Cuando Paola escuchó por primera vez “Brindis por Pierrot” preguntó quién era ese tal Niño Calatrava que sonaba en la voz del Canario Luna sobre el final del más célebre de los derroteros bohemios y carnavaleros. “Es el tío Jaime”, le respondió entre lágrimas su padre –el guionista de televisión y carnaval Jorge Bianco–, ya acostumbrado, como luego lo haría su hija, a vivir del otro lado de la fantasía o, en palabras de la propia artista, “entre los polifones de los muñecos de La Escuelita del Crimen”, el grupo de humoristas fundado por Jaime y Ruben Urrutia, y “las luces artificiales de un canal de televisión”.
Jorge también les escribía a los parodistas Gaby’s y era uno de los guionistas de El show del mediodía, mientras que la cantante Ana Ruggiero, la madre de Paola, era productora de Cante y gane, otro programa de una época dorada de Canal 12, con Cacho de la Cruz como principal figura.
Por algunos años, Paola les tuvo terror a los payasos –le parecían tristes–, hasta que la voz aguardentosa de Juan Carlos Pintos, el payaso Pelusita (sin nariz ni maquillaje) le dijo en su cara: “¿Qué te pasa? ¿Les tenés miedo a los payasos?”, y sus pesadillas se esfumaron en un instante de cruda realidad.
“Un día necesitaban un coro de niños para los discos de Cacho Bochinche”, cuenta, sobre una de las tantas del Krusty uruguayo de la que fue cómplice y protagonista. “Grabé en todos los discos de Cacho, todas las voces. Fue muy divertido hacer eso y me permitió ganar mucha confianza en mí. Me decían: ‘Hacé voz de varón petiso’, ‘ahora desafiná un poquito’ y ‘ahora hacé voz de pito’, y con eso armaban el coro”.
Tras su pasaje por Cacho Bochinche como parte del cuerpo de baile a cargo de Laura Martínez, hizo de la reportera April O’Neill en El Club de las Tortugas Ninja, con Maxi de la Cruz. La dupla de adolescentes se afianzó con Maxianimados, un programa de humor absurdo que Teledoce ponía al aire las tardes de los sábados. “En esos años aprendí un montón. Hacíamos todo nosotros”, recuerda. “Guion, luz, maquillaje, sonido, cámara. Y no había jerarquías”.
Hoy, luego de una larga trayectoria en el teatro y la tevé, Bianco es una de las figuras de Canal 10 y conduce La tarde en casa junto a Aldo Martínez. Además, acaba de estrenar Mi casa es tu casa, su nuevo y antojadizo programa en Saeta, en el que se permite recrear, en cada edición, los momentos más felices de su vida, en su propio hogar, de la mano de un invitado (ya pasó Gustavo Cordera y la visitarán Laura Canoura, César Troncoso, Florencia Raggi, Ruben Rada, Cristina Morán, Lucas Sugo y Roberto Musso), acompañada por el actor y cocinero argentino Fabio Alberti –ex Cha cha cha y Todo por dos pesos– y de una banda musical comandada por Martín Angiolini.
¿Cómo surgió la idea de este nuevo programa?
Yo soy muy de recibir gente en mi casa, me gusta mucho. No soy de salir. Además, este es un lugar que siempre llamó la atención, antiguo y con espacios muy grandes. Más de una vez me dijeron: “Estaría bueno grabar algo acá”, y eso siempre me quedó. Por otro lado, cuando vas a una entrevista no hay nada más lindo que te hagan sentir como en tu casa. Con Álvaro García –realizador audiovisual– hacía tiempo que queríamos hacer algo juntos, pero no terminábamos de cerrar la idea de un programa hasta que un día a La tarde en casa vino de invitado Fabio Alberti. Yo, fan total de Cha cha cha y Todo x dos pesos, en plan cholula, le dije que era mi ídolo y me cayó re bien. Nos quedamos conversando luego del programa y quedamos con muy buena onda.
Él tenía muchas propuestas para hacer televisión en Argentina, pero quería quedarse a vivir acá en Uruguay, así que le propusimos que viniera a hacer algo al canal, pero tampoco le convencía. No quería moverse de su casa en Mataojo, en Maldonado, donde tiene su restaurante. Sabiendo eso, nos fuimos hasta allá con Álvaro a charlar de nuevo con Fabio y le contamos la idea del programa y le gustó. Al principio tenía miedo de plantearle lo que quería, pero al final le dije: “Mirá, estoy en plan adolescencia. Quiero a Peperino y a Coti” [dos de los personajes más logrados de Alberti]. Y me respondió: “Está bien, vuelvo a hacer a Peperino”. Y encima les cocina a los invitados. Coti tiene una participación al principio del programa. Después, para cerrar, Peperino nos da la bendición. Laura Canoura, cuando lo escuchó, no lo podía creer.
¿Tomaron como referencia algún programa similar?
A mí me gusta mucho lo que hace Miguel Granados. También se puede parecer a Radahouse. La idea no es nada original, pero sí para la televisión uruguaya. El programa está hecho con una gran producción, con steadycam y dirección de fotografía. A la vez, la idea es que sea lo más orgánico posible. Pero de verdad; por ejemplo, la dirección de arte la hice yo, los regalos que les hacemos a los invitados son artesanías que yo acostumbro a regalar. Queríamos que nada estuviera demasiado armado. No es muy distinto a venir a mi casa cualquier día.
¿Cómo te sentiste en este rol de anfitriona/entrevistadora?
Muy cómoda. Lo que más me gustó de este proyecto –y ya estamos pensando en una nueva temporada– es que todos los invitados se sintieron como si estuvieran de visita en la casa de una amiga. Ojalá que nos siga pasando lo mismo. Terminábamos el rodaje, nos íbamos para la barbacoa y nos quedamos hasta cualquier hora. Además, estoy muy contenta con el equipo que formamos. Con Ernesto Muniz, que es mi primo y nos criamos juntos, nos moríamos de ganas de trabajar juntos. Con Martín hicimos un montón de programas. Y la verdad es que en los diez días que grabamos acá, mi casa parecía la de Gran Hermano. El cuarto de mis hijos varones pasó a ser la sala de controles, mi baño era el lugar de maquillaje, y tuve que hacer otros cambios. Dicen que no es bueno llevarse trabajo a casa, pero a mí me encantó y a mis hijos también. Incluso Fabio se vino a pasar acá unos días.
¿Cómo aprendiste a plantarte frente a una cámara?
Yo era muy tímida, nivel no hablar o no ir a los cumpleaños porque les tenía miedo a los payasos. Mis padres sufrían por mi timidez. Los fines de semana, mi madre tenía conciertos con la orquesta de Leslie Muniz y mi padre la acompañaba a todos lados. Yo me quedaba con mis abuelos, que fueron parte fundamental en mi crianza. Ponían Canal 5 y mirábamos la orquesta del Sodre. Un día pasaron ballet y yo dije: “Quiero ser bailarina”. Me presenté en la Escuela Nacional de Danza del Sodre y quedé. Y una vez que entré al Sodre, vi un ensayo del coro de niños, hice el casting y también quedé. Pasé gran parte de mi infancia en el Sodre y me sirvió para empezar a aflojarme y para darme cuenta de que me gustaba estar arriba del escenario.
En todo lo que hacés incluís algo de humor.
Mi papá era tremendo comediante, mi madre también. Mis hermanos y yo fuimos criados en una familia poco tradicional para la época. Nos acostábamos tardísimo, y los ensayos de mi madre siempre eran en casa. Siempre embromábamos que había más músicos que familiares. Yo nunca me animé, por ejemplo, a hacer un stand up. Me gustan más los trabajos en equipo.
¿Pero te reconocés como comediante?
Sí. Cuando aparecía la noticia de algún fallecimiento y alguien preguntaba qué le había pasado a esa persona mi padre decía: “Agarró y se murió”. Siempre la misma pavada. Cuando él falleció [en 2011], yo estaba embarazada de mi tercer hijo. Era un tipo joven. Me acuerdo de que me pegó horrible. Y cuando estábamos en el cementerio, despidiéndolo, en un momento se hizo un silencio, estábamos todos llorando y yo dije: “Bue, agarró y se murió”. Todos nos reímos y terminamos aplaudiendo. Y ahí Ernesto me dijo: “¿Vos entendés que sos comediante, que nos hiciste reír en el velorio de tu padre?”. Lo sé, y lo primero que hago es reírme de mí misma.
Hace poco, cuando falleció el director de teatro Omar Varela, que te dirigió en Mi bella dama, escribiste en tu Instagram: “Gracias, Omar… creíste en mí cuando ni yo lo hacía”. ¿Qué recordás de esa obra y ese momento?
Es el sueño de cualquier actriz. Para hacer esa obra realmente tenés que cantar, bailar y actuar bien. Lo tiene todo. Recuerdo que hacíamos 15 cambios de vestuario, en medio de una gran coreografía. Fui a hacer ese casting pensando en que no iba a quedar. Me parecía demasiado para mí. Fue un trabajo muy arduo porque, además, recién había tenido a Martina, mi primera hija, y yo insistía en que no iba a poder. Omar me decía: “Es el personaje ideal para vos”. Yo nunca había trabajado con él y para mí fue un placer.
¿Cómo se hace en televisión para captar la atención de la gente?
Creo que no existe una técnica para eso. A mí me gusta mucho el en vivo, justamente, porque disfruto de que las cosas salgan como salgan. De hecho, en Mi casa es tu casa, tuve furcios y no me importa. Puedo ser meticulosa con ciertos aspectos, pero me gusta que lo que salga en cámara sea natural. En teatro me gusta componer un personaje, pero en televisión no.
Me cuesta mucho respetar un guion televisivo. En Mi casa es tu casa la idea es que yo me pueda permitir ser como soy en mi casa, y la verdad es que soy re tranquila. La otra vez me pasó en una reunión que me dijeron: “¿Estás cansada o sos así?”. Y no, soy así. La gente puede creer que estoy todo el tiempo a 220. Me parece que la clave en televisión es no tener un personaje.
¿Cuánto cambió la televisión desde que empezaste?
El cambio es abismal, por ejemplo, con las redes sociales. Me hubiera encantado tener redes cuando vinieron Maná y Los Pericos a Maxianimados. Imaginate poder compartir todo lo que pasaba detrás de cámara. De hecho, yo no tengo mucho registro de todo lo que hice. En La tarde en casa hago un vivo de Instagram en la tanda para que la gente vea otras cosas que pasan mientras hacemos el programa.
De la televisión de antes quedaron cosas buenas, fue tremenda escuela. Ahora todo es apuro, omitir intro, resumen. Yo soy fanática de Seinfeld y de Friends. Antes tenías que esperar la repetición. O decías: “Tengo tal cosa, no voy a poder ver el nuevo capítulo” porque sólo iba los martes a las nueve de la noche”. Antes vivíamos en un modo mucho más lento. Yo amo las redes, pero me sigue gustando hacer televisión.
Mi casa es tu casa va los viernes a las 23.00 por Canal 10.