En 2016 The Washington Post publicó “How’s Amanda?”, un reportaje del periodista Eli Saslow a una adicta a la heroína. El relato, nominado al premio Pulitzer, recorría los cuatro días previos al tratamiento que cambiaría la vida de Amanda Wendler, y su esencia era la relación de ella con su madre, quien a pesar del desgaste que la adicción provocó en su relación, era la única persona dispuesta a ayudarla. De esta montaña rusa de emociones, euforia, suspenso, humor negro y altas dosis de catarsis familiar se nutre Cuatro días más.

El colombiano Rodrigo García (Santa Evita), hijo de Gabriel García Márquez, es quien dirige y adapta fielmente esta historia, protagonizada por la brillante dupla femenina de Glenn Close y Mila Kunis. Su temática es potente y para aquellos con alguna experiencia cercana de lucha contra una adicción, esta película puede ser perturbadora pero también una bocanada de ilusión y empatía. Y para quienes no les sea tan próxima, resulta fascinante y convincente. En todo caso, ofrece una mirada esperanzadora, o menos deprimente, si se la compara con otras películas sobre adicciones.

En el relato, luego de años de robos y manipulaciones, Molly (Kunis), quien lleva un catálogo de drogas en las venas (heroína, metadona, crack), vuelve a la casa de su madre, Deb (Close), en busca de ayuda. Su relación se ha tornado distante y gobernada por la desconfianza, lo que lleva a Deb a un intenso debate interno: volver a confiar en su hija y ayudarla, dado que queda impresionada con su deterioro o, ya cansada de abusos y mentiras, ignorarla. Este vaivén emocional y su relación pendular, narrada con intimidad por un director especialista en historias de profunda sensibilidad, se transformará en un relato de amor materno incondicional.

Después de pasar cuatro días internada, el médico le propone a Molly una nueva solución para su adicción: una inyección mensual llamada “antagonista opiáceo”, que hace que su cuerpo sea inmune a la droga y atenúe los deseos de reincidencia. Pero para recibirla, su sistema debe estar completamente libre de drogas, y esa mayor desintoxicación le llevará cuatro días más.

Es Deb quien acompañará a Molly en este duro trance, y las esperanzas de que su hija lo logre son en definitiva las esperanzas del espectador, generándose un perfecto suspenso acerca de una posible recaída. Son muchos los aciertos de Cuatro días más, pero quizá el mayor sea la capacidad de satirizar e ironizar, con diálogos inteligentes, bien construidos e interpretados, las situaciones dramáticas que se dan en el correr de esos cuatro días.

Sin romantizar el complejo vínculo de madre e hija y con una justa cuota de tragedia, se narra una historia no sólo de resiliencia materna y una desesperada necesidad de reconexión, sino de honda empatía por una adicta que quiere vivir. Y es también una profunda crítica a una sociedad altamente medicalizada con toda clase de analgésicos disponibles legalmente, como la oxicodona, Vicodin o morfina que son, muchas veces, el paso previo al fentanilo y la heroína.

Las actuaciones, sólidas, son pura emoción: una espectacular Mila Kunis lo da todo encarnando un cuerpo deteriorado y una mente enferma, mientras que Glenn Close muestra su enorme oficio. Cuatro días más es un duro pero esperanzador relato de rencores del pasado que vuelven como un búmeran y del colapso familiar que es vivir con un adicto. Pero es también una historia de superación, de confianza, de segundas oportunidades, perdón y reconstrucción familiar.

Cuatro días más. 100 minutos. En HBO Max.