Star Wars lleva muchísimos años saturando el mercado de historias, el tema es que pocos se daban cuenta. La saga creada por George Lucas, cuya primera película fue estrenada en 1977, jamás renegó de su carácter marketinero, de sus personajes prontos para ser transformados en figuras de acción, de la infancia como porcentaje fundamental del público.
Durante muchísimo tiempo, un núcleo pequeño de fanáticos disfrutó de cientos y cientos de historias que ampliaban lo ocurrido hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana. Claro, estas narrativas, que hasta hace poco eran canónicas (es decir, eran parte del relato oficial), pululaban básicamente en novelas e historietas. Era una época en la que consumir esta clase de historias te convertía de inmediato en candidato a que el abusón del secundario te encerrara en el locker. O su versión local.
¿A qué viene esto? Al grito de que gran parte de los seguidores de Star Wars pone en el cielo cada vez que se anuncia una nueva serie animada o con actores de carne y hueso. Alegan que el exceso de material terminará diluyendo la importancia de la saga. Algo a lo que, personalmente, contesto: 1) nada que no hayan hecho antes, y 2) es lo mejor que le podría pasar a Star Wars. Con el riesgo de parecerme a William Shatner en aquel sketch de Saturday Night Live en el que se interpretaba a sí mismo y les decía a los seguidores acérrimos de Star Trek “¡Consíganse una vida!”, a esta otra epopeya espacial (muy, muy lejana en su construcción) también le vendría muy bien que cada una de sus entregas fuera tomada un poco más a la ligera. Así no tendríamos actrices amenazadas de muerte por salir en una serie o conversaciones interminables y violentas sobre una película estrenada hace cinco años. Que, además, es una de las mejores películas de las tres trilogías, pero ustedes no están preparados para esa conversación.
En medio de todo esto, se estrenó una serie que cometió pecadillos, algunos muy inocentes, pero que son coherentes con algunos puntos flacos que tuvo Star Wars toda la vida. Y que al mismo tiempo es, sin dudas, el producto más georgelucasiano de todos los estrenados desde que George Lucas recibió un billete con muchísimos ceros y dejó que Disney se encargara de todo. Me refiero, por supuesto, a Obi-Wan Kenobi, la serie de Star+.
Darth es Darth
De la vilipendiada trilogía de precuelas, uno de los elementos rescatados en forma casi unánime fue el personaje de Kenobi, interpretado por Ewan McGregor (en la trilogía original era Sir Alec Guinness). Y esta ficción de seis episodios nos presenta el punto medio, cronológico y espiritual entre el general de las Guerras Clónicas y el ermitaño que le dijo a Luke Skywalker que Darth Vader había matado a su padre. No le mintió.
McGregor se mantiene en perfecto equilibrio entre los actores demasiado fanáticos de la saga y aquellos que sólo quieren el dinero de su sueldo. Aquí lo vemos disfrutar del papel, además de protagonizar una aventura que ata cabos y que incluso mejora en forma retroactiva la primera película, que es la mejor de todas, por más que la segunda tenga mejor marketing.
Si Lucas tomó elementos del western para contar su historia original, aquí tenemos a un viejo pistolero retirado que debe regresar para un último trabajo, porque una pequeña fue secuestrada y él es el único capaz de encontrarla. Esa pequeña no es otra que la princesa Leia, hija de Darth Vader, aunque este villanazo todavía no lo sabe. Vivien Lyra Blair es la encargada de encarnar a quien en unos años será una “princesa” capaz de desafiar a quienes invaden su vehículo, y ella construye a la niña desafiante perfecta.
Obi-Wan Kenobi tiene un par de elementos que cierto sector del público odió, y que (es cierto) podrían haber sido resueltos con mejor puntería, en especial por la forma en la que se resuelven persecuciones y enfrentamientos puntuales, pero se le perdona todo cuando el ambiente, que incluye una cuidada banda sonora, te recuerda qué fue lo que te atrajo a la saga cuando eras pequeño.
Aquí está la Star Wars más sucia, más pasional (aunque los jedis renieguen de ello) y también más pura, con la promesa de una revancha entre Vader y el héroe epónimo, y con la adición de nuevos personajes, incluyendo a una integrante del bando enemigo que no se detendrá hasta capturar a Kenobi y servírselo en bandeja a su jefe asmático y amante de la ropa oscura. Estas adiciones son necesarias a la hora de zafar de la “precuelitis”, ya que todos sabemos que los dos principales protagonistas llegarán con vida al (ese sí) enfrentamiento final en la Estrella de la Muerte.
Disney+ ya prometió varias series que llenan espacios o se desvían en los caminos intergalácticos. Como pasó antes con el material impreso, seguramente haya productos de diferente calidad y muchos seguidores desarrollarán un “canon mental” decidiendo cuáles de esas historias realmente “cuentan”. Si todavía son capaces de conectar con lo que sintieron la primera vez que vieron una película de Star Wars, esta serie debería contar, y mucho.
Obi-Wan Kenobi. Seis episodios de entre 40 y 50 minutos en Disney+.