Corre 1962 en un pequeño pueblo del medio-oeste estadounidense y se acerca Halloween. Esto debería ser motivo para preparar disfraces y salir a pedir caramelos con el ya paradigmático “dulce o truco”, pero en este lugar las cosas funcionan de una manera algo diferente. Sí, hay disfraces, pero no son niños los que salen de noche, sino los jóvenes locales, y, en vez de pedir dulces, lo hacen para buscar, cazar y destruir a Sawtooth Jack en la “carrera” anual.

Así es: aquí las golosinas brotan del estómago de un ser terrorífico con cabeza de calabaza, que vende cara su captura liquidando siempre a alguno de sus perseguidores, y al que hay que matar sí o sí antes de las doce de la noche so pena de descargar una maldición sobre toda la comunidad en caso de fallar.

El relato se sitúa en un Halloween en que las cosas no van como se espera. Vamos entendiendo que aunque los jóvenes finjan entusiasmo, la enorme mayoría está aterrorizada por participar. No es para menos, pero el pueblo sobrevive de esta manera. La “carrera” es lo que asegura cosechas buenas en años venideros, y los jóvenes que se arriesgan cazando a Sawtooth Jack son el pagano sacrificio.

Así, la película de David Slade –que adapta la novela de culto de Norman Partridge, publicada en 2006– combina varios elementos clásicos en un relato que, sin embargo, se siente fresco. Hay, por elementos de la trama pero también de la propia ambientación, mucho de “La lotería”, el clásico relato de Shirley Jackson, aunque también de sagas muy populares –dirigidas a young adults o no– que presentan estos universos con “pruebas” y momentos específicos en los que las leyes de convivencia desaparecen (desde Los juegos del hambre hasta La purga).

De esta densa mezcla Dark Harvest extrae mucho sabor propio –suma la época, pero también la banda sonora o los disfraces que refieren a The Misfits o el rockabilly– y es, claramente, un producto sentido. Apuesta al entretenimiento y permite superar por ese mismo entusiasmo algunos peros que surgen ante una mirada más atenta a su premisa, que no es tan redonda como se presenta (entre los muchos baches argumentales de su argumento, el más picante es la pregunta: si toda cacería como esta se lleva puesto medio pueblo y a docenas de sus jóvenes, ¿cómo hacen para mantener una tasa de natalidad tan alta en un pueblo tan chico?).

La buena mano de Slade en el timón contribuye mucho al entretenimiento. El director, que saltó a la fama por piezas destacadas dentro del género como Hard Candy o 30 días de oscuridad, regresa al terror luego de un tiempo alejado y trabajando en franquicias anónimas (hizo una secuela de Crepúsculo), y demuestra volver en toda forma.

La película probablemente no le cambie la vida a nadie, pero es un producto trabajado, bien construido, bien realizado, con un relato sólido aunque no sea en particular sorprendente. Además, presenta a un monstruo llamado a quedar en la memoria y nos recuerda que siempre en el horror lo peor es lo que se esconde detrás de la “normalidad”, antes que los monstruos con dientes y garras (que además, en este caso, viene con la panza llena de caramelos).

Cosecha oscura. 93 minutos. En Prime Video.