Cuando se habla del inicio de la televisión moderna, del aprovechamiento del formato de pantallas domésticas en productos de primera calidad como muy rara vez se había hecho antes, se marca siempre una época (fines de los 90, inicios del 2000) y algunos títulos entre los que se reitera, invariable, la maravillosa serie The Wire.
Para muchos la mejor serie de televisión de todos los tiempos (quien suscribe está lejos de discutirlo), The Wire significó un cambio en el paradigma televisivo: se trataba de un producto adulto, complejo y por completo diferente de lo que la pequeña pantalla venía haciendo. Junto con otras producciones de la misma cadena HBO, como Los Soprano u Oz, The Wire entregó una épica urbana, un canto de amor –y crimen, y dolor y tragedia– a la ciudad de Baltimore, epicentro de sus historias y hogar de sus inolvidables personajes.
Su creador, el escritor y periodista David Simon, no era un recién llegado a la televisión. Ya había recorrido el género policial urbano en Homicide: Life on the Street y The Corner (ambas adaptaciones de investigaciones periodísticas realizadas por él mismo), pero la perfección absoluta de su estilo y punto culminante de su eficacia la lograría entre 2002 y 2008 con las cinco temporadas de su obra maestra.
Simon se transformó en un absoluto referente de la televisión contemporánea, junto a George Pelecanos, Ed Burns, Richard Price y el resto de los guionistas de la serie, y regresó regularmente con productos de primerísimo nivel: la serie Treme, que contaba la reconstrucción de Nueva Orleans luego del huracán Katrina, con foco en los músicos nativos de la ciudad, la imprescindible miniserie Show Me a Hero, trágica historia de Nick Wasicsko, alcalde de Yonkers en los 80, The Deuce, otra obra maestra, sobre los inicios de la industria porno en Nueva York sobre los 70, y The Plot Against America, adaptación de la novela del mismo nombre de Philip Roth.
En todas estas obras, la mano de Simon y sus colaboradores es evidente: personajes complejos, historias realistas, mucho ambiente urbano y un desafío constante que espera mucho de su espectador, es decir, con un ánimo contrario a una mirada cómoda o complaciente.
Todo esto vuelve a reaparecer en la que sin dudas es una de las series de este año: We Own This City, un relato de corrupción policial ambientado nuevamente en Baltimore, y que hace un par de semanas terminó su andadura por HBO Max.
A río revuelto
Un nombre sobrevuela toda la miniserie: Freddie Gray. El 12 de abril de 2015, Gray, un hombre afroamericano de 25 años, fue arrestado por la Policía por poseer una navaja automática. Mientras era trasladado ya detenido por la Policía, sufrió múltiples lesiones, incluyendo una muy grave en su médula espinal. Inconsciente y sin respiración, lo llevaron de urgencia a un hospital, pero después de un coma de siete días, falleció.
Esta muerte –similar al asesinato de George Floyd– disparó una serie de revueltas y protestas por toda la ciudad de Baltimore, lo que llevó al gobernador de Maryland a declarar el estado de emergencia y desplegar la Guardia Nacional. A partir de estos incidentes, el Departamento de Justicia de Estados Unidos inició una investigación oficial sobre el Departamento de Policía de Baltimore.
El 1º de mayo de ese mismo año, la oficina del fiscal estatal de Baltimore presentó cargos contra los seis policías involucrados en la muerte de Freddie Gray por cargos de homicidio involuntario, arresto ilegal, imprudencia temeraria y, en el caso del conductor, asesinato en segundo grado. Sin embargo, ninguno fue a prisión. Tres fueron absueltos, a uno se le anuló el juicio y a los dos restantes se les retiraron los cargos.
Así, con la Policía en el ojo del huracán y sometida a un escrutinio gubernamental, es que da comienzo We Own this City, donde en seis episodios se nos contará la historia real de la Unidad Especial de Armas y Drogas, un equipo de policías de civil que tuvo el mayor índice de arrestos entre 2014 y 2017, pero terminó con todos sus integrantes arrestados por corrupción (no hay spoiler alguno aquí: no sólo la serie adapta hechos reales, sino que todo esto se muestra en el primero de sus episodios).
¿Cómo logró operar tan impunemente este grupo si las denuncias por irregularidades y violencia eran numerosísimas? Esta pregunta es la que la miniserie trata de contestar con una reconstrucción del modus operandi de la Unidad Especial y, de paso, hace una radiografía del aparato de justicia de Estados Unidos en estos polémicos años recientes.
La respuesta, me temo, no sólo no es sencilla sino que termina por ser bastante pesimista y desalentadora. Simon y Pelecanos (su socio en esta ocasión) reconstruyen minuciosamente tanto el accionar de la Unidad Especial como la investigación que terminaría con la detención de todos los involucrados. Pero quienes esperen un The Wire versión 2022 van a decepcionarse, dado que aquí se apela a una reconstrucción en clave de documental, que apela a una complejidad de personajes, narraciones y situaciones que obligan a una atención constante. El espectador que quiera tener la experiencia completa deberá informarse, investigar por su cuenta y estar dispuesto a llevar adelante un ritmo que no es para todos los paladares.
Lo que sí tiene We Own this City totalmente a favor es un elenco entregado a niveles extremos. Empezando por lo más parecido que hay a un protagonista (el gran Jon Bernthal en la piel de Wayne Jenkins, el líder de la Unidad Especial) y siguiendo tanto por los integrantes de su equipo (entre los que se destaca Josh Charles, en un casting sorprendente) como por los miembros de la comisión investigadora gubernamental (estupenda aquí Wunmi Mosaku), por los policías que investigan a sus propios compañeros (aquí está mi pareja preferida de la miniserie: Dagmara Dominczk y Don Harvey) y por los otros policías que son parte involucrada (entre los que asoman varios ex The Wire: Jamie Hector y Delaney Williams).
Hasta tenemos a Treat Williams en la recta final, casi repitiendo a su personaje de la inolvidable Prince of The City, mojón ineludible de las ficciones de corrupción policial y obra maestra de Sidney Lumet de 1981. En sus labios se deja la reflexión final: el sistema judicial y el accionar policial están destruidos. No hay particular vuelta a esto ni una solución final que lo enmiende.
Lejos de fábulas moralizantes o relatos de redención, David Simon (que hace un cameo como un periodista en una de las tantas conferencias de prensa durante la investigación) presenta nuevamente una enorme obra. Otra vez, nos interpela y nos invita a reflexionar acerca de nuestro presente, lejos de respuestas fáciles porque, simplemente, no existen.
We Own This City, de David Simon. Seis capítulos de aproximadamente 60 minutos. En HBO Max.