Hay una clase de videojuego que se conoce como beat 'em up (algo así como “dales una paliza”), que consiste en mover a tu personaje hacia la derecha y enfrentarlo a una cantidad casi infinita de enemigos. El objetivo, lógicamente, es darles una paliza, y para eso suele haber un botón que tira piñas, otro que tira patadas y alguna combinación que permite levantar objetos y arrojárselos a quien esté enfrente. Los últimos avances en la industria permiten que, además de movernos hacia la derecha, nos movamos un poquito hacia arriba y hacia abajo para dar cierta sensación de tridimensionalidad.
En el cine hay películas que parecen un beat 'em up, y para los malos jugadores como quien escribe tienen la ventaja de permitirnos llegar hasta que el personaje se encuentra con el jefe final y (por lo general) le da una paliza más grande que la que les venía dando a sus esbirros. Algunos films de este estilo tienen una historia, ahondan en las características del protagonista, mientras que en otros no hay tiempo para eso, porque los esbirros no paran de aparecer. A veces tienen máscaras porque son tantos que es necesario repetir a los actores.
Contra todos (en inglés Boy Kills World) es palicera de la vieja escuela. Tenemos a un protagonista que creció jugando videojuegos, perdió todo lo que tenía, recibió un entrenamiento tan despótico como el del gobierno que le sacó todo, y ahora se convirtió en la máquina perfecta de cobrar venganza. Bill Skarsgård, el mismo que interpretó al payaso Pennywise en las películas de It, es el pibe (Boy) del título original. No puede escuchar ni hablar, pero cualquier objeto que levante del piso será convertido en un arma letal.
La película tiene un bonito hallazgo, un diferencial que aprovecha durante sus 111 minutos, y es que al no recordar cómo era su voz, el monólogo interno está hablado por un locutor súper cool que perfectamente podría haber salido de un videojuego. Mientras el pibe sin nombre lee los labios y se comunica como puede, esa voz que recuerda a la que decía “E.A. Sports. It’s in the game” nos permite saber lo que está pensando.
Vive en un Estado autoritario, controlado por una familia cuyo vestuario parece una versión low cost de Los juegos del hambre y que cada año selecciona a 12 personas para matarse en televisión en una versión low cost de Los juegos del hambre. Esta es, efectivamente, una película low cost, lo que significa que las grandes peleas ocurren en espacios pequeños y las grandes escenas siempre se muestran de cerca. Pero el director debutante Moritz Mohr le saca el jugo a un presupuesto que seguramente sea bastante menor que el de tanques que vemos pasar por las salas de cine.
El pibe recorre la ciudad acompañado por una versión espectral de su hermana fallecida, que llega a meterlo en problemas. Y como en los mejores videojuegos, los obstáculos que se le cruzan son cada vez más complejos. No es una película de humor, pero tiene muchos momentos graciosos, porque por suerte nada se toma muy en serio, más allá de que el asesinato de un montón de personas sea serio si ocurre en el mundo real. Pero aquí, mientras escuchamos sus pensamientos en esa voz cool y vemos cómo se comunica con un aliado al que le resulta imposible leer sus labios, es imposible no reaccionar con una sonrisa.
Todo está dentro de lo esperable: las muertes crueles, los litros de sangre digital que saltan por los aires, los enemigos estrambóticos e incluso la vuelta de tuerca, porque estas historias suelen tener alguna revelación sorpresiva cuando vamos llegando a los dos tercios de metraje (o su equivalente en archivos digitales).
El elenco cuenta con varias figuras conocidas, como Brett Gelman (Fleabag), Michelle Dockery (Downton Abbey), Andrew Koji (Warrior), Shartlo Copley (Sector 9) y Famke Janssen (Jean Grey en las de X-Men). Y, claro está, decenas y decenas de ilustres desconocidos que se irán cruzando con el pibe y sufriendo toda clase de violencia. Como un John Wick mezclado con Double Dragon. Y sin que tengas que mirar sobre el hombro del que juega bien para saber cómo termina.
Contra todos. Con Bill Skarsgård y un montón de potenciales víctimas. 111 minutos. Alquiler en NS Now, compra en Google TV.