Mafalda decía que cuando fuera grande iba a trabajar de intérprete en la ONU: “Y cuando un delegado le diga a otro ‘¡Su país es un asco!’, yo voy a traducir ‘Su país es un encanto’”, proyectaba el personaje de Quino, en plan pacifista.
No fue exactamente aquella idea la que atravesó a las integrantes de la agrupación argentina Piel de Lava, que llega este fin de semana al teatro Solís con “un escenario distópico, un grupo de diputadas, un debate circular”. Pero durante el proceso creativo de su espectáculo más reciente, Parlamento, hubo una referencia de sus infancias que les volvió con fuerza: una publicidad de Coca-Cola que los niños de los años 80 tenían patente, porque las estrofas “Soy el mañana del mundo, de mi nación la esperanza” trataron de imprimir la noción de que un futuro de paz estaba en sus manos. “Ahora son estas mujeres, que están en este Parlamento en órbita, global, así que sí, hay algo como lo de Mafalda que hace sentido, totalmente”, conceden Laura Paredes y Valeria Correa, parte de un elenco en continua investigación de los mecanismos teatrales.
Las Piel de Lava asumen la dramaturgia y la dirección como colectivo. En el correr de su media docena de obras, la convivencia a la que empujan los oficios y especialmente los espacios donde se desarrollan, los códigos que acarrean, fueron el caldo de cultivo de un despliegue grupal para la elucubración, el juego y el goce: oficinistas soñando con trascender los cubículos (Colores verdaderos, 2003), revolucionarias infiltradas en una banda pop (Neblina, 2005), evangelistas en tránsito hacia un congreso religioso (Tren, 2010), las imposturas de la academia y las artes plásticas (Museo, 2014), la masculinidad y el aislamiento dentro de un yacimiento patagónico (Petróleo, 2018). “A veces ves obras que decís: ‘¿De qué trabaja esta gente? No sé, no importa’. En nosotras sí importa. También, por eso es que por ahí está siempre ese foco en el rol más físico, o sea, hacer un estudio de eso. Como que hay una especie de enamoramiento, de meternos en un universo y darle vueltas”, explica Correa.
“Muchas obras fueron el ambiente laboral de ese universo. No es algo muy elegido, es más instintivo: aparece eso como fenómeno por algo que nos interesa. Nos sentimos parte, o interpeladas, porque siempre el grupo se mantuvo en paralelo con otros trabajos, porque había que subsistir. Hasta hace muy pocos años, te diría. Entonces es un tema que un poco nos atrapa. Ese tipo de disciplina después se trasladó mucho a lo que somos hoy”, suma Paredes.
Y aunque ahora todas estén dedicadas por entero al ámbito artístico, aquello también es un continuo ir y venir, un tránsito que se toleran mutuamente cuando la actividad que las convoca no es con la compañía.
Algo de eso también las hizo seguir juntas todo este tiempo. Aunque recién después del segundo proyecto entendieron necesario rotularse y –lo cuentan sin disimular el bochorno– para eso usaron la primera sílaba de sus nombres: Pilar (Gamboa), Elisa (Carricajo), Laura (Paredes) y Valeria (Correa).
En 2018, en el marco del programa Artista en Residencia, del Complejo Teatral de Buenos Aires, por iniciativa de Vivi Tellas, las Piel de Lava fueron invitadas a hacer una relectura de su trayectoria. Presentaron una retrospectiva sobre los espectáculos que llevaban hechos hasta ese momento y ofrecieron un taller sobre creación grupal, mientras daban forma a Petróleo, la pieza que amplió su público, en la que exploraban, bigotudas, los modos de vincularse en un mundo de hombres.
Por la misma época, la descomunal La flor, la película que Mariano Llinás construyó durante diez años alrededor del grupo, arrasó en el festival Bafici. Ni el cineasta de la productora El Pampero ni las implicadas sabían, al comenzar el proyecto, que se embarcaban en una historia –arbórea– de 14 horas. No imaginaban que ese rodaje eterno abarcaría embarazos, la vida misma. “Fue mucho tiempo, pero había momentos en que filmaba mucho y momentos en que se paraba. Se pudo hacer, también, por esta cosa de seguir cierto esquema flexible”, dicen. “El recuerdo es de mucha exigencia, pero en la estrategia de hacerla había cierto relax; como que se pudo hacer porque, bueno, siempre se estaban contemplando los beneficios del ser autogestivo, independiente, en el que no te marca el ritmo un otro con sus necesidades o una institución con sus necesidades burocráticas”.
Tesón y poder
“Nos gusta mucho ensayar, podemos estar mucho tiempo haciéndolo. Hay obras de dos años de proceso; hay algo ahí del terreno de la productividad, con la que lidiamos. Nos enamoramos de eso, en el sentido de que nos gusta ver ahí lo teatral, en esos procedimientos que vamos encontrando dentro de cualquier sistema”, argumentan.
En el caso de Parlamento, observan cómo se aplica la teatralidad directamente en ese foro suspendido mientras la Tierra arde: “Es la burocracia por excelencia, casi necesaria para que sea una democracia y para que esté controlado y sea legal, legítimo, transparente, cosas que, aunque no funcionan, la idea es que haya un sistema ordenado. Que todos tengan la palabra, claro, es una imposibilidad total, pero el origen del sistema está bien pensado. Son unos cuerpos en una burocracia antigua en un recinto antiguo y a la vez en vivo por redes, en TikTok...”.
Veamos cómo se acomoda el debate a esa dinámica, en esta ficción que, aparte, ocurre durante el fin del mundo. “Hay algo que uno siempre ve, el deterioro de los políticos, cómo la rosca te va consumiendo. Con la metáfora esa de que están orbitando, empiezan a tener problemas de salud por estar con esa presurización. Nos divertía, cuando empezamos a armar la obra, y aparecía eso. El imaginario estaba tan cerca que el trabajo tenía ese peligro de la réplica, de hacer una cosa y que la realidad nos gane. Entonces, cuando apareció esa posibilidad de que ese Parlamento estuviese orbitando, ahí arrancó la obra porque encontramos un dispositivo para poder hablar de un montón de cosas”, explican.
Para que quedara claro que no estaban representando a políticas argentinas y para poner a prueba la composición, se atribuyeron a cada una nacionalidades distintas: una venezolana, una brasileña, una española y una italiana.
En Parlamento, por primera vez, las Piel de Lava incorporan a alguien más en escena: el músico Zypce, quien ya había trabajado en Petróleo en el diseño sonoro.
Estrenaron el año pasado, a modo de residencia abierta, casi “de cámara”, en Arthaus Central, un espacio nuevo de arte contemporáneo. La obra iba agregando capas, cuentan, y a la vista: “Medíamos reacciones, qué pasaba, qué nos pasaba, cómo crecía lo que ya estaba ensayado. Pero fue una rareza; por lo general empezamos una obra y el texto no se mueve mucho en el proceso”.
En noviembre de 2023 recibieron el XIII Premio Perfil “40 años de democracia” y el grupo fue declarado de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
La versión definitiva de Parlamento se dio a conocer en el marco del festival chileno Santiago a Mil en enero de 2024.
Dos décadas de fricción consentida
¿Qué método de trabajo las mantiene unidas tanto tiempo? “Fueron varias cosas: una es que somos muy amigas. Entonces, cuando terminamos una obra da ganas de hacer otra para seguir viéndonos. Eso generó una necesidad y una actividad constante. Por ahí, hemos tenido hasta que modificar estrenos porque a alguna le salía algo, porque por muchos años el grupo no fue nuestro ingreso de dinero. Nunca tuvimos, por ejemplo, una discusión muy fuerte por eso. Esa blandura en épocas en que no vivíamos del grupo generó una hermandad; a veces los grupos se separan por rigidez, por algo de ‘tenés que elegir’. Piel de Lava siempre fue algo muy amoroso en ese sentido. Después, de mucha exigencia para adentro, pero podía esperar”, contestan.
Elisa Carricajo tiene una sala, Planta, que abrió con su compañero, que es coreógrafo y bailarín. Pero si no pueden coincidir ahí, se dan cita “en el barcito de la esquina del teatro”, y si está muy ruidoso, se juntan tres horas antes de la función a trabajar en el camarín.
La toma de decisiones no tiene nada de democrático, aclaran: “Eso de que gana la mayoría, en el grupo, no funciona. Es una especie de anarquía. Las cosas se discuten y eso genera una fricción del material; seguimos si hay una que piensa una cosa mientras que tres piensan otra. Se sigue probando lo de una, como ‘veamos, veamos, veamos’. Hay algo que genera una nueva vía: entre A y B sale C, digamos. Cada obra trae un sistema de trabajo nuevo que vamos encontrando. Es cada vez un ‘bueno, ¿cómo hacemos?’, y también nosotras vamos cambiando”, asegura Paredes.
“Ahora, claro, tenemos un público que viene a ver Parlamento porque vio Petróleo, que no vio las anteriores. Es algo que mutó en los últimos años y que sigue mutando. Por eso en Parlamento la forma, para nosotras, es novedosa. Está a la altura del desafío del momento. Podríamos haber repetido el esquema de Petróleo, en ese sentido. Bueno, que el desafío sea estético. La verdad es que Zypce hace unas cosas que elevan la apuesta muchísimo. Es claramente una investigación, un experimento sonoro también. Lo hicimos pensando en el universo de la palabra, del discurso político”.
Parlamento. Dramaturgia y dirección: Piel de Lava. Este sábado y domingo a las 20.00 en el teatro Solís. Entradas desde $ 400 hasta $ 1.100 y 2x1 con la diaria.