Los dos universos de superhéroes más conocidos (DC y Marvel, por supuesto) tienen a su vez un montón de universos alternativos, tanto que cada vez es más difícil saber cuál es el principal y, en una movida que suele beneficiar a la narrativa, cada vez importa menos. Hay una continuidad oficial, en la que suceden grandes eventos, pero las mejores historias suelen surgir cuando los equipos creativos no se ven limitados por un canon. DC Comics lo hace más a menudo y por eso es más factible encontrar sus historias en las listas serias de favoritos.

Pero dentro de los universos alternativos que componen ambos multiversos (estoy tan ñoño y no sé qué hacer), hay un grupo especial de mundos, de dimensiones paralelas, que se diferencian del resto porque funcionan como espejos distorsionados de ese universo principal, o de la idea que los lectores tienen de esta Tierra, cada vez menos definida. Cada editorial llama a estos grupos de manera diferente y también es diferente el tipo de distorsión de los reflejos.

Marvel, por ejemplo, ha contado un montón de historias en las que un solo hecho difiere de la continuidad oficial, y eso suele desatar una reacción en cadena en la que los malos parecen tener la ventaja, pero los buenos terminan triunfando al final. Para finales tristes tenemos la realidad. ¿Qué hubiera pasado si la araña radiactiva no mordía a Peter Parker? ¿Qué hubiera pasado si nunca descongelaban al Capitán América? ¿Qué hubiera pasado si...? Esta línea editorial, que también tuvo serie animada (reflejo distorsionado de las películas, tiene el obvio título de What If...? (¿Qué hubiera pasado si...?).

El caso de DC es diferente, en parte por la cantidad de personajes icónicos que tiene. Esto permite imaginar otros mundos en donde, por ejemplo, el cohete de Superman cayó en la Unión Soviética, Batman vivió en la época de Jack el Destripador o fue mordido por Drácula. Y se llaman, obviamente, Otros mundos (Elseworlds).

¿A qué voy con esto? Primero, a que periódicamente tengo que dejar escapar la presión de la olla de conocimiento inútil; segundo, a la aparición, hace un tiempito, de una serie animada basada en el cómic Scott Pilgrim, de Bryan Lee O’Malley, que tuvo su adaptación cinematográfica en 2010 (Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños) con un gran elenco, y cuyos integrantes volvieron casi todos a prestar las voces a sus personajes en esta producción de Netflix. El título ya no es obvio: Scott Pilgrim da el salto o Scott Pilgrim Takes Off.

La historia iba de un joven músico bastante vago que conocía a una chica, quedaba embobado con ella (a primera vista y como mucho un poco a segunda vista) y, en esa realidad con condimentos de los videojuegos, era obligado a pelear contra las siete exparejas de ella antes de poder cortejarla. Esta narrativa, fielmente adaptada en el cine, dejaba a Ramona Powers (“la chica de sus sueños”) como una herramienta para que el personaje dejara de ser lo horrible persona que era. Además, pese a todo lo que digan en internet, ninguna de las dos versiones hacía mucho por presentarlo en forma tan horrible.

Pasaron unos cuantos años, y no sé cuánto tendrá que ver el cambio en ciertas sensibilidades (que desde esta pluma se abraza aunque obligue a afinar lo que se escribe, o quizás hasta por eso), pero la serie de Netflix en su primer episodio tiene un quiebre con respecto a la historia original y su fiel adaptación, que la convierten en... si leyeron con atención podrán responder: un What if...? o un Elseworlds.

Este punto de divergencia sorprenderá a los conocedores, mientras que no representará nada para quienes se estén desayunando de la obra del canadiense O’Malley. Los restantes siete episodios juegan con las diferencias respecto de la continuidad oficial, que será mencionada más adelante, con la Liga de Exes Malvados jugando un papel completamente distinto, porque ¿qué hace un grupo de villanos que se van enfrentando al héroe cuando consiguen una victoria fácil?

Quizás sea esa inesperada humillación la que hace que Scott (que continúa siendo parte de la trama) tenga que aprender un poco de humildad y asumir cosas que el Scott 1 (por llamarlo de alguna manera) daba por sentado. Y, de paso, Ramona deja de ser una figura de cartón y es la verdadera protagonista de una serie cargadísima de metanarrativa.

¿Se puede ver, entonces, Scott Pilgrim da el salto sin haber leído la historieta ni visto la película? Se puede. La animación abreva del dibujo original y le da vida (y el color que no tenía en las primeras ediciones) con toques naíf a los que estamos más acostumbrados desde el éxito de Steven Universe o series similares. El movimiento de las bocas es más genérico, como para que calce tanto con el inglés de las voces famosas como con el japonés del estudio que animó, pero nomás hay que acostumbrarse. Y si pueden escuchen las voces originales, que están Michael Cera, Mary Elizabeth Winstead, Kieran Culkin, Chris Evans, Anna Kendrick, Brie Larson, Alison Pill, Aubrey Plaza, Brandon Routh y Jason Schwartzman.

Eso sí, si tienen la oportunidad de ver la película (actualmente en Star+), aprovechen y así no solamente entenderán lo que se ve, sino lo que no se ve, y las diferencias entre el primer grupo y el segundo.

Scott Pilgrim da el salto. Ocho episodios de menos de media hora. En Netflix.