El cerezo en flor, blanco y majestuoso, se ve desde la calle Millán. Parece que está festejando la primavera creativa de Claudia Anselmi y sus cinco décadas como artista. La exposición comienza con los primeros cuadros que expuso, cuando tenía 13 años y llevaba dos años en el taller de Nelson Ramos, allá por 1972.

Claudia cambia los papeles que protegen las obras cada año y esa dedicación atraviesa sus procesos. El recorrido también implica nuestra historia como país: la dictadura y las formas de decir lo que no se podía están presentes en las obras de la primera década. La crisis de 2002 está representada con fotografías de la performance que hizo junto a Inés Castro, alumna de su taller, quien salió a hurgar contenedores con un vestido estilo Jackie Kennedy creado por Claudia, que también está expuesto.

Monocopia en gran formato sobre PCV, patio interior del Museo Blanes.

Monocopia en gran formato sobre PCV, patio interior del Museo Blanes.

Foto: Manuela Aldabe

“La exposición se llama Uróboros porque es el eterno ciclo: todo vuelve. Es un concepto de los griegos que hace que ese inicio tenga un desarrollo, pero el ser humano vuelve a caer y se vuelve a repetir a lo largo de los siglos”, explica Anselmi.

El trabajo de conservación de las obras da prueba de su oficio, que incluye trayectos en el Club de Grabado de Montevideo, con Héctor Contte, y el taller de posgrado de grabado con David Finkbeiner. “Tuve un profesor que me indicaba que toda instancia o sustrato que tú empiezas a trabajar o las asociaciones experimentales que hagas, de acuerdo a la temática y al concepto, tienen un desarrollo de más o menos diez años. Yo eso no lo dimensionaba, pero aplicándolo a lo largo de la vida, y concretamente en esta muestra, se ve”, dice Claudia.

La muestra, que es en sí misma una obra, está dividida en décadas. De algún modo, entrar al museo Blanes en setiembre es atravesar el invierno para sumergirse en la primavera. La obra de Anselmi parece una continuación del parque, cuyo cuidado llega a la máxima potencia cuando nos adentramos en el Jardín Japonés. Los dibujos de Claudia, con lapicera sobre papel de arroz, son tan delicados como firmes. Sus líneas curvas y la elegancia del negro dialogan con la esencia de ese jardín.

“Toda la obra de Anselmi y la muestra tienen una relación con el bosque y lo que se encuentra en él, desde lugares muy tristes a muy alegres. Incluso en el claustro los dibujos del bosque están instalados en el ritmo de las columnas, una vez más está presente la vertical. La idea de esas verticales, con sus diferentes alturas de copas y lo que generan en el pasaje de la luz, permite por momentos esconderse y por momentos estar muy presente”, dice la directora del museo, Cristina Bausero.

Antigua enagua intervenida para la muestra Montevideo, microrrelatos en los siglos XVIII y XIX en el Cabildo de Montevideo, 2020.

Antigua enagua intervenida para la muestra Montevideo, microrrelatos en los siglos XVIII y XIX en el Cabildo de Montevideo, 2020.

Foto: Manuela Aldabe

Las monocopias en gran formato, expuestas en el patio interior del museo y realizadas en PVC, son evidencia de un trabajo técnico gigantesco. En tanto, la sala María Freire está pensada como un bosque abstracto. Las veladuras generan corredores que nos permiten ubicarnos en las diferentes décadas.

Caminos de bosque

Más de diez personas trabajaron en el montaje; no hubo una curaduría, sino un trabajo en equipo que le llevó a la artista dos años y contó con el apoyo de la Fundación Itaú y de la dirección del museo. No es para menos: referente del arte contemporáneo uruguayo, Anselmi fue, entre otras cosas, fundadora del taller Cebollatí y ha expuesto en museos y bienales de distintos continentes.

Mientras recorremos sus bosques quizá podamos, cada cual, encontrar una verdad. Eso es lo que espera la artista, quien desde los años 90 busca la participación del público, animándolo a atravesar sus bosques. “Cuando hice el primer bosque fui a [Martin] Heidegger, que habla del claro del bosque y la poesía que eso genera. Siempre voy por el lado de la metáfora, de la sugerencia, de la sensibilidad. Busco que tú puedas tener tu propio bosque, tu propia historia, reconocer tu interior. No está todo dicho; yo preciso de ti para que esto funcione como instalación”, dice Claudia.

Radiografía en tela

El último cuadro de la muestra es el primer paso de una investigación que busca revelar, a través de radiologías, un cuadro oculto de Nelson Ramos. En la década de 1970 le regaló a su más joven discípula un cuadro que había pintado y luego tapado con blanco. Muchos años después ella quiso saber qué había pintado el maestro. Rosina Peluffo, arquitecta y colaboradora de Anselmi, integrantes del taller Cebollatí, cuenta que fue “como trabajo en un lugar de salud”.

“Llevamos el cuadro en una camioneta y casi se nos vuela por Rivera, y lo pusimos en una camilla. Había una tecnología diferenciada para cada parte del cuerpo y tuvimos que seleccionar cuál era la mejor para poder ver lo que había abajo. El objetivo era ver qué había pintado Nelson”, explica Peluffo.

Obra Uróboros, realizada con tinta china sobre papel de arroz, 2022.

Obra Uróboros, realizada con tinta china sobre papel de arroz, 2022.

Foto: Manuela Aldabe

El cuadro está expuesto sobre un andamio y en la parte trasera se ven rayas que, según Anselmi, son el aceite que se separa del óleo. En el centro de la instalación, ese andamio tiene un piso blanco con una raya negra, en homenaje a su maestro. Están las radiografías expuestas, sus positivos y un gofrado donde nace un bosque, que es un homenaje a la vertical trabajada tanto tiempo por Ramos. De la vertical nace un bosque: todo lo que generó el maestro.

Como en la proporción áurea, en esta muestra todo encaja perfectamente, como fracciones de fracciones, pétalos de pétalos, pinceladas de pinceladas. “La fracción áurea es una relación que aparece en el cuerpo, en la naturaleza, en las flores, en la espiral, en la pintura rizomática. Ya a mis 13 años, la fracción áurea estaba presente en mí de forma natural”, confiesa Claudia.

Es quizás esa afinidad con lo áureo lo que hace de esta muestra un lugar donde sentir comodidad en sus colores, en su variedad de materiales, en el uso artístico de herramientas ancestrales que fusiona con el digital. Una afinidad que sobrepasa los límites de la técnica con una riqueza vivencial que festeja las bodas de oro de una artista única y la magia que su primavera nos puede dar.

Uróboros, de Claudia Anselmi. De martes a domingo de 12.00 a 18.00 (hasta el 16 de noviembre) en el museo Blanes (Millán 4015). Entrada gratuita.