Inge Steffen es una de las directoras del taller Música Viva, “Un espacio dirigido a niños y niñas, adolescentes, educadores y educadoras con una metodología que apunta al trabajo grupal, a la potenciación de la creatividad y al desarrollo de la inteligencia a partir de la expresión musical”, tal como se definen. Es, además, licenciada en Musicología y, junto con la licenciada en Trabajo Social, especializada en tercera edad, Milena Garzón –que, por otra parte, es su hija– está detrás del proyecto No me Olvides. Esta investigación, en la que trabajaron juntas Steffen y Garzón en los últimos años, partió de la idea de recopilar juegos y canciones tradicionales. Para ello convocaron a personas mayores de 80 años que quisieran compartir estos recuerdos y con esa recopilación conformaron un acervo que reversionaron y musicalizaron, y al que se puede acceder en la web Sin ton ni son y en la plataforma Spotify.
El resultado de este trabajo, en el que contaron con el apoyo del Fondo Nacional de la Música y del Ministerio de Educación y Cultura, y que significó un delicado andamiaje de colaboraciones, es una contribución a la memoria colectiva, a la revalorización del cancionero tradicional infantil y al diálogo intergeneracional, mediante el rescate de esas voces que no siempre son escuchadas. “No me Olvides es una recopilación de canciones y versos encontrados en los recuerdos de muchas personas mayores de nuestro país”, definen.
Fue un trabajo de varios meses de entrevistas con quienes se acercaron a compartir esos recuerdos, que luego reversionaron y grabaron. En diálogo con la diaria, Steffen destacó la singularidad de trabajar en este proyecto con su hija: “Nos motivaba tener esta experiencia juntas, recorrer diferentes lugares de Montevideo y del interior del país en un proyecto que une la música y las diferentes generaciones. Luego del trabajo de campo seleccionamos el material, lo reversionamos e interpretamos con niños, niñas, músicos y músicas cercanos al taller Música Viva”.
Con respecto al trabajo de recopilación, detalló: “En algunos casos nos fuimos a la aventura buscando personas mayores de 80 años interesadas en compartir sus recuerdos de la infancia. También obtuvimos muchos contactos a través de conocidos y de las redes sociales. Nietos, nietas, sobrinos, hijos e hijas animaron a sus familiares mayores a participar en el proyecto. Personas que viven solas, acompañadas o en casas de salud, personas con gran descendencia y personas sin familia, personas que viven en el campo o en un apartamento, personas que llegaron a la universidad y otras que no terminaron la escuela, personas que forman parte de una colectividad religiosa (cristiana o judía), personas ateas, personas muy lúcidas y otras que no recuerdan casi nada. Lo interesante de esta generación, cuyas edades oscilan entre 80 y 102 años, es que todos y todas jugaron los mismos juegos, cantaron las mismas canciones, hicieron las mismas rondas. Todos y todas recuerdan con mucha ternura y felicidad sus infancias, que transcurrieron en la vereda, en el campo y en la escuela pública”. En ese proceso de entrevistar y compartir recuerdos es de destacar tanto el trabajo colaborativo como el involucramiento de decenas de personas de distintas edades.
Por otra parte, desde una perspectiva artística y a partir de elementos que son fundantes en el vínculo de una persona con la palabra, en particular, con la palabra poética, permite dar cuenta de un panorama de época. Al respecto comentó Steffen: “Por un lado, nos interesa rescatar las diferentes versiones del cancionero tradicional, las rondas, las nanas, las rimas, los juegos, que forman parte de nuestra cultura y que, aunque no sepamos de dónde vienen, ni quienes nos las enseñaron, es importante recordarlas y mantenerlas vivas. Igual que las recetas de cocina, el punto cruz que nos enseñó la abuela, la forma de curar el dolor de panza, todos son saberes que nos transmitieron desde otras generaciones y que siempre nos recordarán de dónde venimos”.
Hace hincapié, además, en la posibilidad de unir generaciones que proporcionó –y que tiene la potencialidad de inspirar– esta investigación: “Todas las personas entrevistadas disfrutaron plenamente del momento de cantar y de recordar sus infancias. Incluso varias de ellas con deterioro cognitivo o con Alzheimer pudieron reconocer las canciones y cantar con nosotras recordando viejas melodías y textos infantiles. A veces las personas mayores sufren de soledad y participar en actividades sociales como esta les produce gran alegría y emoción. La vejez y la infancia están unidas, y los niños y niñas que participaron en esta propuesta lo hicieron con verdadero entusiasmo. Esperamos que este proyecto sirva de excusa para animar a los mayores de las familias a cantar con los más pequeños”.
El material recopilado es de una gran riqueza y diversidad. Steffen destacó: “Nos sorprendieron la alegría y el entusiasmo con los que nuestros informantes nos transmitían sus recuerdos. Algunas canciones las proponíamos nosotras y entre todos y todas las íbamos rememorando. También nos enseñaron repertorio que no conocíamos, canciones en otros idiomas, juegos en ronda, rimas, versos y mucha poesía. Por supuesto que hubo canciones que hoy en día las consideramos políticamente incorrectas. Textos con contenido machista, discriminatorios, racistas, etcétera, que nos dicen mucho del pasado, pero que igualmente forman parte también de la historia”.
Es indudable que, más allá de la relevancia de lo ya recopilado y procesado, esto funciona como una puerta abierta para continuar el camino. “Tenemos mucho material que aún no hemos procesado y que nos gustaría poder incluir en nuestro cancionero. También rimas, adivinanzas, poemas, juegos que iremos agregando en el futuro”, adelantó Steffen.
Ficha técnica
La dirección estuvo a cargo de Milena Garzón, la selección y arreglos, de Inge Steffen, el técnico de sonido fue Bernardo García, Laura Carrasco se encargó de las ilustraciones y el taller Música Viva de la producción.
Las instituciones y las personas que aportaron a esta búsqueda fueron el centro diurno La Estación; el club Hatikva, grupo de adultos mayores pertenecientes a la Kehilá, coordinado por Daniela Cuculiansky; el hogar para ancianos de Colonia Valdense; el hogar para ancianos Frauenverein de Nueva Helvecia; el hospital Luis Piñeyro del Campo; el residencial Nueva Luna; y Alicia Wels Castelló, Blanca Luz Bentancor, Delia Knüll, Elena Álvarez, Lilia Herrera, María Fernanda Leiva, María Isabel Navarro, María Toledo, Marta Andrés, Miguel Lamolle, Milca Gonnet, Mirta Gonnet, Nancy Bondanza, Olinda Benech, Patricia Presa, Rosario Infantozzi, Rosario Santini, Susana Bergeret, Susana Negrín, Teresa Haydée Beba Luzardo y Vanna García.
Participaron niños y niñas de Música Viva: Alan Estefan, Antonia Bomba, Ariana Pierini, Felipe García, Felipe Sosa, Franca Quintanilla, Franco Santoro, Ian Feldman, Joaquín Núñez, Juan Ignacio Turiele, Lena Svarcas, Luan Pierini, Luz Heredia, María Belén Turiele, Matías Cachón, Matilda Berton, Mila Cruzado, Miranda Riera, Sebastián Brenes, Severino Quintanilla, Simona López, Ufuc Erinc.
Músicos y músicas participantes: Bernardo García, Inge Steffen, Leticia Vidal, Luciano Payret, María Inés Cabaleiro, Mauro Clavijo, Mónica Mermot, Milena Garzón, Stefano Nuzzachi.
Campamento urbano
Desde el 13 al 16 de febrero, de 11.00 a 17.00, el Centro Cultural de España (Rincón 629) desarrollará una nueva edición de Campamento Urbano, dirigido a niñas, niños y adolescentes de ocho a 16 años. Los cupos son limitados y el formulario de inscripción estará habilitado en la web de la institución a partir del 1° de febrero (el plazo se extiende hasta el 9, pero conviene anotarse con tiempo). La invitación es a jugar y diseñar, con la consigna “Ciudad y cultura lúdica” y tiene como objetivo generar un espacio de experimentación y aprendizaje: “Tomaremos conciencia y reflexionaremos acerca del juego como un factor clave para el desarrollo integral de las/os niñas/os y como la cultura ha intervenido de una forma u otra en los juegos a través del tiempo enriqueciendo a la sociedad. Nos haremos preguntas como ¿A qué jugaban nuestras/os abuelas/os? ¿Cómo se juega en otros países? ¿De qué́ manera se han compartido esos juegos a través de tantos años?”, sostienen.