A pesar del éxito de público y crítica de sus primeras dos temporadas, nada parecía poder salvar a Warrior del tan temido infierno de la cancelación. Basada en textos de Bruce Lee –nada menos– y llevada adelante por ese gran autor pulp que es Jonathan Tropper (responsable de la explosiva Banshee), la serie narraba el enfrentamiento entre los tongs (mafias chinas) en la San Francisco de fines del siglo XIX, sumado al conflicto racial producido por la llegada masiva de inmigrantes chinos en sustitución de los irlandeses como mano de obra barata.

Con un entramado complejo, ambicioso, con no menos de una docena de personajes protagónicos –entre los mafiosos, los policías, los políticos, y ciudadanos de a pie de cualquier etnia–, Warrior era también una apuesta cara, por lo que Cinemax (su primera casa productora) resolvió no continuarla luego de su segunda temporada. Esto dejaba al público con la tremenda desazón de un relato trunco. La olla a presión puesta a hervir estallaba con tremendos disturbios que llevaban a la persecución de los chinos y a su casi exterminio (en un relato que, como muchos otros en la serie, está basado en hechos reales, en este caso el pogromo de tres días ocurrido en San Francisco en 1877, que dejó al barrio consumido por el fuego).

¿Qué pasaría después de eso? ¿Cómo se reorganizarían los tongs después de haber tenido que trabajar juntos? ¿Cómo proseguiría el accionar político que buscaba prohibir la inmigración china a Estados Unidos? Todo iba a quedar sin respuesta hasta que llegó esta tercera temporada, que mantiene el inmenso nivel de la serie.

Nuestro punto de vista siempre ha sido el de Ah Sahm (Andrew Koji), dado que con su llegada a América comenzó esta historia. Miembro de uno de los tongs –los Hop Wei–, tiene un corso a contramano a la hora de enfrentar a sus máximos rivales –los Long Zii– porque están liderados por su hermana, Mai Ling (Dianne Doan). Esta duda de lealtades es el centro de esta tercera temporada, porque aunque ahora los tongs hacen negocios entre sí, se percibe que es un asunto pasajero y que pronto derivará en el inevitable conflicto, por lo que Young Jun (Jason Tobin), el líder de los Hop Wei, espera que Ah se decida rápidamente.

Por supuesto, una serie con 12 –o más– protagonistas no tiene un único argumento. Por el lado de los caucásicos, limitar la mano de obra china es el único interés del irlandés Leary (Dean Jagger), quien se va metiendo en el mundo de la política. También la Policía busca controlar a los chinos, y la llegada de un nuevo jefe, que deja a Bill O’Hara (Kieran Bew), el mejor de los agentes de Chinatown, en una pésima posición. Porque además quiere el destino que los tongs encuentren placas para falsificar dinero, lo que termina propiciando la llegada de agentes del Tesoro para investigar.

Podría seguir y seguir con las muchas tramas que propone la serie en sus diez episodios –aprovechados al máximo: no da respiro–, pero sería abundar innecesariamente. Sólo cabe destacar que cada trama se mantiene perfectamente, cada personaje importa, así como su relacionamiento con los demás. Hay giros inesperados en la trama de cada capítulo y la emoción minuto a minuto es mucha.

Da gusto ver algo tan ingenioso como un drama histórico, con fuerte base en la realidad –la Ley de Exclusión China que aquí se discute fue, efectivamente, firmada por el presidente Chester A Arthur en 1882– y que además aporta una acción descontrolada, con las mejores secuencias de pelea que se pueda pedir (ayuda muchísimo tener a un especialista como Brett Chan al frente). Esta tercera temporada de Warrior es un reparto de cartas que deja a todos los jugadores en un lugar diferente ante una situación completamente nueva. La cuarta temporada, lamentablemente todavía no confirmada, se vuelve imprescindible para los fans de este glorioso Chinatown recreado en una de las mejores series de televisión contemporáneas.

Warrior. Diez episodios de aproximadamente una hora. En HBO Max.