Hay en Netflix una buena cantidad de producciones polacas (incluyendo una sorprendente cantidad de películas de terror bastante malas). Como parte de esta corriente internacionalista de la compañía, por llamarla de alguna manera, se estrenó hace relativamente poco El rey de las fugas (o simplemente Najmro en idioma original), una reconstrucción de los últimos años de Zdzisław Najmrodzk, acaso el criminal más popular de la historia reciente polaca.

Najmro vivió poco y rápido, como dicen que hacen las leyendas. A los 41 años de edad ya llevaba más de 20 de carrera criminal dedicado al robo menudo, que se veía potenciado por encontrarse Polonia dentro del régimen comunista que hacía escasear ciertos artículos para la gente común. Najmro y sus cómplices se especializaban en asaltar las tiendas estatales Pewex –donde se administraban a precios desorbitantes esos objetos o enseres controlados– para luego revenderlos, llegando a robar más de 70 tiendas y alguna de ellas en más de una ocasión. Por otra parte, fue ladrón de automóviles, famoso también por la reventa económica de los vehículos.

Nunca violento y casi siempre acompañado por un aura de Robin Hood (es lo que tiene cuando se roba al Estado y se revende más barato), Najmro, sin embargo, se volvió mítico por sus numerosas fugas. Entre 1964 y 1994, nuestro ladrón escapó en 29 ocasiones de diferentes lugares, como un tren en movimiento, un juzgado (del que salió simplemente caminando por la puerta), la propia Jefatura de Policía de Varsovia (le alcanzó con ponerse el uniforme del policía que acababa de noquear) y, evidentemente, varias prisiones.

Murió, a pesar de todo lo anterior, como un hombre libre ya que fue perdonado por el propio Lech Walesa apenas un año antes de fallecer, en una movida política que incluyó a numerosos prisioneros políticos (algo que Najmro no era, pero igual aprovechó).

Visto todo lo anterior, no es sorpresa que en manos del director y guionista Mateusz Rakowicz la reconstrucción de los últimos días de Najmro sea un relato que apueste, antes que nada, a la vertiginosa comedia criminal que tanto y tan bien han hecho Quentin Tarantino o Guy Ritchie. Nuestro ladrón protagonista (interpretado con toda la onda por Dawid Ogrodnik, con uno de los mejores bigotes vistos en pantalla en tiempos recientes) vive con la intensidad de aquel que sabe que está en los descuentos, a medida que el cerco que tiende la Policía a su alrededor se estrecha.

La película no es tan sólo un retrato divertido de un ladrón aventurero, también se permite crear a modo de marco una crónica de los tiempos de la Polonia de ese entonces (en particular, la de fines de los 80 e inicios de los 90) con la caída del socialismo real pero también con el ascenso de los neonazis. En este contexto, la historia macro caracolea intercalada con golpes imposibles, estafas ingeniosas y un antihéroe muy querible por el que hinchar incluso más allá de saber desde un principio su destino. Un ladrón de guante blanco y con códigos de otros tiempos, que al menos en el celuloide tiene una estampa mítica. Najmro es un gran blockbuster de entretenimiento, podríamos decir, si tal cosa se adecua también a una producción polaca. No veo por qué no.

El rey de las fugas. 100 minutos. En Netflix.