“En los últimos años me he reconectado bastante con mi faceta de selector musical y desde un lugar muy espiritual. Había dejado un poco esa costumbre por las presentaciones de mi propio material y siempre fue uno de los canales más inspiradores de mi oficio”, cuenta Cruz, en diálogo con la diaria, sobre su mayor entusiasmo de estos días. De permanente gira por el mundo como músico y DJ, elige, entre otros, discos de los británicos Terry Francis y Ed Davenport para su presentación en el prestigioso Studio Namsan de Seúl, Corea de Sur, y los mezcla con música asiática que no desentona en la hora y pico de house oscuro y caminante de una sesión del pasado enero, disponible en Youtube.
Su regreso a Uruguay se da en el marco de Quebrada, el nuevo nombre del festival Senderos, que ya cuenta con más de 18 ediciones y por el que pasaron artistas como Luciano Supervielle, Juan Campodónico, los peruanos Dengue Dengue Dengue!, Rodrigo Gallardo, Uji, Matanza y Kaleema, entre otros.
Anunciado por sus organizadores como “un ritual que busca profundizar en lo sensible, a través de la música y la naturaleza como elementos conectores” y “una ceremonia que nos invita a conocer estilos musicales con artistas de larga trayectoria y emergentes, y nos acerca a formas vanguardistas de experimentar con los sonidos”, el evento, que supo instalarse en el Hotel del Prado, el Castillo Pittamiglio y el Museo de la Migraciones, esta vez tendrá lugar en el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry y contará, además, con las actuaciones de la artista británica Jane Fitz y los uruguayos Crim y DJ Koolt.
Entre dos continentes
De padres ecuatorianos, Cruz nació en Limoges, Francia, donde vivió hasta los tres años. Luego la familia volvió a Quito, donde pasó el resto de su niñez y adolescencia. Sus primeras músicas las hizo con una batería que recibió de regalo a los 12, y poco después se interesó por la música electrónica. A los 19 se fue a vivir a México y pegó onda con el DJ chileno-estadounidense Nicolás Jaar, una figura clave para que desembocara en su estilo.
Autodefinido como “un explorador sónico” antes que un compositor, cuando comenzó a codearse con colegas más o menos prestigiosos y a encontrar su propia voz se vio de vuelta en Ecuador, llamado a responder por sus raíces y atraído por un montón de sonidos que se le habían pasado por alto, conquistado por las estrellas extranjeras.
La mezcla de su bagaje de fan de la música nacida en Detroit con los ritmos de la música étnica del país del sol, como el ancent (una plegaria mágica para invocar a los espíritus que nació en Shuar, un pueblo de la Amazonia ecuatoriana), se puede escuchar con nitidez en Prender el alma, su disco debut de 2015.
“Con mi búsqueda intento documentar ciertos momentos con sonidos”, dice para explicar algo de su identidad artística, no siempre conectada a las pistas de baile, y disparadora de imágenes de la naturaleza en su forma más primitiva. “Uno de los aspectos que más me gustan de lo que hago es visualizar cierto tipo de futuro”, agrega.
La originalidad de la obra de Cruz reside en su talento para diluir lo producido por las máquinas en favor de guitarras, instrumentos artesanales de percusión y sonidos conocidos, como el de pájaros salvajes, o extraños, de hojas crujientes, inmersos en un universo sonoro que, con los años, se ha extendido a lo largo y ancho del mapa de América Latina. “Prender el alma”, el track que le da título a su primer disco (editado en 2015 por el sello argentino ZZK Records), es uno de los mejores ejemplos del logro; también se recomienda la escucha de “El diablo me va a llevar” (de Siku, 2019) o algo de su EP Arpejos da floresta (2020).
“Me encanta capturar sonido en distintos estados de la materia”, cuenta el artista. “Son lenguajes totalmente diferentes. Siempre estoy buscando nuevos tipos de micrófonos, como los acuófonos (para realizar grabaciones en el agua), o los geófonos (para superficies sólidas). Últimamente me ha resultado particularmente reveladora la sonoridad del gong”.
Reconoce la base de su música en la percusión: “Mi mente siempre está buscando relaciones rítmicas entre melodías, grabaciones ambientales y las sensaciones que una composición pueda generar. Me gusta pensar que el ritmo está antes que todo, que la armonía y la melodía. Si tenemos una nota, es una sola nota, pero tiene que existir ritmo (o una distancia entre notas) para que la historia se empiece a contar”, asegura.
En el mismo tiempo que confiere a su música, con un poder premonitorio se pregunta cómo es posible que un fenómeno “tan revolucionario como la música electrónica” mantenga a sus creadores “acudiendo a las mismas máquinas, como el sintetizador Roland TR-808”, construido a principios de los 80. “Hay algo detrás de ese sonido (o máquina) específico, que se ha establecido trascendentalmente en muchos niveles, desde lo político hasta lo espiritual, y seguimos persiguiéndolo”, reflexiona.
Nicola Cruz se presenta en el festival Quebrada este sábado a las 17.00 en el Museo de Arte Contemporáneo Pablo Atchugarry (ruta 104 km 4,5, Manantiales, Maldonado). Entradas en Redtickets desde $ 330 a $ 4.600.