Con el currículum sobre la mesa, son muy pocos los creadores televisivos capaces de competirle a Chuck Lorre el título de rey de los rayos catódicos. El responsable de series cómo Two and a Half Men, The Big Bang Theory o, en tiempos más recientes, la excelente El método Kominsky es un autor capaz de reconvertirse, entender en qué dirección sopla el viento televisivo y moverse como pez en el agua en el subgénero sitcom.

Sea sobre un mujeriego que repentinamente tenía que compartir techo con su hermano perdedor (y un particular sobrino), un cuarteto de nerds científicos puestos a convivir con una vecina bonita que nada tenía que ver con ellos, o la relación en la tercera edad entre un actor frustrado y su cáustico representante, Lorre es capaz de hacer reír y, no pocas veces, emocionar. Tiene la particular facilidad de generar personajes queribles, incluso aquellos que presenta venales o en las antípodas de la moralidad más estándar. Personajes humanos, en definitiva. Y en Bookie, su nueva serie –escrita en esta oportunidad junto a Nick Bakay– vuelve a acertar.

Un bookie es un corredor de apuestas; en este caso, se trata de Danny (Sebastian Maniscalco), un veterano profesional del rubro que empieza a ver cada vez con más preocupación la posible legalización del juego en California. Lo acompaña su mejor amigo Ray (Omar J Dorsey), un ex linebacker de fútbol americano devenido en el músculo que amenaza a los apostadores incumplidores, aunque, en rigor de la verdad, no es muy propenso a la violencia. Completan el equipo Lorraine (Vanessa Ferlito), la hermana de Danny y administradora de la empresa, y Héctor (Jorge García, el popular Hugo de Lost), quien pronto suma opciones nuevas al negocio entre los jugadores hispanohablantes. La vida familiar de Danny y Ray también tiene su peso, y aparecen la esposa y el hijastro del primero (Andrea Anders y Maxim Swinton) y la abuela del segundo (Arnetia Walker).

Con los personajes rápidamente presentados, viviremos el día a día de estos corredores de apuestas, que persiguen deudores, se vinculan no pocas veces con mafiosos o toman encargos que superan ampliamente su condición de peces de pecera chica.

No cabe duda de que, como el buen vino, los años han mejorado la mano de Lorre para este formato, porque por eficacia, por humor, por la experiencia acumulada es que hoy sus relatos resultan tan contundentes. Mucho lo ayuda aquí el elenco, en particular el –para mí– desconocido Maniscalco. Comediante de stand-up de humor particularmente incorrecto, está lejísimos de las ligas de colegas más populares como Dave Chappelle o Ricky Gervais, pero eso no impide que funcione estupendamente. Su química con Dorsey, su timing para cada momento cómico, su respuesta ante cada situación dramática, hacen de Danny algo que vale la pena ver.

Él y el resto del elenco se ven particularmente beneficiados por el formato episódico autoconclusivo de los ocho capítulos que componen Bookie, puesto que la variedad de situaciones es algo que les permite desplegar su talento. También reluce la inagotable agenda de Chuck Lorre: el elenco de invitados puntuales rotativos es simplemente inmenso. Toby Huss, Rob Corddry (cuya presencia nos hace recordar a Ballers, una serie con muchísimos puntos en común), Wayne Knight, Brent Jennings, DJ Qualls y dos episodios maravillosos con Charlie Sheen haciendo de sí mismo en una encarnación tan descacharrante como seguramente cercana a la realidad.

Como pasaba en productos recientes de Lorre, el balance entre comedia y drama es aquí perfecto, pero se suma una saludable dosis muy abundante de humor negro que realza esta serie, la destaca y la vuelve uno de los mejores descubrimientos recientes dentro de la grilla de HBO Max.

Bookie. Ocho episodios de 21 minutos. En HBO Max.