En época de cancelaciones apresuradas, de realities baratísimos y de narrativas que apelan al mínimo común de los espectadores (o suscriptores), tenemos que alegrarnos de que un programa como Fantasmas exista en una plataforma como Max. Y encima, tenemos que alegrarnos de que esté bueno.
Todavía no vi Los Espookys, la serie creada por Julio Torres, Fred Armisen y Ana Fabrega, que estrenó dos temporadas en HBO entre 2019 y 2022. Está en la cada vez más larga lista de deseos, de pendientes, de títulos que probablemente te salven una tarde aunque sabés en tu fuero más interno que nunca les darás play.
Fantasmas (cuyo título original es así, como la palabra en español) es la nueva creación de Torres y logró convencerme con el tráiler. Con esto quiero decir que las imágenes surrealistas y delirantes contenidas en menos de dos minutos de video me dejaron tan intrigado que pasé por arriba de un montón de series y películas pendientes y le di play. Unas tres horas después, tenía más preguntas que antes, pero no me arrepentía de nada.
La acción transcurre en un mundo a medio camino entre lo teatral y lo onírico. Con escenografías que revelan su carácter ficticio, dentro de enormes espacios oscuros que recuerdan a los galpones en los que Nathan Fielder construía sus reproducciones de viviendas y comercios reales.
Allí, Julio (Julio) tiene una existencia caótica, rimbombante, colorida y colorinchuda. Se gana la vida ofreciendo sus talentos “sinestésicos”, que le permiten (por ejemplo) presentarse ante una fábrica de crayolas, reaccionar a cada uno de los colores y proponer uno nuevo, completamente transparente.
Necesita hacer dinero porque incluso en este mundo hay que pagar el alquiler, y además como garantía se necesita una “prueba de existencia”, un documento que Julio se niega a tramitar, por lo tanto su única opción es convertirse en alguien relevante para la sociedad, quizás gracias a ese talento de mezclar la información sensorial.
Mientras tanto, se mueve en una variante del Uber llamada Chester, en honor al conductor de su único vehículo, llamado Chester (por supuesto) y que tiene peinados y maquillajes aún más llamativos que los de Julio. A ese mismo taxi, o Chester, se sube la agente de Julio, que en realidad es una amiga actriz que actúa como agente, pero a esa altura ya se convirtió en una.
Pasan muchísimas cosas en los seis episodios de media hora de Fantasmas, la mayoría de ellas relacionadas con la búsqueda de una caravana muy cara que Julio perdió a los pocos minutos de haberla comprado. Esa caravana era del mismo tamaño que un lunar (¿o será una marca de nacimiento?) que tiene al costado del rostro, y la única forma de averiguar si creció (y si por ende está en peligro) es encontrándola. Aunque tenga que llegar al fondo del mar.
Esta narrativa podría ser pesada, especialmente si estamos acostumbrados a lo más convencional de lo convencional (que incluso así cada vez tiene más riesgos de ser cancelado), pero Fantasmas esconde un secreto, o no tanto: es un programa de sketches.
En medio de las aventuras de Julio, ya sea en un sueño, en un televisor dentro del vehículo de Chester, en un agujero de ratón o en la vida de alguien que acaba de cruzarse con él, suceden pequeñas historias autoconclusivas, algunas dignas de segmentos de Adult Swim. Como Melf, la parodia patética de Alf en la que el Willy de la familia comienza a desarrollar sentimientos intensos hacia el extraterrestre que vive con ellos.
Cada uno de los elementos de esta serie parece en perfecta combinación con los otros, desde los fondos de la vía pública proyectados sobre telas en varias capas hasta los actores invitados. Como Steve Buscemi, que hace de la letra Q una letra demasiado compleja para estar tan adelante en el alfabeto, lo que la convierte en una especie de artista punk incomprendido que se arrojaría al vacío si tuviera espacio para hacerlo.
Hay pitufos de segundas marcas, crítica a las narrativas de superhéroes, grafitis extraños en los sanitarios y un duende de Papá Noel demandando al viejo regalón en un juicio transmitido en televisión. Si ninguno de estos elementos llamó tu atención, ni siquiera voy a insistir en recomendarte esta serie. Bueno, sólo una vez más. Dale una oportunidad.
Fantasmas. Seis episodios de media hora. En Max.