Montevideo (2022), el último libro de ensayos del escritor español Enrique Vila-Matas, es lo que estaba leyendo Jaime Clara mientras esperaba sentado en un bar céntrico. El periodista y comunicador llegó varios minutos antes de lo pactado, y eso que el tiempo no es algo que le sobre. Hace más de dos décadas que conduce Sábado Sarandí, en radio Sarandí, que empieza a la seis de la mañana, a la misma hora que entre semana lleva adelante Es noticia y en la misma radio en la que a partir de las 14.00 participa en Viva la tarde. Cuando termina ese programa, se va raudo a Canal 4, donde desde hace un mes conduce el informativo central de Telenoche. Sobre este nuevo trabajo –y los demás– conversamos con él.

Imagino que empezar de más veterano como conductor de un informativo en horario central es un desafío mayor.

Sí, lo tomé con mucha sorpresa, porque tengo un perfil muy marcado como periodista cultural, identificado con la radio, pese a que hice televisión. Me da la sensación –no lo he hablado– de que incidieron mucho los nueve meses que estuve como conductor de Buen día. Y sí, lo tomé como un gran desafío personal, porque se sabe que los informativos de televisión son el buque insignia de cualquier canal; la historia de Telenoche es potente y uno la tiene que honrar. Entonces, lo tomé con mucha sorpresa y mucha responsabilidad, en un formato que además me permite compartir con dos periodistas más jóvenes, como Emilio [Izaguirre] y Viviana [Ruggiero]. El jueves pasado cumplimos un mes al aire y la verdad es que estamos muy contentos.

¿Cómo viviste desde adentro este mes al aire?

Estoy adaptándome. Cuando empecé el primer informativo, lo primero que hice fue equivocarme, trancarme, porque había mucha presión, yo estaba muy nervioso, para mí era nuevo. Y lo admití al aire: pedí disculpas y dije “estoy nervioso, ¿qué quieren que les diga?”. Es como mudarse a una casa amueblada: tenés que conocer todos los movimientos; después caminás con la luz apagada. Me integré a un equipo de trabajo muy grande, a una redacción que ya venía trabajando, muy aceitada, y a un nuevo formato que se venía pensando ya hacía muchos meses por un equipo de todas las áreas del canal. Entonces, he ido adaptándome, nos estamos conociendo todos, y hoy, al mes, te puedo decir que estamos haciendo un informativo mucho más cercano al que queremos hacer.

Hay gente que cree que el conductor de un informativo sólo presenta noticias y no se involucra demasiado en todo el proceso. ¿Cómo es tu jornada en Telenoche?

Termino en la radio a las 16.00 y a las 16.15 estoy en la redacción. Tenemos un intercambio con el coordinador del informativo, el gerente de noticias, Viviana y Emilio, estoy metido en la producción también. Ya lo viví cuando estuve en Canal 4 antes, cuando era el Centro Monte Carlo de Noticias, que también pasa en un diario pero con menos intensidad, y es que la redacción siempre está funcionando; no es que el trabajo del informativo empieza a pensarse apenas yo llego, hay una continuidad. Tenemos un intercambio y discusiones sobre cómo plantear los temas. Además, en informativos tan largos tenemos que tratar de ser novedosos, de plantearle a la gente una cantidad de cosas, pensando en una cabeza nacional. Yo debo confesar que dos o tres veces he marcado mi posición del interior, porque a veces tenemos una mirada demasiado montevideana de la cosa –es natural, me pasa a mí hasta cuando doy los datos del tiempo en la radio–, entonces, ahí también hay un desafío y una apuesta. Me integré a un equipo y lo primero que me aclararon es que no iba a ser un presentador de noticias, y eso ha sido así.

El informativo dura más de dos horas. ¿Cómo se hace para atraer la atención del espectador durante ese tiempo?

Creo que hasta cuando yo era chico, que los informativos duraban media hora, tampoco tenías la atención 100%. Ahí están la experiencia, el olfato y la intuición de todo el equipo de coordinación para equilibrar las propuestas periodísticas. El martes, por ejemplo, sabíamos que teníamos un tema complicado, con un matiz novedoso, que era la posibilidad de cortes de agua, pero después había novedades del caso [del exjefe de seguridad de Presidencia Alejandro] Astesiano, y San Valentín, que le podía dar un poco de aire fresco, y metimos eso. Pero, además, ahora tenemos la incorporación de la exárbitra de fútbol Claudia Umpiérrez, que analiza las jugadas polémicas, y era el día siguiente del partido de Peñarol con La Luz; pero tampoco hacemos que el fútbol sea un segmento aparte, yo interactúo con [Sergio] Gorzy y con [Eduardo] Rivas dos por tres. Es decir, tratamos de hacer una cosa unitaria, que sea una miscelánea de temas.

Hace varios años, Telenoche armaba polémica por cómo abordaba las noticias policiales, de una forma que ya la dejaron de hacer. ¿Se tiene en cuenta aquello a la hora de presentar los policiales?

Hace mucho de eso, pero, sin embargo, quizás alguna gente cree que sigue lo mismo. Es interesante el imaginario de la gente, los preconceptos –que todos tenemos–. Hubo hechos graves en este mes de trabajo, y cuando ese hecho policial lo ameritó, lo pasamos sin ningún prejuicio. El caso del asesinato en Paysandú, de la mamá y del chiquito, no se puede obviar por tener esa supuesta carga. Estábamos haciendo el móvil en vivo, con Leonardo Pedrouza, cuando se dio la manifestación y la arenga de la funcionaria, y él se quebró al aire, viendo a los chiquitos manifestar. Entonces, esas cosas tenemos que tratarlas con el suficiente recato para no aprovecharnos de la situación, pero tampoco, porque hubo un prejuicio desde hace años, decir que no existe. Hay dos cosas: el prejuicio, por un lado, pero también la doble vara de la gente, que pasa en otros ámbitos. La gente dice que rechaza la información policial, pero mirá cómo funcionan los rating... La gente te dice que quiere más programas de humor nacional, periodísticos y todo, pero después, ¿los ratings reflejan eso que la gente dice que quería?

Hace 21 años que conducís el programa cultural Sábado Sarandí. ¿Cómo ves el espacio que se le da a la cultura en la televisión? Porque da la sensación de que es cada vez menos.

Volvemos a lo mismo: mucha gente reclama espacios, pero cuando están, no los ve... Te puedo decir que un informativo de hoy tiene más cultura que un informativo de hace 15 o 20 años. Hay más tiempo y también hay más cultura. Telenoche tuvo un crítico de cine como Ildefonso Beceiro, en su momento, y después a Jaime Yavitz, director de la Comedia Nacional, que hacía un pequeño segmento. Es decir, siempre hubo algún espacio. Hoy en el informativo –por lo menos en Telenoche– diariamente hay un espacio para la cultura y un periodista especializado en eso, Mauricio Rodríguez. También, sin prejuicio, desde carnaval hasta música, sin ningún problema.

Capaz que faltaría algo de libros, pero todo está por hacerse. Es oferta y demanda, hay que dar oportunidad para que haya programas culturales, y si hay, la audiencia se va a ir conformando. Me pasó a mí con Sábado Sarandí: nadie daba dos mangos por el programa. Me acuerdo de que celebré los tres años del programa como un milagro, en La Colmena, con artistas; los directivos de la radio y yo hicimos discursos porque habíamos llegado a los tres años, y hoy tiene 21. Seguramente, fuimos de menos a más. Hoy Sarandí no concibe su programación sin Sábado Sarandí, pero tuvimos que acostumbrar al público y a los artistas a que estaba ese espacio para difundir, discutir y hablar. Pero si no hay un ámbito de conciliación en el que los directivos den un espacio específico y el público se acostumbre, capaz que es muy difícil.

También, dentro de ese doble discurso, hay oyentes de Sábado Sarandí, empresarios, que hablan maravillas del programa, te felicitan, y cuando les proponés un auspicio mínimo, irrisorio, no te lo dan. Entonces, también tiene que ser un producto rentable para la radio, la tele, la prensa escrita, para todo. Por eso deberíamos tener un consenso de todos los actores y generar propuestas culturales viables. Además, una propuesta cultural es un eslabón más de la cadena de la industria cultural, y ahí el factor económico tiene su incidencia; tiene que ser sustentable; no hay que hacer filantropía con la cultura, porque eso le haría mucho mal a la cultura.

En la radio también sucede que hay gente que paga el espacio para salir al aire; tampoco es lo ideal.

No, claro. Y los espectáculos tienen que ser exitosos. De nada sirve que yo escriba un libro para que no lo lea nadie, porque nadie me va a publicar, salvo que me lo banque de mi bolsillo –que igual es perder plata, aunque la pierda yo–. Si a mí la editorial me publica los libros es porque siente que algún retorno económico va a tener, no va a hacer caridad conmigo ni con ningún otro autor.

¿Cómo ves el fenómeno de los podcasts? ¿Es radio?

Creo que es radio, simplemente es otra forma de contar las cosas. Es más, siempre pongo el ejemplo de la nota que le hice al director de La casa de papel [Alejandro Bazzano], que es la más escuchada de la web de Sarandí, cerca de 200.000 personas. ¿Eso qué significa? Obviamente, la escuchó mucha más gente de lo que la escuchó en el momento en que salió al aire. Entonces, es potenciar el medio radio. El podcast no es ponerle cámaras al estudio, ahí estás –con todo respeto por quienes lo hacen– generando un híbrido que no es radio y tampoco es televisión. Es una cosa rara, porque a veces ni los conductores ni los entrevistados saben si van a un programa de tele o de radio, si miran a la cámara o no.

Gente charlando en una mesa con una cámara adelante no es televisión.

Exacto. Como dice un compañero de la radio aludiendo a Hugo García Robles hablando de la milanesa napolitana: bastardeás dos buenos productos, la mozzarella y la milanesa. Y acá es lo mismo: no hacés buena tele, según los códigos del lenguaje televisivo, y no hacés radio, rompiendo la magia de la radio al meterle una cámara adentro. Entonces, lo que hace el podcast es justamente redimensionar el medio, te lo da en grageas, en contenidos. Yo ahora estoy escuchando podcasts de todo el mundo; ahí hay una nueva forma de encarar la radio y el medio, es una apuesta interesante y hay que potenciarla.

Sos aficionado a las caricaturas; vi que una de las últimas que hiciste fue la de Astesiano, pero generalmente los disparadores son aniversarios o efemérides relacionadas con artistas, personajes de la cultura, etcétera.

Siempre trato de que sean aniversarios. No suelo hacer caricaturas políticas porque me cansó. Al principio las hacía, pero se daban discusiones tan pueriles en las redes... O sea, que un dibujo mío genere discusiones de la peor manera, entre gente querida, que discuten de una forma que no puedo entender, me obligó a decir “no te metas con la política”, y esto fue hace años. Por el otro día me pareció que el tema ameritaba y puse la de Astesiano, porque está en el mojo, y parte de la esencia de la caricatura también es estar en el cuplé de actualidad del carnaval, por eso la hice.

Antes la caricatura estaba mucho más presente en los medios.

Porque tenías prensa escrita y revistas de humor, entonces, estaban Arotxa, Ombú, Tunda, Hogue, etcétera –está Ramiro Alonso también–. Uruguay ha tenido una tradición de caricaturistas impresionante: Sábat, Peloduro... Pero ahora, como la prensa escrita cedió terreno a lo digital, lamentablemente no hay esa visibilidad, está todo más fragmentado en las cuentas de Instagram.

Y se mezcla con un millón de cosas más.

Exactamente, pero no deja de ser interesante, porque también tenés acceso a una cantidad de caricaturistas que antes no tenías. A mí, por ejemplo, me sirvió para tener un soporte, porque no hago caricaturas en ningún lado sino en la redes, y eso me permitió que la gente conociera que yo hacía caricaturas, y después hacer muestras y publicar un libro de caricaturas. Entonces, es al revés: las redes son muy buenas porque visibilizan, pero al mismo tiempo estás en una jungla de imágenes y capaz que se diluyen.

Ahora que sumaste Telenoche, ¿cómo hacés para vivir en medio de tanto trabajo?

Llego más tarde a mi casa, pero se reorganizó todo. Sigo en la radio de mañana y me tomé licencia en la Comisión de Patrimonio, donde estaba trabajando, y estoy en la radio al mediodía.

¿Qué hacías en la Comisión de Patrimonio?

Asesor de comunicación. Hacía toda la parte de prensa, la organización del Día del Patrimonio, la visibilidad de la comisión, etcétera.

En 2019 se armó polémica porque se dio a conocer que estabas en pase en comisión trabajando para el líder del Partido Independiente, Pablo Mieres, que en ese momento era candidato a la presidencia. ¿Cómo lo viviste? ¿No estás más en eso?

La Comisión de Patrimonio era el pase en comisión. Estuve con Mieres en ese período y estuve con [Ricardo] Ehrlich en el período anterior.

¿No lo viste polémico que siendo periodista trabajaras para Mieres?

No, pero trabajé para Ehrlich y para los blancos también. Nunca entendí cuál fue la denuncia.

Supongo que, al ser periodista y al mismo tiempo trabajar para un político, se veía como un tema ético.

Quien me cuestiona éticamente no me conoce.