En las pantallas gigantes aparece un enorme sol saliendo, y por allí ingresó él. Sin mediar palabra, Luis Miguel entró puntualmente a las 21.00 del sábado al escenario del Centenario, y no hizo otra cosa que brillar en la escala montevideana de su Luis Miguel Tour 2024, al que convocó a 35.000 personas.

Antes, el entorno era de expectativa e ilusión. Miles de mujeres (y muchos hombres) caminaban hacia el estadio, se tomaban fotos en el trayecto, cantaban canciones y compraban remeras y vinchas con frases de temas. Era la postal. Madres, hijas (adolescentes y niñas) y abuelas iban juntas a ver a un artista que reúne generaciones, y cuya sola presencia generó algarabía, emoción y ansiedad.

Fue un concierto corto –duró 95 minutos– pero intenso, por toda la puesta en escena, por la energía de un Luis Miguel animado y conectado completamente con el espectáculo. El show tuvo cinco etapas. La primera fue el reencuentro con el público. Cantó “Será que no me amas”, “Amor, amor, amor” y “Suave”, uno de los temas históricos que versiona en la gira. Aquí, el mexicano se mostró activo pero poco comunicativo. Su caudal vocal, a pesar de los años, se escuchó intacto, lo cual es ya claramente otro sello en su carrera.

La seguidilla de éxitos fue generando una efusividad en aumento, que se reflejaba en caras y gestos, cantos y bailes de la audiencia. Clásicos como “Culpable o no”, “Hasta que me olvides”, y el medley “Por debajo de la mesa” – “No sé tú”, en el segundo tramo, levantaron a todo el estadio.

El sonido fue claro, limpio y envolvente en cada tramo del espectáculo, y la escenografía con las pantallas gigantes fue tan luminosa y vistosa como impactante. Una oración aparte para la banda: impecable en su performance. Una presentación prácticamente perfecta, prueba de que la fusión entre el cantante y los músicos ya es total.

No podían faltar los tradicionales boleros, y el enganchado de “Como yo te amé” – “Solamente una vez” – “Somos novios” – “Todo o nada” – “Nosotros” fue parte del repertorio. El tercer tramo tuvo momentos especiales, como lo fue el homenaje que el cantautor realiza a Michael Jackson y Frank Sinatra, interpretando respectivamente los temas “Sonríe” y “Come fly with me”, la canción que Luis Miguel cantó con Sinatra en 1993, aunque no juntos en el estudio (grabaron separados y la tecnología hizo el resto).

En ese segmento del recital, “Tengo todo excepto a ti” y “Entrégate” fueron casi himnos que todo el estadio cantó. Para ese momento, la conexión cantante-público ya estaba consolidada, y parecía crecer a medida que avanzaba el concierto. Pasada la hora de música, llegaron los mariachis a completar la fiesta con dos temas muy conocidos como “La Vikina” y “La media vuelta”, tan populares en México como por estos lados.

Ya en el tramo final, el medley “No me puedes dejar así” – “Palabra de honor” – “La incondicional” también provocó suspiros y gritos en sus interpretaciones, principalmente en la última letra. El cierre de la noche (quinto tramo) fue mucho más movido y colorido, con un enganchado de las canciones “Ahora te puedes marchar”, “La chica de bikini azul”, “Isabel”, “Cuando calienta el sol” que invitó a bailar y a subir más la voz.

Terminada la última canción, la batería de fuegos artificiales detrás de las tribunas Olímpica y América marcó el final. Eran las 22.40. Entre pedidos del público de “una más”, sin hablar, el Sol de México señaló a sus músicos como agradeciendo la tarea para luego pararse en el centro del escenario, saludar con sus manos tirando besos a la gente y desaparecer instantáneamente. Fugaz, pero emotivo, intenso y radiante. Así fue y es Luis Miguel.