“Para mí, Melilla es mi lugar preferido en el mundo”. Así arranca, en la voz de una abuela del barrio, el cortometraje Jugar en Melilla, dirigido por Caro Deveras y que surgió por iniciativa de los niños y niñas del Centro Cultural del Club Juventud Melilla.

La idea se canalizó en la comunidad del barrio y siguió su camino. La presentaron al Fondo Patrimonio en los Barrios de la Intendencia de Montevideo y de esa manera obtuvieron financiación, lo que les permitió contar con el aporte de los talleristas de la escuela de cine TAA (Taller de Arte Audiovisual), que les enseñaron cine al tiempo que iban realizando el film. Contaron además con el apoyo del programa Esquinas de la Cultura y de la alcaldesa del Municipio G, Leticia de Torres, subraya Selma Sparano, coordinadora y responsable del Centro Cultural Melilla. Por otra parte, destaca que la banda de sonido estuvo a cargo del grupo Sobremaderas.

El 28 de mayo, como parte de la celebración del Día Mundial del Juego, se estrenó el audiovisual “para unas 120 personas de la zona, y fue una fiesta”, cuenta Manuel Rivoir, del programa Esquinas de la Cultura, quien se encargó de la producción junto con Sparano. En esta etapa están enfocados en la difusión del material y en continuar con la experiencia: “La fase dos del proyecto será generar encuentros en los próximos meses para sistematizar otras anécdotas y concretarlas en un librillo”, adelanta Sparano.

Entre las cosas que hacen singular a Jugar en Melilla se destacan la frescura y el disfrute que rezuma cada segundo. “Los niños y niñas actuaron y también filmaron, grabaron, hicieron de sonidistas (esto es porque Carolina [Deveras] es niñocentrista), pero todos aprendimos qué es el primer plano, el plano medio y el plano general, una secuencia, una toma... También, porque la historia lo ameritaba, tuvimos que filmar en una granja, en la escuela, en un lago y en el almacén Cavalieri... fue una gran excusa para invadir distintos territorios con nuestra alegría”, cuenta Sparano.

“Una cosa que me gustaría destacar es que se rodó todo en una jornada de storyboard y sólo dos jornadas de tres y cuatro horas de rodaje, en un contexto participativo en el que la experiencia fue un proceso de aprendizaje. Es muy poco tiempo para todo lo que logramos narrar”, cuenta Deveras, y destaca: “Otra cosa maravillosa es que trabajamos siempre en un entorno colaborativo, sin presiones y de mucho juego, donde disfrutar de la experiencia era la base. Cada uno eligió qué quería hacer en la escena; algunos actuaron, otros fueron técnicos y otros probaron ambos roles. El único verticalazo desde mi rol de directora fue que los protagonistas iban a ser les niñes; les adultes del centro me apodaron ‘niñocentrista’, y un poco sí, así soy”.

El barrio

“Melilla es diferente, y al ser una recién llegada desde la ciudad fue fácil verlo. En el centro cultural comenzamos investigando el lugar: qué trabajos se hacen, cómo es la vida aquí, las tareas de campo compartidas, hombres, mujeres y niños en un mismo proyecto o con un fuerte arraigo a la tierra. Desde mi casa veo a los niños jugando a las espadas con cañas mientras sus padres trabajan la tierra... Me gustó ver eso y aún más en pandemia”, cuenta Sparano.

Cuando la invitaron a participar en el proyecto, Deveras se puso a investigar sobre el barrio. “Yo fui al liceo 9 de Colón, que está en la calle Lezica, que queda de camino a Melilla, y varias veces fui de visita a casa de compañeros que vivían allí. Además, Selma me prestó un libro bastante descriptivo de la zona como para ir interiorizándome un poco acerca de su patrimonio, que era el gran tema en cuestión. Hice unos dibujos y bajé algunas palabras sueltas para poder preguntar después, más que nada. Porque el proyecto es de las niñas y los niños: tenía ganas de conocer Melilla desde sus ojos. Yo crecí en la ciudad entre los barrios Sayago y Peñarol, pero gran parte de mi infancia la viví en el campo porque todos los veranos mi hermana y yo los pasábamos en Montes, un pueblo en Canelones de donde son mis abuelos y donde nacieron mis padres. Así que jugar en un entorno rural no es una temática que me sea ajena; creo que mi vínculo con este proyecto se dio natural también por esa experiencia vivida que ahora me tocó observar”.

Jugar en Melilla

Jugar en Melilla

Foto: S/D autor

Cámara, acción

El proyecto surgió de la necesidad de registrar “un anecdotario popular de Melilla”. “El primer día, cuando nos conocimos, les propuse a grandes y chicos cerrar los ojos e imaginarse en su lugar favorito de Melilla o en un lugar en donde les gustara ir a jugar. Luego les pedí que intentaran congelar una sola imagen y que trataran de recordar todos los detalles que pudieran: los colores, los olores, si hacía frío o calor, si era de día o de noche... Finalmente les pedí que dibujaran esa imagen”, cuenta Deveras sobre el arranque de los talleres facilitados por TAA. “Sin saberlo, en un ratito habíamos hecho el storyboard de nuestra futura película y ya hablábamos entre todes un mismo lenguaje técnico. Hubo entornos repetidos en los dibujos, algo que para mí fue fascinante: eran las mismas situaciones, pero vistas desde diferentes puntos de vista”, se vuelve a asombrar.

A partir del storyboard comenzaron a trabajar en el guion –al revés de lo habitual–. “Con cada grupo de imágenes fui haciendo pequeñas historias que compartía con ellos para que las aprobaron. Las acciones de los personajes las descubrimos entre todos en el momento previo a decir ‘acción’. Para mí eso es la participación, cuando realmente todas y todos toman parte”, sostiene Deveras.

Las imágenes son luminosas, de cielos amplios y espacios abiertos. “En los dibujos había árboles de manzanas, camas elásticas, cometas, bicicletas, árboles y un tractor. Yo, jorobando, les dije: ‘Producción, quiero un tractor como el del dibujo’, y el primer día de rodaje, en nuestra reunión de equipo frente al storyboard, se empieza a escuchar, además de los pájaros de la zona, un motor que se acercaba cada vez más... nos acercamos a la entrada de la casa en la que estábamos reunidos y allí estaba uno de los papás del grupo ¡en un viejo tractor!”, recuerda Deveras. “A los grandes nos designaron como equipo de producción, aunque intentamos colarnos en cada una de las tomas, ¡y unos cuantos lo logramos! Tenemos al conductor principiante del tractor y yo también aparezco, aunque en ninguna de las intencionales. Creo que se nota que la forma de trabajo es intergeneracional, y eso lo hace doblemente disfrutable”, comenta Sparano.

Juegan chicos y grandes

Algo que llama la atención es el diálogo entre las imágenes protagonizadas por niños y las voces de personas adultas que cuentan a qué les gustaba jugar en su infancia. Aunque los mayores mencionan algunos juegos que hoy ya no forman parte del cotidiano, la mayoría de las vivencias coinciden, de tal modo que las escenas de juego actuales recrean aquellas de antaño. “En el segundo encuentro, que iba a ser nuestro primer día de rodaje, llovía intensamente y decidimos suspender y posponer el rodaje para la semana siguiente. Estaban todos muy motivados, entonces se me ocurrió pedirles a los adultos que mandaran audios contando experiencias de juego en Melilla. En la semana, a medida que iba recibiendo los audios, me parecían increíbles algunas coincidencias entre los relatos de los grandes y las imágenes de los más chicos. Esta conexión la retomamos con Daniel Fernández Melo, también del equipo de TAA, quien estuvo a cargo del montaje”, relata Deveras.

“El resultado es un cortometraje de unos 12 minutos que muestra a las infancias de distintas generaciones cómo es jugar en Melilla, desde la voz de sus protagonistas. El juego es inherente al ser humano, de modo que simplemente disfrutamos de poder compartir y en este corto dejar constancia lo que vivimos como juego. Es un patrimonio en constante construcción, así que sabemos que es parte del juego”, reflexiona Sparano. “Trabajo en el campo de la docencia desde hace muchos años y allí descubrí que los momentos de juego son los de mayor aprendizaje para ambas partes; cuando una juega, pero juega de verdad, confía, se expresa libremente, se abre a un otro/otra. Te sentís habilitada a equivocarte, total es un juego. Recordemos que [Georges] Méliès era un mago, un ilusionista que utilizó el cinematógrafo para jugar y crear ilusión. Así que el vínculo entre el juego y el cine me precede, y ojalá siga habiendo muchos más ilusionistas por ahí con ganas de jugar”, expresa Deveras.

Guion y dirección: Caro Deveras. Cámara y sonido: niñas, niños y adolescentes de Melilla. Montaje y posproducción: Daniel Fernández Melo. Producción: Selma Sparano y Manu Rivoir. Los niños y niñas que actuaron: Sophia Peduzzi, Catalina Brazeiro, Victoria Brazeiro, Nicolás Ramos, Leandro Gómez, Pilar Gómez, Lucas Gómez, Adela Abad, Emilia Martínez Crovetto, Juan Pablo Curti, Camila Odin, Nicole Odin. Voces en off (audios compartidos): Cristina Santoro, Aldo Rambalducci, Geraldine Cousté, Gladys Compiani, Vilma Curti, Ana Dellacasa. Extras: Franco Guerra, Nico Guerra, Joaquín Colom, Unai Carbó, Virginia Lauretta, Daniela Davio. Coordinadora responsable del Centro Cultural Melilla: Selma Sparano. Equipo de producción: Fernanda González y Aquiles Abad, Ricardo Martínez, Sara Besenzoni, Emily Ingram, Alejandro Brazeiro, Alicia Baccino, Ruben Barreiro, Patricia Gato Vera y Ulises González. Banda de sonido: Sobremaderas. https://bit.ly/JugarEnMelilla


Una Luz en la Ventana.

Una Luz en la Ventana.

Foto: Pablo Pintos

Una luz en la ventana

Para celebrar su tercer aniversario, el Colectivo Casiopea vuelve con la obra Una luz en la ventana, primera entrega de su Saga Lumínica, una serie de obras de teatro que cuenta “la historia del árbol genealógico desde la dictadura cívico-militar uruguaya hasta el presente”. La segunda parte, La resistencia de las luciérnagas, se presentó en marzo en la sala Verdi, y la tercera parte está en proceso de creación.

“Alicia y Pedro se encuentran con el fantasma de su abuelo Mincho, quien les cuenta que la biblioteca de su estudio lleva un secreto consigo: es un portal con tres guardianes mágicos, que tienen el poder de hacer ingresar al lector al universo del libro que elija leer. Así, sin saberlo, elegirán Una luz en la ventana, el diario de las memorias de su abuelo, que les llevará a conocer una gran historia de amor”, cuentan los creadores de la obra.

Dirigida por Vanessa Cánepa, la obra fue galardonada con seis premios Florencio y está recomendada para niñas y niños a partir de seis años.

La cita es este sábado y domingo a las 16.00 en la sala Vaz Ferreira del Sodre (18 de Julio 1790). Las entradas generales, a $ 300, se pueden comprar por Tickantel.