La primera mañana del futuro. Así se titula el espectáculo que dará este sábado Buceo Invisible, a las 21.00 en el auditorio Nelly Goitiño, para celebrar sus 25 años de existencia. “Con el deseo de seguir haciendo cosas, no sosteniendo una estructura muerta sino basándonos en las ganas y la pulsión de vida”, dice Diego Presa, cantante y uno de los principales compositores de la banda. Cuenta que el nombre del concierto se debe a que no querían “plantear un ejercicio nostálgico”, es decir, el clásico repaso de la discografía. Por lo tanto, hoy presentarán nueva música –seis o siete canciones–, nuevos poemas y nuevas ideas, que ocuparán cerca de un tercio del concierto –el futuro álbum aún no está grabado, seguramente se registre a fin de año–.
“De alguna manera, nos planteamos cómo serían los posibles futuros, utópicos o distópicos. O sea, qué posibles escenarios y paisajes pueden suceder o no. Más que nada es eso, tratar de generar una mirada hacia adelante y no una retrospectiva”, dice. Presa recuerda que cuando se formó el grupo, allá por 1997, la idea era “una especie de desafío al tiempo”, que el proyecto durara lo máximo posible. Sus integrantes recién habían salido de la adolescencia, acariciaban la primera juventud y querían crear un espacio que los protegiera “del paso destructor del tiempo y del mundo del trabajo, que en general separa esos vínculos que en la adolescencia son muy fuertes”. “Por un lado, lo logramos, ahora que estamos veteranos, mirando hacia atrás. Pero, por supuesto, no de la forma en la que imaginábamos, porque la ola de la vida siempre te pasa por arriba”, acota.
Desde el principio, Buceo Invisible fue más que una banda: un proyecto multidisciplinario, un colectivo artístico, etcétera, en el que confluyen la música, la poesía y el arte audiovisual, vetas que no eran fáciles de encontrar en la media de las bandas de rock uruguayas de la década de 1990. Pero para Presa todo eso no tiene mucho misterio, ya que responde a las características del grupo de amigos que lo formó, porque algunos eran poetas, otros músicos, artistas plásticos y afines. “Los 90 fueron muy áridos para nosotros. No nos colgábamos con el mundo de las tertulias poéticas y por otro lado tampoco nos sentíamos muy identificados con el rock que había en ese momento. Fue algo que fuimos inventando en el camino y nos costó mucho definir. Y aún nos cuesta un poco explicar qué es lo que hacemos”, confiesa.
Desde que se formó la banda hasta que publicaron su primer disco pasó casi una década. Debutaron en las bateas con Música para niños tristes, editado por el sello Perro Andaluz en 2006. Presa subraya que en ese lapso pasaron muchas cosas, entre ellas, que eran un grupo “muy endogámico” y les interesaba generar movidas “por fuera de los medios y de las estructuras que ya estaban armadas”. Les venía bien armar un par de conciertos –o “muestras”, como les llamaban– al año, que eran publicitados “boca a boca, con invitaciones hechas de manera artesanal”. Eso para ellos estuvo bien hasta que en un momento necesitaron, sobre todo por una cuestión artística, grabar un disco en otras condiciones, más allá de algunas grabaciones en casetes que andaban por la vuelta.
Buceo Invisible tiene cinco discos en su haber y en cada uno se fue notando cada vez más que la música se expande, tanto en tiempo como en espacio –canciones más largas, con una sensación de sonido amplio–. Según Presa, el motivo es que dentro de Buceo se fue consolidando el grupo musical, la banda de rock, precisamente. “A nosotros nos encanta el formato canción, pero también nos interesan otras exploraciones, que tienen que ver con paisajes y climas; ahí no nos limitamos mucho en las grabaciones y menos en vivo. Tratamos de extendernos en paisajes instrumentales, que también hacen al sentido del grupo”, señala.
Si Presa tuviera que elegir tres canciones representativas de este cuarto de siglo de Buceo Invisible, a vuelo de pájaro, se queda con “Comitoína simple”, del álbum debut –compuesta por Álvaro Bassi, integrante del grupo que falleció en un accidente en México, en 2006–, “Para siempre” y “Para que puedas irte”, ambas del disco El pan de los locos (2015). Esta última, de casi siete minutos y medio, es una de las canciones más largas de la banda, que mezcla la veta rockera con la poesía y los paisajes atmosféricos, esos que envolverán al público este sábado de noche en el auditorio.
Buceo Invisible sábado a las 21.00 en el Auditorio Nelly Goitiño. Entradas por Tickantel a $ 750. Comunidad la diaria, dos por $ 1.000.
Milongas Extremas
El cuarteto de guitarras criollas con impronta rockera se presentará este sábado a las 21.00 en el teatro Macció de San José. Las entradas se consiguen por Tickantel a $ 400 y $ 750.
Cuatro estaciones porteñas y Campo
El martes a las 20.00, en la sala principal del teatro Solís, la Banda Sinfónica de Montevideo interpretará un programa sinfónico rioplatense, con Cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzolla y Campo de Eduardo Fabini (a un siglo de su estreno). “El concierto se completará con el estreno absoluto de El matrero, del compositor uruguayo Ricardo Arbiza, obra para saxofón alto y banda sinfónica con Ricardo Figueira como solista”, anuncia la página web del recinto. Las entradas se consiguen por Tickantel a $ 350.
Luciano Supervielle
El músico vuelve a presentar su espectáculo Música para cine, basado en Épisode, su nuevo disco, que reúne piezas compuestas para bandas sonoras varias (de películas, series, etcétera). Por Tickantel, a $ 750, se consiguen las pocas entradas que quedan para la presentación del jueves a las 21.00 en el Auditorio del Sodre.
Cuatro Pesos de Propina
La banda que mezcla rock con reggae, ska y estilos varios tocará el viernes a las 21.00 en Sala del Museo (rambla 25 de Agosto y Maciel). Las entradas se consiguen por Redtickets a $ 660.