Ocho años después de su último concierto y nueve desde la aparición de Formidable, su LP más reciente, Musso regresa a los escenarios para brindar dos funciones de su nuevo espectáculo, Ánimos paliativos, en la sala Lazaroff, donde se desempeña como sonidista desde 2020. Las localidades para la primera, programada para el sábado 16, ya se agotaron.
La insistencia de sus compañeros de trabajo y de algunos familiares fue necesaria para concretar esta vuelta a la música en vivo que anunció en sus redes apenas dio el sí hace tres meses, como forma de concientizarse del evento. Desde entonces dedica una decena de horas diarias a preparar el show y se siente cada día más nervioso.
“Ahora la sala es mi segunda casa, aunque si hablás con mi esposa te va a decir que es la primera, porque paso más tiempo ahí. Estoy armando el proyecto en la computadora que será en lo que me base para tocar arriba, porque el audio pasa por la PC, se procesa y después va a la consola. Tengo una MacBook de 2013, donde grabé Pájaro Batman [EP de 2016], que no aguanta la resolución de estos videos, entonces me pasé a una torre que es más vieja, pero la actualicé y trabajo allí”, comenta Musso. Las visuales forman parte de sus conciertos en modo solista desde la época de Farmacia (Ayuí, 1993) y para ellas apelaba al formato VHS y a un televisor en blanco y negro. De todos modos, ahora procura limitar ese recurso “porque al final terminás mirando la tele”, dice.
Para este espectáculo, a falta de otros músicos en escena, Riki estará acompañado durante algunas canciones por videos que sumarán pistas al concierto: “Me da vergüenza poner un violín grabado, pero si ese instrumento lo toca una señora alada en la pantalla de la sala ya es otra cosa. Es una cuestión de ética si está bien meter músicas que no son tocadas por una persona en el escenario, pero me incomoda a mí, un viejo de mierda que nació en 1964. Es mucho más sano que a los pendejos les importe tres carajos. Una caja de ritmos me la banco, me parece más creíble tocar arriba, pero tengo prejuicio de ver músicos con media pista. Cuando tocábamos con el Cuarteto y escuchaba una guitarra que no era la mía ni la de mi hermano, sino que estaba grabada, pensaba “qué necesidad”... Lo hacíamos porque el disco estaba arreglado así y tampoco teníamos tecladista”.
De aquella etapa final en El Cuarteto de Nos también recuerda que empezó a aburrirse: “Los temas eran todos de Roberto [Musso], los arreglaba Juan [Campodónico] y yo solamente tocaba, cuando antes producía todos los discos porque era lo que más me divertía y los demás estaban en otras cosas. No soy un cantautor, lo que me interesa es poner una campanita en un tramo del tema, una guitarra a la que se le revienta una cuerda o un piano medio desafinado. Creo que podría hacerse una versión karaoke de las canciones viejas del Cuarteto como hice con Formidable. Hay un tema de [Santiago] Tavella que se llama ‘La casa de Fabio’ y es una demencia todo lo que suena ahí abajo”.
El menor de los Musso piensa que su música no cambió tanto, más allá de la tecnología aplicada, aunque sí respecto a la que destinaba al Cuarteto: “Dejaba los temas más rockeros o populares para la banda y reservaba los raros para mis discos. En Formidable fue distinto porque metí adrede todo lo que tenía, lo más comercial posible, para ver si la gente se enganchaba, y después pensaba volver a oscurecer todo hacia Servo [Perro Andaluz, 2006]. Ahora los guachos escuchan música más oscura, será porque el mainstream está tan arriba y plastificado que buscan otras cosas”.
Servo de Dios
Otro motivo que lo devuelve a los escenarios es su intención de grabar nuevas canciones; por estos días una vieja composición suya aún inédita (“La luz mala”) es registrada en colaboración con Sylvia Meyer. Piensa que ya en la época de Formidable no tenía sentido hacer un álbum porque nadie tenía tiempo para escucharlo y ahora menos, por tanto no definió si su nueva música saldrá en ese formato o como singles.
Riki también ignora si después de estas funciones rearmará su banda anterior o formará otra, pero comparte una certeza sobre este presente y futuro inmediato: “Estoy tirando para muchos lados como un sistema de fuerzas que no sé para dónde puede explotar pero quiero que explote”, dispara mientras se cuelga a chequear estadísticas de reproducciones en su perfil de Spotify para artistas. Dice que mientras sucede la entrevista hay 11 personas escuchando su música, lleva 70.000 reproducciones este mes y 8.300 seguidores. “Me estoy volviendo un pendejo, la mayoría de los que me escuchan tienen entre 18 y 27 años. Los países donde tengo más reproducciones son México, Argentina y Uruguay”, enumera.
“La flor de la sandía” y “Ricardo de todos los santos” son los temas de Riki más reproducidos este mes; además de esa estadística, le sorprende que quienes siguen su perfil también escuchen a Psiglo, La Chancha, Mandrake Wolf, La Trampa o Milongas Extremas y que nunca aparezca el Cuarteto entre esas bandas. Otra estadística que Riki esgrime es la cantidad de veces que lo reconocieron esa tarde al caminar las cuatro cuadras que separan su casa de 18 de Julio: “Hoy estuve re famoso, me pararon un par de veces para saludarme y pedirme una foto”, destaca.
Dice que hacer un tema no le significa nada aunque puede implicarle unas 30 horas, lo que antes llevaba registrar un disco. “Primero elijo una parte y la pongo en loop para improvisarle una letra arriba que grabo 38 veces hasta definirla. Después la canto 38 veces más y luego selecciono sílaba a sílaba que acomodo a los tiempos de la canción y afino una por una con el lapicito, no con el automático. Otras veces las desafino, es como un collage. La tecnología por un lado enfría la música pero por otro te arregla las cagadas que sólo nota un obsesivo como yo. Todavía me quema la cabeza escuchar el ‘bo’ desafinado en el coro de ‘Bo cartero’”.
Por este motivo, Riki dice que no puede escucharse cantar en los discos del Cuarteto y aclara que toca teclado y guitarra “de atrevido”. “Pero algunas cosas me salen bien, como el arpegio de milonga metido en rock. Se me ocurrió arpegiar para hacer algo diferente porque en ese momento veía que todos tocaban púa para abajo. Con el tiempo noté que entra perfecto en el ritmo del twist, como pasa en ‘Ya te vas a mejorar’, porque cuando hacés milonga es el mismo ritmo de batería, aunque en el disco [Revista ¡¡Ésta!!, 1998] quedó el hi hat medio arrastrado”.
Ricardo Batman
La faceta solista de Ricardo Luis Musso Focaccio comienza con el single “La papa tóxica” (1990), que propone una atmósfera de extrañeza y ensoñación semejante a sus siguientes experimentos sónicos, como aquellos 22 tracks, entre música y misceláneas, que editó bajo el nombre Como Mirpo y salió primero en casete (1992) y luego en CD (2015) por Perro Andaluz. El motivo original había sido componer la banda sonora de una exposición del artista Fernando López Lage.
Luego llegó Farmacia, que hoy le avergüenza haber editado. Fue fruto de la insistencia de Mauricio Ubal, quien quiso sacarlo por su sello Ayuí. Lo que sí recuerda positivamente es la presentación del álbum en el teatro Circular, pues implicó cuatro funciones, en una época en la que él era poco conocido y en la que el Cuarteto todavía no había alcanzado la masividad de Otra Navidad en las trincheras (1994). En aquellas funciones suplió el teclado que le había prestado Andrés Bedó para grabar el álbum con un Casiotone que le regaló la actriz y directora Mary da Cunha.
Ese año también editó El dueño del queso, que como su antecesor posee 22 tracks. Recién durante 2006 retomó su trabajo solista con Servo, el disco que más le gusta porque sigue llevándolo a un lugar anímico donde dice “ese soy yo”. Tiempo atrás, Ángel Atienza (director de Perro Andaluz) le propuso sacarlo en vinilo, pero no es un formato que le interese de por sí, afirma.
Su último larga duración es Formidable, publicado ex profeso durante el Mundial de fútbol de 2014 con la idea de llamar la atención de quienes no estaban interesados en el evento deportivo. Recurrió a su repertorio guitarrero, rockero y líricamente surrealista, o sea, a la zona a la que quiso llevar al Cuarteto que no fue. Todo parecía favorable para este álbum desde que lo compartió en la web y acumuló miles de descargas, tantas que motivó el interés del sello Montevideo Music Group, que lo editó en CD, y también fue publicado en Argentina por Pelo Music. En simultáneo, la celebración de sus colegas y la prensa musical ante la calidad del material tuvo su correlato en los cinco premios Graffiti que obtuvo en 2015, con la singularidad de ganarle a su banda anterior en algunas ternas.
Sin embargo, de aquella época recuerda algunos sinsabores, como la poca presencia de público en sus recitales: “Metía la misma cantidad de gente acá y en Argentina. Capaz que en Uruguay salen a ver algo sobre seguro”, rememora el músico. Tampoco tiene un buen recuerdo de la presentación del disco en la sala Zitarrosa, pues no quedó conforme con su forma de cantar, producto del desentrenamiento con el que llegó a esa fecha.
Tras esa experiencia, ahora realiza algo que llama “gimnasia diafragmática” de cara a sus próximas funciones, que contarán con temas de Farmacia, Servo, Formidable y algunos del Cuarteto. No tiene definido qué instrumentos lo acompañarán aparte del teclado, una guitarra folk y otra española, ya que aún no está seguro de llevar la eléctrica: “Creo que la voy a usar porque es la única de verdad que tengo, me la regaló Gibson”, anuncia.
La teoría del pancho
Riki maravilla con su facilidad para saltar de un tema a otro, algo que saben quienes escucharon el programa radial Servo, que emitió la extinta Emisora del Sur durante nueve temporadas y media. Allí nada de lo humano le era ajeno y aparte de seleccionar música compartía contenidos autobiográficos. Llegó a afeitarse en vivo (lo que motivó la llamada de una radioyente quejándose del acicalado) y a buscar empleo y enviar currículums durante sus últimas emisiones. Meses atrás, aquel espíritu de reality rondó un podcast del que hizo algunos capítulos con la intención de atraer escuchas a su perfil de Spotify, pero abandonó la iniciativa al notar que la plataforma no permite mezclar música y otros contenidos en el mismo sitio.
La radio es un lugar común en la historia de Musso desde niño, cuando jugaban con su hermano a hacer programas y los grababan en casetes que aún conserva. Comenta que este medio “representa una forma de exponer mis cosas como si fuera la música porque tampoco hago canciones con estribillo o doy un mensaje a la humanidad, no me interesa nada de eso. De la música que hago me importa transmitir una totalidad anímica, que te meta adentro de algo que no sabés que es”.
El próximo viaje hacia su música tiene por destino Ánimos paliativos, título que alude tanto a los químicos reguladores del sistema nervioso como a la situación socioeconómica de nuestro país. “En Uruguay es todo paliativo: nos quedamos sin agua y ponemos salada o compramos una bomba que sale no sé cuántos millones de dólares para usarla un rato. Vivimos tapando agujeros con otras porquerías. Estamos acostumbrados a eso; una vez hablando con Andy Adler, hará 20 años, le comentaba que no entendía cómo la gente no se quejaba con lo mal que estaba todo. Él me decía: ‘¿Sabés qué pasa? Todos los meses te sacan un pancho. Entonces cuando querés acordar al año te sacaron 50 panchos y hay noches que ya no podés cenar’. Estamos acostumbrados a que estar bien sea llegar a fin de mes. Sobrevivir es andar bien, y eso es un estado paliativo del estar bien. Te estás muriendo de cáncer, entonces te dan algo para que duela menos, pero igual te vas a morir. Uruguay es como un camión que puede moverse pero si lo cargás con algo ya no funciona”.
Después matiza: “Igual si ves al resto de América Latina notás que todos tienen sus problemas. Lo mejor es ser inmune a eso, pero ya estamos en un estado que no está dando pa comer”.
Ánimos paliativos. Sábados 16 y 23 de setiembre a las 21.00 en la sala Lazaroff. Entradas a $ 500 en Tickantel.