Jeff es un diseñador gráfico. No trabaja freelance, sino que está en la nómina de una empresa, diseñando las invitaciones a los encuentros, el menú de la cafetería y toda clase de comunicación interna. La empresa, Mars.ly, lleva años en un proceso de colonización de Marte. Jeff acepta viajar 225 millones de kilómetros y cambiar un cubículo en la Tierra por uno en el planeta rojo, pero pocos meses después de instalarse le informan que su cargo ya no es necesario. Esto resulta muy sorpresivo para Jeff, pero no para aquellos que sepan lo que significa Fired on Mars (“despedido en Marte”), título de una serie animada que llegó sin hacer mucho ruido pero con la capacidad de calar hondo.
La animación para adultos dejó de ser un bicho raro hace muchísimo tiempo, pero (al igual que con toda clase de expresión artística) hay un porcentaje menor que acaricia la excelencia. Esta serie creada por Nate Sherman y Nick Vokey definitivamente queda entre los mejores exponentes de su nicho, porque más allá de apuntar sus baterías hacia los enemigos de siempre, como el mundo laboral dentro del capitalismo salvaje, toma suficientes riesgos narrativos como para mantener nuestra atención durante ocho episodios que no llevan un ritmo trepidante acorde a nuestro presente con déficit de atención.
El despido, y la lógica imposibilidad de regresar a nuestro planeta (es algo demasiado costoso), llevan a que Jeff quede varado y con todo el tiempo del mundo, aunque lleve sólo siete meses conociendo ese mundo. Parece la oportunidad perfecta para mirar hacia adentro y buscar un propósito, aunque Jeff no parece ser un ejemplo de asertividad y personalidad hipnóticas. De hecho, es posible que muchos de sus compañeros ni siquiera hayan notado que ya no está yendo a trabajar.
Para una temporada tan corta, Fired on Mars tiene un manojo de “arcos”, por pequeños que sean, que llevan a nuestro protagonista de un lado a otro de la colonia. Por momentos parece que el trasfondo será la búsqueda del trabajo ideal, o al menos de uno que pueda mantener, pero los guiones van topando a Jeff con personajes que podrían haber salido de una película de Wes Anderson, aunque la animación no salga de lo estándar, y de lo que podemos imaginar si nos dicen “serie animada para adultos estrenada en el siglo XXI”. Con un estilo que recuerda a Bojack Horseman, serie también emparentada por mezclar en forma eficaz la comedia y el drama, el humor tonto y la angustia existencial. Todo con una buena dosis de melancolía.
En el camino de Jeff por encontrarse consigo mismo (o al menos con algo) se topará con oficinas de recursos humanos que tienen los mismos problemas aquí y en Marte, conocerá a rebeldes antisistema, tendrá el peor de los empleos posibles exterminando plagas y también terminará asistiendo a fiestas en salones VIP y codeándose con los poderosos del lugar. Estas situaciones no tienen una evolución narrativa clásica, sino que la historia deja algunas puertas abiertas sin volver a ellas, y en ocasiones lo que importa está en el espacio negativo, en lo que no se cuenta.
Aquí el total es mayor que la suma de las partes. La combinación de un protagonista en plena montaña rusa espiritual, cada uno de los humanos que encuentra cerca de las vías, cada pequeño desvío (desde un interés romántico a una conspiración inocentona), más la animación decente y los buenos trabajos de voces (Luke Wilson, Tim Heidecker, Sean Wing, entre otros) generan un producto denso, que exige un pelín más que el promedio de la programación televisiva, pero deja la satisfacción de haber invertido bien nuestro tiempo.
Fired on Mars, con las voces de Luke Wilson y Tim Heidecker. Ocho episodios de 25 minutos. En HBO Max.