Sobre una mesa baja, pegada al sillón de la recepción, un libro lleno de fotos a color y blanco y negro está a disposición de quienes visiten las instalaciones de Canal 4. En las últimas páginas del voluminoso objeto se pueden leer nombres de célebres periodistas como Bernardo Gitman, Avedis Badanian y Carlos Giacosa. En otro apartado más colorido aparecen Omar Gutiérrez, Eduardo Freda, Horacio Rubino y Luis Alberto Carballo; en este caso, con el marco de Carballo´s Inn, uno de los primeros programas que llevó adelante en el edificio de la calle Paraguay.

“Este es el canal más grande de todos”, dice Luis, aclarando que se refiere a su arquitectura, mientras caminamos por un galpón enorme donde se guardan, construyen y reparan sillas, muebles y decorados de escenografía. Entonces, observa que, luego de más de 15 años continuados de trabajo allí, muchos de sus compañeros lo tratan como parte del mobiliario.

Actualmente, todas las tardes, de lunes a viernes, conduce el programa Algo contigo. Los domingos a la mañana se encarga de la conducción de Vamo arriba, que es domingo, y acaba de volver con El Precio justo, en una edición deluxe, que va los lunes a la noche.

Luego de la pandemia volvió al teatro con la festejada Forever Young, y si bien amaga, dice que no planea volver al concurso de carnaval, aunque está bastante metido en el mojo. Como tantos, con la vuelta del director Hugo Ligrone al carnaval, imaginó que podrían regresar sus queridos Adams, con los que se consagró en la categoría de parodistas. También salió en Klaper´s, Jackets, Caras y Caretas, Nazarenos y Los Muchachos. En 1995, con los debutantes Zíngaros, escribió la parodia Gatica, considerada por el jurado como la mejor de ese año. En 1997, vestido de Figuretti, logró el primer premio de la categoría murgas, con Araca la Cana.

También hizo radio –condujo El Tren de la noche en Montecarlo–, teatro para adultos y niños en La Candela y El Tinglado, fue cantante en la orquesta de Raúl Medina y conductor de una infinidad de programas de tevé entre los que se destacan El rato de Charoná, en Canal 5, Dale con todo y Record Guiness, en Canal 10, y Pizza a Carballo y Únicos, en el 4. Mucho antes, se puso un disfraz de oso para promocionar una bebida de sabor naranja en el programa Cacho Bochinche, de Canal 12.

Uno de tus mejores protagónicos en carnaval fue el de El hijo de la novia, una parodia muy pegada al teatro más tradicional. ¿Cómo la recordás?

Con mucho cariño. Estaba Leandro Núñez, que es un gran actor y ahora vuelve al carnaval. Y sí, tenía una puesta en escena muy interesante. A mí me gusta mucho respetar la mayor parte de los momentos de la historia. Quiero decir, no parodiar absolutamente todo cuando la parodia no lo amerita. En ese caso, que tratábamos un tema como el alzhéimer, la parodia necesitaba ese tono, que también es parte del carnaval.

Hace poco aparecieron algunos videos en Youtube donde se te puede ver con Los Klaper´s. Los trajes eran impresionantes, como futuristas.

Eso fue en el 86, que nos fue mal. En el 85 nosotros tuvimos un percance con los micrófonos en el Teatro de Verano, que en aquel momento estaban enganchados todos del mismo alambre. Hacíamos una acrobacia y con una mala maniobra enganchamos eso y se cayó. Creo que ese año el jurado se agarró de eso, porque de lo contrario ganábamos cómodos. Seguro que algún personaje se va a enojar, más que nada hinchas de otros grupos, pero hoy a la distancia sigo pensando que aquel era el mejor espectáculo de la categoría, y yo prácticamente no hablaba. Decía tres frases.

Me acuerdo que cuando hicimos la parodia de La cabaña del Tío Tom yo tenía un traje precioso de campesino y estaba muy entusiasmado. Recién arrancaba. Durante toda la parodia estaba parado en una punta. Entonces, dentro de mi ignorancia, le pregunto al [dueño del conjunto] Bubi Benítez “¿yo quién soy?” y me dice: “Vos sos uno de los hijos del Tío Tom, quedate ahí”, y no hablé en toda la parodia. Pero estaba buenísimo, me divertí pila y aprendí mucho. Yo salía con Carlos Viana, Mario Fossati, Horacio Rubino, Atilio Alarcón, Carlitos Rodríguez, Tito Tapia; imaginate, ¿qué iba a hablar yo?

A mediados de los 80, el fenómeno Klaper´s y Gaby´s era tan popular que tenía una gran presencia en la tevé y duraba todo el año, no sólo durante carnaval ¿Con qué fenómeno cultural actual se podría comparar aquello?

En ese momento, por ejemplo, en el tablado del Club Goes la gente se colaba porque se quedaba sin entradas siempre. Era un infierno, una locura, parecía el estadio. Creo que muchas cosas que pasaron en la sociedad han ido apagando esos escenarios. La inseguridad es uno de los motivos, los temas económicos. La tecnología también incidió para que cerraran otros tablados. Y la rivalidad que se había generado entre esos conjuntos los había vuelto muy populares. Pasó lo mismo con Adam’s en los 90, todo el mundo nos recibía con banderas y pancartas. Gaby´s ganó muchísimas veces más que Klaper’s, así que no era un tema de méritos, exclusivamente. Ahora tenemos conjuntos con mucha hinchada, también. Lo de Zíngaros es indiscutible, generado por el propio Pinocho Sosa, y ahora con el sostén de Gastón [Sosa], y Los Muchachos también han logrado una popularidad muy grande. Te diría que lo que pasa entre esos dos conjuntos es lo más parecido a aquello.

¿Cómo era el Bubi Benítez?

El tipo más bueno que había en la tierra. Lo veías caminando por La Comercial cantando y bailando. Era un maestro en elegir las canciones. Se juntaba con un DJ que se llamaba Javier y estaba horas y horas escuchando música. De repente traía una canción que no conocía nadie y decía: “este año vamos con esta”, y siempre funcionaba.

¿Vos eras vecino de él?

Claro. Yo había empezado a hacer alguna cosa de teatro en una iglesia del barrio, y había armado una versión de Romeo y Julieta. Mi padre, que me vio una vez sola en carnaval antes de morir, fue el que me dijo: “andá a hablar con el Bubi y pedile que te preste unos trajes. Y así fue, me los prestó y además me fue a ver. Ahí es que me invita a salir en Los Klaper´s.

¿Cómo era el barrio en esa época?

Una maravilla. Vivía en Constitución y Coquimbo. Eran los años en los que estábamos saliendo de la dictadura. Yo había vivido en Shangrilá, y a los 9 nos vinimos para La Comercial. Recuerdo la barra de amigos, era imponente. El fútbol eran dos cuadras de cancha, y éramos como 1.0000; había un montón de actividades que hoy no las veo. A veces paso por el barrio y me da un poco de nostalgia y de... no te digo tristeza, pero no hay nada. Me acuerdo de que cuando llegaban las fiestas nos vestíamos de Village People, poníamos un pasacasete, bailábamos para los vecinos que se sentaban en la vereda, y nos ganábamos unas monedas. Teníamos 12, 13 años.

Por ahí ya andaba tu vocación.

Mi madre siempre cuenta que un día llegué a casa y dije: “Me anoté en un concurso de canto”. Era en el conservatorio Augusto, en Martin C. Martínez y Amézaga. Si no me equivoco, la profesora se llamaba Susana.

Hace muchos años que hacés televisión continuadamente. ¿Cómo se consigue esa permanencia?

Algo contigo hace 12 años que está al aire, y se mantiene porque se renueva. Si ves los primeros programas era otra cosa, y si mirás lo que hicimos hace cinco años también, no sólo por el cambio de panelistas, que eso, entre comillas, le hace bien al programa, lo refresca. Tratamos de buscarle la vuelta. Hoy por hoy no manejamos casi chimentos. Estamos muy enfocados en lo que pasa en el día a día de la sociedad. La pandemia también nos llevó a estar en contacto con muchos médicos. Y el programa tiene la ventaja o la virtud de que siempre le podés dar un golpe de timón.

¿Y quién decide esos cambios? ¿Los televidentes?

La gente es el gran medidor de todo. Gustavo Fernández Insúa, productor del programa, me dice: “¿qué sos, vidente?” Porque a veces dejo de hacer cosas, simplemente porque me cansan, y entiendo que a la gente también le deben haber cansado, pero es muy difícil saber eso. De repente hiciste un programa que pensás que va a quedar en el olvido y es el que mejor funciona en la semana. Tratamos de estar al día. Pasó con el agua, con la pandemia.

¿A quién la hablas cuándo mirás a cámara?

Una vez dije algo en una nota y creo que lo entendieron mal, o lo expliqué mal. Yo le hablo a la cámara pensando en que del otro lado están los tres millones de uruguayos. En algún momento alguien dijo: “Este se cree que lo mira todo el mundo” ¡Obviamente que no! Está clarísimo. Lo quiero decir es que pienso en toda la gente, en nadie en particular, en un sector social o político, pero lo hago como si estuvieran los tres millones. Tiene que ser así.

¿Qué has aprendido en todos estos años haciendo televisión?

Creo que ahora soy menos impulsivo. Antes se me venía algo a la cabeza y lo tiraba, y después eso me traía consecuencias, por lo general, personales. Antes le hacía mucho caso a las críticas. Hasta el día de hoy no entiendo esa cosa agresiva que aparece en las redes. Antes me afectaba mucho más, ahora te diría que hasta me divierte. A veces te sale el instinto de tratar de estar bien con todo el mundo, y no se puede.

Una vez un directivo de un canal vino a decirme que alguien se había quejado de algo que yo había dicho. Después me di cuenta de lo que había pasado, pero en el momento le dije: “qué raro, porque yo me llevo bien con todo el mundo”, y era así. Esta persona me dijo: “Mirá, vos te podés llevar bien con todo el mundo, pero eso no significa que todo el mundo se lleve bien contigo”. Eso lo trasladé a todos los órdenes.

¿La cercanía que tenés con la gente, y tu experiencia, es lo que hoy te permite tomar postura frente algunos temas de actualidad como el del agua?

Seguro. Lo que pasa acá ahora es que según lo que opines o sos facho o sos bolche, y no tendría que ser así. Cuando opiné del tema del agua, hace tres meses –todavía no había aparecido el tema de los calefones–, dije: “el agua se puede usar”. Y a los dos meses le dije a la gente “el agua es intomable”, pero porque habían pasado cosas en ese tiempo.

Podrías no decir nada, pero te sale decir.

Sí, me sale. Seguramente viviría más tranquilo sin decir nada. Muchas veces me equivoco, y no tengo problemas en retractarme. Lo que me da pereza es tener que explicar, porque hay gente que escuchó una parte, y no todo lo que dije. Por eso te digo que cada vez soy menos impulsivo porque no le quiero explicar nada a nadie.

Vos sabés que cuando decís algo en la tele, eso de inmediato tiene un rebote importante. Está eso de lo que escucha Doña María y Don José.

Don José y Doña María ya me conocen. Saben cuándo ironizo, cuándo hago una broma, cuándo hablo en serio. En este tipo de programas recibís llamadas, no todos los días, pero hay gente que te llama para reclamarte cosas, o para cuestionarte por algo que dijiste. No hace mucho, por una nota a no importa a quién –pero se habló mucho de ese momento, y la persona entrevistada se aprovechó mucho de esa situación, y espero que le haya ido bien– a mí me llamó una persona muy importante para recriminarme cosas por esa nota. Por eso cuando alguien me pone un rótulo, vos decís: “¿qué sabrá de cómo son las cosas esa persona?” No sabe nada. A mí eso me da un poco de rabia. Podría hacer la plancha, pero no le estaría mostrando a la gente cómo soy. Yo no me voy a embanderar con algo para ser más popular. Yo soy así. No le puedo mentir a la gente.

¿Te definís de alguna forma ideológicamente?

Tengo claro lo que no quiero, lo que no me gusta: yo no soy hincha de ninguno. Lo peor que te puede pasar es convertirte en hincha de un partido político, porque cuando pasa eso vas siempre a la cancha, vaya como le vaya a tu equipo, tome las decisiones que tome.

Y si bien por algún tipo de afinidad y por tradición familiar no soy de izquierda, puedo reconocer logros, como otras cosas que no me han gustado, de los gobiernos de izquierda.

Insisto, no soy hincha de ninguno. En las elecciones pasadas apareció una foto mía en un club del Partido Nacional, y sí, yo estaba porque el club era de mi amigo el abogado Diego Durán, que me pidió si me podía dar una vuelta para presentar a la gente que iba a hablar y cantar en un acto. Y sí, ¿cómo no voy a ir? No me voy a esconder.

¿Qué otras cosas no te gustan?

Eso, no me gusta el fanatismo. Eso de que porque votaste a tal, las cosas son siempre como él dice. Yo puedo haber votado a este gobierno, y no significa que esté siempre de acuerdo, ni que lo tenga que aplaudir durante cinco años; ha hecho algunas cosas mal. Del mismo modo, en algún momento aplaudí a Tabaré Vázquez en su primer mandato, que para mí fue fantástico, por ejemplo.

También generaste mucha polémica cuando volvió el carnaval luego de la pandemia y dijiste que se estaba un poco inclinado hacia un lado.

No, a mí me preguntaron “¿te parece que el carnaval está politizado?”, y yo dije: “Sí, está más politizado que nunca”, y me asesinaron. Después entrevistaron a Jaime Roos y le comentan: “Carballo dijo que el carnaval está politizado, ¿vos que opinás?”, y dijo “Creo que es peor que eso, está partidizado, y eso es un peligro”. Seguro, Jaime tiene más fuerza que yo.

Yo no dije que el carnaval era un desastre, dije que estaba politizado. Di una opinión. Ese año vi conjuntos que nunca hablaron de política, que le dedicaron toda la actuación a ese tema.

¿Por qué crees que te caen a vos? ¿Por tu tipo de popularidad?

Creo que es porque no soy políticamente correcto. Capaz que me equivoco. Tal vez tendría que haber respondido: “el carnaval toda la vida fue igual, punto, pasemos a otra cosa”.

¿Cuáles son las mayores satisfacciones de tu carrera?

Permanecer en este oficio, y el reconocimiento de la gente. El uruguayo es medio pacato pero igual a veces se animan, te da un beso, te habla, y a mí eso me encanta; haber conocido a mi mujer [la actriz Rosina Benenati] en este medio, que no es poca cosa, y conocer a mucha gente maravillosa en el camino.

Ahora tenés dos hijos. ¿Te cambió la rutina?

Enzo tiene 32 y Facundo va a cumplir 7. Cuando Rosina estaba embarazada, Tintabrava [Raúl Castro] me dijo: “te va a cambiar la vida, vas a rejuvenecer como 20 años”. Y sí, Facundo es la mezcla de bombas atómicas, está todo el día actuando, y tiene una madre divina. Claro, tenés otros miedos, pero bueno, nada que un psicólogo no pueda arreglar.

¿Sos de los tipos que puede pasar todo el día laburando? ¿Precisás alguna actividad que te ayude a mantener el equilibrio diario?

Me gusta mucho cocinar. Últimamente no tengo mucho tiempo. Me voy del trabajo y estoy deseando llegar a mi casa para estar con mi hijo y Rosina. Ese es mi refugio. No somos de salir mucho, y estemos haciendo lo que estemos haciendo, la pasamos bien. Mi casa, con ellos y mis perros, me da paz.