Sabía que no iba a durar demasiado su papel en Zona de riesgo, una de las ficciones televisivas más arriesgadas de la década de 1990. Tenía que encarnar a la hija de un empresario corrupto puesta en el agitado camino de un político en pleno ascenso de su campaña electoral. Alertada de su efímera participación en pantalla, tiñó su pelo de color rojo y se colocó lentes de contacto para virar sus ojos a verde esmeralda. La jugada resultó. La primera aparición de su personaje hizo que el rating del programa explotara y le otorgó más texto y nuevas aventuras. Aquella sería una más de sus decisiones revulsivas, en una larga carrera como actriz y protagonista de la cultura argentina.

Hija del periodista Osvaldo Papaleo y de la actriz y diputada justicialista Irma Roy (fallecida en 2016), a Carolina Papaleo nunca le faltaron las historias ni la inquietud para contarlas. Como popular figura del espectáculo protagonizó otros grandes ciclos de la tevé, como los de Alta comedia y Atreverse, y las telenovelas Una voz en el teléfono, Dulce amor y Los Roldán, entre muchas otras.

Paralelamente desarrolló una extensa carrera en el teatro y en el cine, de la que se destaca su trabajo en Perdido por perdido (Alberto Lecchi, 1993), una película de culto que marcó un quiebre en la forma de filmar en Argentina. Además, su vocación la llevó a cursar la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, y recibió su licenciatura en 2023.

Hoy, con dos obras de teatro en cartel, dedica horas de trabajo a un proyecto de reforma constitucional que podría habilitar una renta básica universal en la provincia de La Rioja. Paralelamente planea el lanzamiento de un canal de streaming y un diario digital con contenidos políticos y culturales. “Mi vida siempre fue así”, comenta sobre su estatus de múltiple actividad, al otro lado del teléfono, desde su casa en Buenos Aires.

“No sé en qué lío me metí. Un día viajé a La Rioja, comenté que me interesaba el tema y hoy de tarde tengo un Zoom con legisladores de allá. Por ahora es un proyecto para una sola provincia, pero imaginate que si sale es un golazo”, avizora.

Foto: s/d de autor, difusión.

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¿Cómo ha sido para vos ser una figura popular de la cultura en Argentina?

La verdad es que yo tuve la suerte de haber vivido otra televisión y otro mundo. Yo misma hoy, cuando miro la tele, chequeo mis redes sociales. Todos hacemos un montón de cosas a la vez. Hace poco, en un viaje, un muchacho se sacó una foto conmigo y me dijo: “Mi mamá me obligaba a ver Una voz en el teléfono cuando era chico”. Claro, no había opción, en las casas había una sola televisión. Hay muchas generaciones que me siguen reconociendo por esos detalles.

En el teatro tuviste la chance de trabajar con China Zorrilla. ¿Qué recordás de esa experiencia?

Para mí Una voz en el teléfono fue el quiebre hacia la popularidad, y el segundo fue cuando la vida me cruzó con China, porque tuve que reemplazar a Thelma Biral en Camino a la Meca. Con ella recorrí toda la Argentina. Llenaba los teatros de tal forma que muchas veces íbamos a lugares que no eran plazas clásicas; los productores probaban la obra en localidades a las que no llega casi nada de teatro. Por eso siempre digo que China hizo patria.

¿Qué dirías que fue lo más valioso de tu trabajo con ella?

Al compartir tanto tiempo con ella, y como yo era un reemplazo, lo que hacía China era corregirme. Yo no había tenido la posibilidad de un proceso de ensayo. Así que todos los días iba a su habitación, tomábamos un tecito y me hacía repasar toda la letra. Y a la noche, en la función, me daba cuenta de que no era el personaje de Helen la que me miraba, era ella que me estaba tomando la lección. Yo decía la letra tal cual me lo había indicado y la gente estallaba. A partir de esa experiencia dejé de ser una actriz de televisión para convertirme en una actriz de teatro. Además, hasta ese momento todavía era “la hija de Irma Roy”; luego de la obra la gente empezó a reconocerme como Carolina Papaleo.

Hoy en Buenos Aires tenés en cartel la obra Yo adivino el parpadeo, y a Montevideo llegás con S.O.S. Nací mujer. ¿Qué se puede saber de tu unipersonal?

Es como mi hijito: lo escribí, después hice un libro [Ser mujer es caro. Coaching para mujeres hartas de la perfección, Ediciones B, 2010], soy la productora y la protagonista.

¿Lo seguís actualizando?

Sí, me pasa que todo el tiempo lo estoy editando, y al mismo tiempo cada día está más largo. Yo me engancho con la gente y surgen cosas nuevas en todas las funciones. Más de una vez me han dicho: “Ah, lo hacés ahora, aprovechando la ola feminista”, a lo cual respondo: “Disculpame, esto lo tengo escrito hace más de diez años”. Por supuesto que el espectáculo se va agiornando porque hay cosas que han cambiado o dejaron de ocurrir. De todos modos, nada cambia de la noche a la mañana, va a llevar generaciones; las mujeres hemos avanzado, pero seguimos viviendo en una sociedad machista; allá también, la de ustedes es una sociedad más conversadora.

Foto: s/d de autor, difusión.

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¿La respuesta del público cambió?

Creo que no. Yo, por ejemplo, ya sé dónde se va a reír. La obra tiene mucho de esos mandatos de género que recibimos desde la infancia, a través de canciones que, a priori, parecen de lo más inofensivas. El mundo es cada vez más hostil. Si hay dos en la casa, ambos tienen que salir a trabajar; a la vez, somos muchas las madres solteras a las que nos toca asumir el rol de jefas de familia, y eso hace que no haya cambiado demasiado todo lo que digo en la obra.

En este unipersonal usás mucho el humor como recurso, aunque parece algo habitual en vos, incluso cuando das una nota para hablar de política. ¿Lo habrás heredado de tu madre?

Ella en la intimidad era mucho más seria. Lo que sí es cierto es que muchas de las situaciones que se dieron dentro de mi casa y que yo viví, vinculadas a la política, ella las llevaba al grotesco. Y creo yo que tomo ese espíritu, convencida de que desde el humor y la ironía el mensaje que una transmite puede llegar mejor que si lo hacés con una bajada de línea.

Desde acá en Uruguay, siempre nos sorprende la cantidad de cosas increíbles que pasan en Argentina a diario. ¿Cuál es tu mirada desde la politología?

Es que nosotros también sentimos lo mismo. Hace unos días, antes de volver a casa de un viaje, le pregunto a mi padre: “¿Pasó algo?”, me dice, “No, tranquila”, y a la mañana siguiente, prendo el televisor y resulta que en la visita del presidente [Javier] Milei al colegio en el que estudió se habían desmayado dos adolescentes. Lo llamé a mi padre y le dije: “¡Viste que sí había pasado algo!”.

¿Con qué tendrá que ver el fenómeno?

Yo creo que hay cosas que dejan improntas, de la misma forma en que la relación con las Fuerzas Armadas, después de las dictaduras, es distinta en cada lugar. Argentina es el único país que enjuició a sus juntas militares. Y acá todo el mundo está empapado de lo que pasa alrededor de la política, no sé si no hablamos más de política que de fútbol. El peronismo también dejó su impronta muy fuerte; los argentinos se sienten protagonistas de cada cosa que pasa y seguramente por eso es que todos los días surge algo increíble que repercute en la sociedad.

Muchos analistas políticos dicen que hoy el peronismo no logra organizarse. ¿Cómo la ves?

Cuando acá ganó Mauricio Macri nadie se preocupó por la unión del peronismo. Se entendía que en sus primeros meses de gobierno iba a tener una luna de miel con quienes lo habían votado y que después la gente se iba a dar cuenta de la situación. Hoy, con Milei, es tal el caos económico y social que es una luna de miel mucho más complicada, pero de todas formas hay mucha gente que sigue creyendo y apoyando el proyecto de gobierno.

¿Decís que el peronismo, más allá de dirigentes, tiene que resurgir desde el pueblo?

Sí, creo que en el peronismo nos hace falta una oxigenación de candidaturas y de propuestas. Y seguramente eso va a pasar, son cosas que llevan tiempo. El problema es que sigue habiendo mucha gente mirando al peronismo en vez de estar mirando al que votaste. Es decir, “¡yo nos los voté, fijate vos!”. La política argentina tiene cosas como que el que salió tercero está gobernando, pero todo se hace en comparación con el peronismo. Lo correcto sería ver, primero, qué están haciendo los que están gobernando.

¿Te has puesto a analizar el discurso de Milei?

Es muy difícil analizar su discurso. Lo suyo es: “Hacés lo que yo quiero y, si no, estás afuera”. Es como querer jugar al póquer con cartas españolas. No se puede.

Pero les terminó resultando atractivo a muchos argentinos que lo votaron.

Él llegó con la idea de romper con todo, hasta ahí lo banco. Yo tuve una abuela anarquista que si viera esto se desmaya. Si por algo lucharon los anarquistas fue por los derechos sociales, que es todo lo que estamos perdiendo. Milei se define como anarcocapitalista. La gente dijo: “Esto no me lo solucionaron, esto tampoco; ya está, voto a uno que viene con una motosierra para que rompa todo”. En esa época yo decía: “Mirá que se puede estar peor”, pero entiendo que era difícil. Teníamos un 7% de inflación, hoy tenemos un 25% y el presidente dice que hay que llevar en andas al ministro de Economía.

Yo digo que en vez de un gobierno estamos viviendo una experiencia.

Tu padre supo estar muy cerca de Juan Domingo Perón. ¿Cuál es la mejor historia que te contó?

Creo que la historia más importante es que él, como periodista, tuvo la primicia en la Argentina de dónde estaba enterrado el cadáver de Eva Perón. El sepulturero le dio los datos precisos y con eso se fue a Puerta de Hierro [donde vivía Perón en Madrid]. Por otro lado, mi madre viajó en el chárter que trajo a Perón a la Argentina en 1972, luego de su exilio.

Otras actrices en tu lugar se quedarían sólo con la actuación. ¿Por qué te dedicás a la política?

Estuve seis años de mi vida estudiando Ciencias Políticas, mientras tenía una vida y un hijo que va creciendo. Creo que tiene que ver con eso.

Pero hay una motivación detrás.

Sin dudas. Sigo creyendo que es la mejor herramienta para cambiar la vida de la gente para mejor. Por eso me involucré en este asunto de la renta básica universal. Hoy también me interesa mucho encontrar una solución para las personas en situación de calle. Siempre estoy escribiendo algún proyecto y lo muevo por todos lados. Como decía Winston Churchill: “Yo voy de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.

Volviendo a la actuación, trabajaste con uno de los más notables guionistas de la argentina. ¿Quién fue Alberto Migré?

Fue un grande. Creo que lo más importante de sus novelas, más allá de que sus historias eran increíbles y fueron todas muy exitosas, era la forma que había encontrado para que su público se sintiera identificado. Lo de él era un producto netamente argentino. En las escenas se tomaba mate, había un patio, pasillos de casa chorizo. En Rolando Rivas taxista veías las conversaciones típicas de los bares porteños, por ejemplo. Cuando uno exporta una novela no sólo está vendiendo la historia. Estás reflejando tu identidad, tu bandera, tu forma de pensar, eso que hablábamos de que acá todos los días pasa algo increíble, y creo que Migré, mejor que nadie, supo retratar el sentir de los argentinos.

S.O.S. Nací mujer, de Carolina Papaleo. Sábado 6 de abril a las 20.00 en el teatro El Galpón (18 de Julio 1618). Entradas a $ 960 en Redtickets.