Picky Valeroso usa cadenas de oro y pantalón estampado. “Dicen que es el tercer Kuryaki”, comenta alguien antes de que un coro de fanáticos le pida que cante. “Lo produjo Fito Páez”, apostilla otro. “Dicen que es el cuarto Soda Stéreo”, se oye una escena después. Es una parodia de estrella de los 90 que rima estrofas sobre una ardillita, musicaliza las aventuras de un oso o la crisis de identidad de un ornitorrinco. Con ese repertorio animalado arremete el personaje de Favio Posca en Porno & helado, la serie que Martín Piroyansky filmó en Montevideo el año pasado.
Posca cuenta que en los altos del rodaje se subía a su bicicleta y se iba hasta Carrasco. Como la ciudad sirvió de locación también para El presidente II, Posca volvió a recorrer estas calles. Sin embargo, Fucking Posca, en agosto de 2019, fue su último show en Montevideo. Más tarde lo estrenó en Argentina y se mantuvo cuatro meses con funciones agotadas hasta que la pandemia cerró los teatros. No volvió a subir a un escenario. Por eso, a la adrenalina del estreno de Bullshit, que presenta el próximo viernes en La Trastienda, se suma el reencuentro con el público en vivo.
¿Cómo es Montevideo como plaza? ¿La usás de focus group?
Hermoso. La verdad es que tengo mucha afinidad con la gente de Montevideo, donde tampoco fue tan fácil al principio. Me fui ganando un público muy de a poco y soy un artista muy agradecido. También por eso elijo hacer este show por primera vez allá y no en Buenos Aires. Sería medio kamikaze testear en Uruguay, viste, porque es una plaza difícil. Hay que ir con todo: voy con una producción de video, pantalla, siempre nuevo, de imágenes, de música, de sonido, de textos. Para mí es muy importante el OK de la gente en Uruguay.
¿Cómo es la estructura de este show?
Es bastante novedosa, si bien hay un par de canciones que conocen y que van a corear. En realidad, en este momento siento que la gente lo va a ver a Favio Posca, no va a ver un show de Favio Posca. Entonces, cada vez es más conceptual lo que hago. No quiero espoilear, no quiero adelantar nada. La gente está acostumbrada a que yo, por ahí, vaya transformándome mediante algún video; bueno, acá me van a ver transformarme en escena. Eso para mí es un paso actoral muy importante. Siento que tal vez en los últimos tiempos se ha perdido un poco esa valorización.
Es como subirse al escenario desde otro lugar ahora –que está bien, porque son públicos que se renuevan y modos que van apareciendo–, un poco más yanqui, más estadounidense, esta cosa de subirse con un micrófono y hablar. Y yo soy un actor: soy un artista que compone personajes y cada uno tiene su pasado, su futuro, tiene su historia. Entonces Posca vuelve para que la gente no se olvide de lo que es la composición actoral y la profundidad del trance.
El streaming que hiciste, Retomando, ¿modificó de algún modo tu forma de pararte en escena?
Si bien hace tres años que no vuelvo al teatro, es la primera vez que paré tanto tiempo en 30 años. Lo único que me paró a mí fue la pandemia. En un punto, la verdad es que me vino muy bien, porque por una cuestión de inercia a veces uno no se da cuenta de que tiene que parar. Yo me exigía todo el tiempo y había perdido un poco esa chispa de fuego que todo artista tiene que tener. Siento que ahora la recuperé, que pude descansar mi mente, mi cuerpo, siento que arranco de cero. Estoy como muy energético. El streaming me sirvió para darme cuenta de que también podía hacerlo. Lo hice en mi casa, pero con un estilo Posca: La monté escenográficamente, la llené de puesta de luces, hice el streaming con una steadycam, era casi cinematográfico porque cada personaje iba habitando un sector: en la habitación, en el baño, en la cocina, en el parque. No es que me paré frente a un micrófono con una camarita.
Era como un reality.
Estuvo buenísimo, para mí fue un aprendizaje. A la vez, no lo empato para nada con el teatro. Fue otra cosa totalmente diferente, pero me ayudó a darme cuenta de lo maleable que uno puede ser cuando la necesidad te hace cambiar. Puedo hacer mi arte arriba de una tarima de un metro como arriba de un escenario de 80, digamos. Soy un tipo que me adapto mucho, viste.
¿Y cómo asistís al pasaje de éxitos virales al escenario?
Puedo hablar de mí. Convocar gente al teatro y tener esta continuidad de tantos años, en mi caso, y que la gente siga confiando y riéndose, y emocionándose, tiene que ver con tener el talento como para poder mantener prendida la llama. No es lo mismo hacer televisión que teatro, que estás en vivo y tenés que tener plasticidad, tenés que haberte desarrollado como artista. Por eso creo mucho en lo que hago. Lo que hago arriba de un escenario no lo hace nadie: esto de mezclar el rock con las historias, con el desprejuicio, con liberar a la gente desde un lugar bastante salvaje y que a la vez que nadie se ofenda. Es una forma muy mía que fui creando a partir de años de trabajo. No podría hablar por los otros, pero la gente también va yendo y se va desilusionando sola. Se va decantando y a la hora de la verdad va quedando el que es bueno.
¿A qué le decís Bullshit, que además es el tercer título que metés en inglés y puteando?
No es una queja hacia el mundo, sino que tiene que ver con nuestro primer universo, con la inocencia que traemos desde nuestras almas y desde nuestros cuerpos. Los vamos cargando de peso, de bullshit, con la educación, los dogmas, las reglas, lo prohibitivo, todo lo que nos va tapando el corazón, desde la ropa que nos ponemos, y las capas también de prejuicios, de poca libertad y de poco sentimiento. A veces nos vamos acomodando y nos sentimos bien como estamos. Pero es un engaño, es pura ficción y cada vez pensamos más con la cabeza y eso nos lleva a la cosa más egoica, a las inseguridades, a la competitividad. De eso trata Bullshit.
La síntesis del espectáculo habla de “transición planetaria”. ¿Tiene que ver con el coronavirus?
Una revolución tiene que ver con cómo están los planetas y cómo se está alineando todo, donde muchos vamos a tener la oportunidad de darnos cuenta y cambiar nuestros paradigmas, y muchos van a seguir en la misma y no la van a pasar bien. Está claro que el cambio tiene que venir.
Una de las movidas grandes de los últimos años fue la ola feminista. ¿Cómo te atravesó?
Para mí es algo natural eso, que por ahí no se daba antes y por suerte ahora sí. Que la mujer ocupe otro lugar en el mundo, me parece normal, pero evidentemente no era tan normal y costó mucho hasta que de a poco se está logrando. Me parece genial.
A nivel de libretos no te sentiste cuestionado.
Lo que pasa es que el tipo de humor que tengo tiene que ver con la identificación del ser humano, con nuestros defectos, nuestras virtudes, nuestros prejuicios, pero no con insultar a alguien o ponerme de un lado machista o feminista. Eso sí, no voy con medias tintas. A alguno le puede parecer un poco fuerte, pero es integrador. Imaginate que todos mis personajes son fallados: un travesti, un tipo que es hemipléjico, como El Perro, o trato la locura. Son todas personas que no están en la sociedad, que son discriminadas. Tengo un personaje que tiene los brazos pegados al cuerpo. Sin embargo, los hago queribles. Esas fallas las muestro: al encierro de las adicciones, por ejemplo, le encuentro la vuelta como para que sea liberador, para que no sea censurante. Y siempre lo logré. Aparte no digo nada que la gente no conozca. Lo que puede pasar es que alguno tenga más limitaciones desde la educación. Eso sí me ha pasado, hace mucho, que se han parado y se han ido del teatro.
¿Cómo canalizaste la ansiedad de la cuarentena?
Para mí fue súper introspectivo, familiar, y lo viví muy copado, dentro del apocalipsis que obviamente estaba pasando en el mundo. Creo que todos tocamos un límite; por eso, si esto no produce algún cambio, es porque, bue, estamos hasta las manos. En mi caso me llevó a no apresurarme a componer canciones ni un nuevo espectáculo. Así fui prendiendo las ganas de volver. Por suerte, filmé mucho. Justamente en Uruguay hicimos Porno & helado. Está buenísimo: mi personaje es Picky Valeroso, que es una especie de rockstar de los 90, un cliché, pero muy bien hecho. El pibe toca el piano y canta, y en un momento el trío de Martín Piroyansky y sus dos amigos van a la casa de él porque quieren ser músicos, y es un delirio, hay una fiesta.
Así que aunque no viniste al teatro anduviste bastante por acá.
En plena pandemia hice Porno & helado, ahí me la pasé andando en bicicleta, me iba hasta La Linda, en Carrasco, feliz total, y después volví para grabar El presidente II, que se va a estrenar creo que en septiembre. Ahí, hasta que no me den el OK, no puedo decir nada. Pero es un personaje muy fuerte lo que hago: nada que ver, no es humor.
También hiciste una película con Florencia Peña.
La panelista [Maxi Gutiérrez, 2021] fue un ratito antes de la pandemia. Hago del conductor de un programa de chismes y Florencia es mi panelista. Esa la tienen que ver también. Y filmé en Colombia en octubre y noviembre La reina del sur III. No puedo habilitar mucha información todavía, pero hago de argentino; fui dos veces a Colombia y filmé además en Buenos Aires. Está muy buena la producción. Estuve en Bogotá: tremendo, súper intenso igual. Yo soy medio culoinquieto y quería ir por todos lados. Entonces, le pregunté a un tachero: ‘Che, qué onda, ¿es tan peligrosa Colombia?’. Y me dice: ‘Mira, tú puedes hablar y sentirte feliz y libre aquí en Bogotá, porque es hermosa. Solamente no tienes que dar papaya’. ¿Qué es papaya? ‘No tienes que andar con el celular sacando fotos y tener cara de turista. Si tú hablas regio, pisas fuerte y te diriges con seguridad por la calle, nadie te va a hacer nada’. Así que eso hice. Y ahora sale un capítulo en un unitario que se llama Dos20, en la tevé pública argentina, que filmé con Carlos Belloso.
Trabajaste en tele, cine, teatro. ¿Tenés amigos en los medios?
Mirá, tengo buena onda con todos. Nos respetamos y nos queremos un montón, pero no soy de tener muchos amigos cercanos. Soy muy familiero y más bien ermitaño, de escuchar mis vinilos, mi colección de discos y de libros de fotografía. Soy mucho más introspectivo que arriba del escenario. En general soy un tipo agradable y con mis pares me llevo bien. Pero no tengo muchos amigos actores; tengo más amigos músicos. Me identifico más, porque también soy músico.
¿Y la fotografía es una afición contemplativa o también la prácticás?
Tengo una noción copada. En una época usaba una cámara, ahora estoy más tranquilo, más con el celu. Me gusta la naturaleza, los animales, tengo mucha conexión con el planeta. Cuando viajo me gusta sacar fotos de edificios, también, no tanto de personas, no soy retratista. De hecho, muchos videos de mis espectáculos los hago yo. Pero soy un fascinado de los libros de fotografía: Ren Hang, Terry Richardson, [Nobuyoshi] Araki, Nan Goldin, Diane Arbus, un montón de gente de la que me siento a mirar fotos fascinado.
Bullshit, de Favio Posca, el viernes 24 a las 21.00 en La Trastienda (Fernández Crespo 1763). Entradas en Abitab desde $ 1.895 (mesas). Apto para mayores de 18 años.