal tema bélico, que lo había marcado de joven (en la guerra civil combatió en el bando republicano, lógicamente).

Quizás para conmemorar los 20 años de su muerte (en realidad fue en 2001), el productor de espectáculos de stand up José Contreras (creador del programa El club de la comedia) organizó un homenaje colectivo al cómico, para el que reunió a humoristas de diversos pelos, más algunos comunicadores y actores: David Broncano, JJ Vaquero, Valeria Ros, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Juan Carlos Ortega, Ignatius Farray, Arturo Valls, Quequé, Ana Morgade, Davi Rovira y Juan Gómez Canca, más los dúos Estirando el Chicle (Carolina Iglesias y Victoria Martín) y Pantomima Full (Roberto Bodegas y Alberto Casado).

Además de fragmentos de una entrevista de archivo en la que Gila explica algunos de sus mecanismos creativos, el show consiste en la sucesión de distintos artistas que suben al escenario para “versionar” al maestro. Atinadamente, los primeros en aparecer son los que menos se apartan de los monólogos originales, y luego se van presentando quienes intentaron actualizar referencias y quienes se arriesgaron, con diverso éxito, a aportes realmente creativos.

Entre estos, se destacan Ana Morgade, una de las pocas que no retoma los clásicos “partes de guerra” telefónicos, e Ignatius, un hombre que usualmente pone en escena su propia fragilidad psíquica y que aquí consigue emocionarse y emocionar con una asociación de su infancia.

Llama la atención la ausencia de El Gran Wyoming, un veterano del humor que ha jugado repetidamente con la recreación de Gila, y la de quienes, para el que firma, son los artistas más graciosos del territorio español: los catalanes Venga Monjas y su socio ocasional Miguel Noguera, un auténtico subversivo surrealista.

Faltan otros standuperos españoles, por supuesto, pero Todo es Gila no deja de ser una buena oportunidad de conocer (o recordar) a un creador excepcional y de tantear valores promedio del humor escénico ibérico.

Todo es Gila. 76 minutos. En Netflix.