Quizás sea el cuento más conocido. El primero que viene a la mente ante la pregunta “un cuento para niños”. Caperucita Roja, de Charles Perrault, ha transitado los siglos de generación en generación y se ha reeditado en innúmeras versiones más o menos apegadas al original, con finales felices o terribles, con o sin moraleja, pero su esencia sigue tan campante.
“Yo no vine a contarles un cuento sobre una niña y un lobo. Me lo contaron mil veces y a mí ya me aburre un montón. Le haría varias preguntas a esa historia. No. Vine a contarles otra historia, mi historia”. De esta manera se presenta la obra Roja: una versión libre de Caperucita, de Vanessa Cánepa y Agustín Urrutia, de Colectivo Casiopea, que desde este sábado se podrá ver en El Galpón. Queda claro, entonces, que la propuesta es el resultado de un trabajo dramatúrgico que se centró en el diálogo con el texto, en la búsqueda de su significado para los integrantes del colectivo actoral y, por lo tanto, en una Caperucita vital que está ahí, en la memoria, en la experiencia de cada quien.
Agustín Urrutia, coautor y director de la obra, dijo a la diaria sobre la decisión de trabajar con el cuento de Perrault: “Es el más clásico de los cuentos. En mis clases de teatro, tanto para niños como para adultos, si sugiero que piensen en un cuento para representar, el primero que aparece –casi sin excepción– es Caperucita. Es una historia que atraviesa generaciones y hasta el día de hoy tiene vigencia. Tiene elementos muy puntuales y potentes: una advertencia, una niña curiosa e inocente, un lobo oportunista y una abuela esperando a su nieta. Lo interesante es poder tomar esos arquetipos que ya están instalados en todos y todas para hacerlos dialogar con la actualidad: ¿quiénes son esa niña?; ¿quiénes son el lobo?; ¿quiénes son la abuela?; ¿y quiénes somos nosotros ante toda situación?”.
Vanessa Cánepa, coautora y productora, puso en contexto la obra, que “forma parte de un proyecto macro: una nueva serie de obras de nuestro colectivo denominada Colección Clásica”, con la idea de “adaptar clásicos de la literatura universal a obras teatrales pensadas para que puedan participar las infancias” y en la que por ahora tienen pensado continuar con Molinos, a partir de Don Quijote de la Mancha, dirigida por Agustín Méndez. “Caperucita Roja es el primer texto con el que decidimos trabajar, y eso tiene algo de intuitivo. Desde hace años estoy obsesionada con ese cuento, con lo arquetípico de los personajes y las innumerables versiones y análisis que suscitan. La innumerable cantidad de adjudicaciones, preguntas y reclamos que se le hizo a Caperucita a lo largo de la historia, o el ineludible peso que lleva el Lobo por ser Lobo: nunca más ese animal podrá aparecer en otra historia sin llevar la carga de ser el malo, o que al menos eso se piense de él. Imagino que debe tener algo de cuento perfecto: por algo es un clásico, y por algo se conoce y se traslada de generación en generación”, contó.
En cuanto a cómo es trabajar con un texto que antecede absolutamente a la obra, dijo: “Hay cierta trampilla en esto de comenzar a trabajar sobre los palimpsestos a partir de un texto que ya todos y todas conocen: nos libera de la carga de tener que contar la historia original y nos damos la libertad de contar la que nosotros queremos. No sentimos que debemos facilitar herramientas para que se puedan captar ciertas conexiones con el original: el original lo sabés, y si no lo sabés, le preguntás a la persona adulta con la que fuiste, y seguro te lo va a contar. Es como si nos salteáramos dos o tres casilleros y fuéramos directo a las preguntas o posibilidades que nosotros/as queremos plantear. Emprendemos un camino que en gran parte está allanado, y de lo único que tenemos que pre/ocuparnos es de crear el resto”.
El trabajo de adaptación implica traer al presente, trabajar el texto con una mirada actual. En este sentido, Urrutia hace hincapié en las preguntas como catalizador: “[Me interesaba] Aportar una mirada desde las preguntas que me surgían leyendo el cuento original. Un cuento por cierto muy oscuro y con un final infeliz. La madre hizo una advertencia a la niña y a su vez el cuento –en su época y hasta la actualidad– es una advertencia en sí mismo. Nuestra obra no intenta advertir sino más bien plantear una serie de preguntas, cuestionarnos desde la escena por qué debemos advertir a una niña que tenga cuidado de ir a ciertos lugares; qué hacemos ante esa situación los adultos; qué puede hacer una niña si su amiga se perdió en un bosque, en este caso de cemento. En Roja los problemas no suceden al final sino al principio, y se nos invita a atravesarlos. La amiga de la niña perdida busca estrategias para sobrellevar su tristeza y frustración, y se irá topando con distintos personajes que la harán tomar una postura de acción y reflexión”.
Cánepa hace hincapié en el carácter colectivo del trabajo de escritura: “Desde el comienzo del proceso, la forma que encontramos con Agustín de empezar a abordar el texto fue hacerle preguntas. Preguntas que nos hicimos no sólo nosotros, sino todo el equipo. Tuvimos la suerte de poder realizar una residencia de investigación de una semana en el INAE [Instituto Nacional de Artes Escénicas], que tiene la maravilla de aportar un espacio y una serie de recursos técnicos con los que no nos es posible trabajar en el medio independiente durante el proceso de creación. Esa semana fue la piedra fundamental para el desarrollo de la dramaturgia no sólo de la palabra, sino también de la iluminación y del trabajo de colorimetría de la obra (algo que quizás con otro espectáculo no es tan primordial, pero... estamos hablando de Caperucita Roja...). Esa dramaturgia fue creada a partir de nuestras preguntas y con el objetivo de no tratar de contestarlas sino de encontrar los mecanismos lúdicos y creativos en escena para que el público pueda, luego de ver la obra, hacerlas con nosotros y, a su vez, sumar otras”.
Roja: una versión libre de Caperucita, de Vanessa Cánepa y Agustín Urrutia. Sábados y domingos a las 15.00 hasta el 7 de mayo en la sala Atahualpa de El Galpón (18 de Julio 1388). Recomendada a partir de seis años. Entradas: $ 380 (hay 2x1 para suscriptores de la diaria). En venta por Tickantel o en la boletería de la sala.