Paul Edward Higgs se pinta el pelo de naranja y se pone un buzo deliberadamente ridículo. Es el día de presentación de Tridimensional, su nuevo disco, y primero les toca escucharlo a sus amigos y algunos periodistas. Toma el mando de la consola del estudio Sondor, mientras el mítico técnico de sonido Gustavo de León se hace un lado y lo deja frente a sus controles. Posiblemente escuchó todos los discos de los que le puede hablar este joven colega, y muchos los grabó él mismo allí, en su segunda casa. De hecho, Higgs y De León entran en sintonía con una historia de Karibe con K, o con el recuerdo de la cantante Judee Sill.
Pasan unos días y Paul está en el barrio de Colegiales, en Buenos Aires. Para conversar por Zoom, conecta un micrófono alemán de 1978 que lo acompaña a todos lados. “Fines de los 60 y comienzos de los 70 y también, incluiría una época entre 1976 y 1980, con los últimos discos de Steely Dan o de Gerry Rafferty; a eso le llaman ‘rock de yate’ o ‘rock de padres’”, responde con precisión y notas al pie acerca de los momentos que fijaron su sensibilidad artística más reconocible en sus canciones.
Tridimensional suena a Prince y a Mateo. Fue producido por Martín Buscaglia y mezclado por Gustavo Montemurro y lo editó el sello Little Butterfly Records. Entre los destaques de la ficha técnica del disco –como las baterías de Diego Bartaburu (No Te Va Gustar) o los vientos de Benji Barreiro–, Paul no se cansa de elogiar a sus amigos y colegas Leandro Aquistapacie y Charlie, los coristas “de lujo” que eligió para este disco celebratorio y oscurísimo.
“Se me escapó un mensaje de audio de siete minutos y 45 segundos, y él me respondió con un mensaje de cuatro minutos y 35 segundos” dice sobre el punto de partida de este trabajo entre integrantes de las familias Buscaglia y Higgs. “Fue uno de esos momentos de frecuencias y de símbolos en común. Por fuera de las palabras, la vibración de nuestras voces ya entró en armonía y en swing, como dirían los músicos uruguayos de fines de los 60 y comienzos de los 70; a partir de ahí, nuestra amistad fue algo ineludible y era imposible que nuestra música no fuese llevada a cabo”, recuerda.
La extravagancia de este uruguayo es simplemente heredada, y en todo caso, asumida con estoicidad y orgullo. Su bisabuelo llegó al país en 1902 desde Leicester para trabajar en los ferrocarriles, su abuelo se encargó de preservar las costumbres y tradiciones de sangre como el té de las cinco, y luego su padre, Eduardo Leslie Lulo Higgs, nacido en 1949, se enamoró del rock, tocó con las bandas The Shades y Medusa y luego llenó la primera casa de su hijo con guitarras, discos y equipos de amplificación y lo llevó a ver todos los partidos del Peñarol campeón de 2003.
Como siempre, Paul está metido en diversos proyectos. Por ejemplo, ahora toca la guitarra en el grupo argentino Doppel Gangs junto a su colega Simón Poxyran: “Como cuando toqué con los Amigos Inflables me sentía muy cómodo no siendo el centro de la atención. Tener el foco encima es algo que se me da muy fácil por ser hijo único de una pareja que buscó tener un bebé durante diez años. El foco de nuestra familia lo ponen en mí hasta sin darse cuenta”, admite.
Su vida derivó en el rock durante la adolescencia, sin vuelta atrás: “Mis años formativos se vieron sumamente afectados por mucha música, que ofició de refugio en los años de liceo, que suelen ser bastante difíciles, con la deformación de los cuerpos y los mandatos de tus propias hormonas, que a veces me empujaban hacia cosas que me provocaban cierto grado de angustia porque no las podía barajar con soltura, como tener que bailar o besar a alguien”, recuerda.
En esa época, además de todos los santos anglosajones, apareció otro más cercano, que necesitaba con urgencia. Un bajista que tocaba con su padre le pasó los discos La iguana en el jardín, Espantapájaros y Para el sur el norte está lejos de Claudio Taddei: “Los escuché directo del Windows Media Player y no podía creer que me fascinara tanto su música y que fuera tan funk”. Después descubrió a O’funk’illo, una banda andaluza “que tiene un bajista que se llama Pepe Bao”, y en 2007 vio a Living Colour en el Cine Plaza.
Paul entrena con su guitarra a diario. Quiere estar a la altura de otros músicos con los que comparte escenario en sus días en Buenos Aires. “Estoy tocando cada vez más”, cuenta. “Y si tengo un concierto a la noche, caliento de mañana y grabo de tarde”.
Para los shows de presentación de Tridimensional formó un trío con “una baterista de Bernal, que se llama Melanie Williams, y Choki Giaquinta, un bajista oriundo de Olavarría”. También lo acompañarán la uruguaya Charlie, en teclados, y Leandro Aquistapacie: “Tener a Lelé sobre el escenario para que meta unos coros es como cuando Steely Dan llamaba a Michael McDonald, el mejor cantante del mundo, para acompañarlos en una canción”, explica.
Paul Higgs el viernes 9 de setiembre a las 21.00 en La Trastienda (Fernández Crespo 1673). Entradas en Abitab a $ 650 y $ 850.