Temprano a la mañana, en un galpón del barrio de la Aguada, los numerosos obreros que ponen en marcha el reality show de Canal 10 Masterchef Uruguay calientan sus cuerpos con lentitud a base de charlas breves, café y caminatas sin rumbo, protegidos con gorros y guantes de lana negra. Un emporio de luces engaña y alumbra intensamente dos filas de mesas de cocina, ollas, cubiertos y platos idénticos, y un piso de madera lujoso para el desfile de los concursantes del programa y sus mejores platos hasta su encuentro cara a cara con el jurado de entendidos.
Sobre un muro negro quedan disimuladas diez cámaras de televisión y sus operarios. Algo más escondida, una habitación pequeña conocida como “el supermercado” guarda frutas y verduras, productos lácteos, carnes y condimentos.
“¡Dalo todo!”, dice una productora. El conductor del programa confiesa que las fotos lo ponen nervioso y prueba con algunas poses graciosas, instalado en el medio del set de televisión como si estuviera en su casa.
A las nueve de la mañana el clima es de fría tranquilidad en esta fábrica de realidad. Apenas si se escucha un chirrido musical que crece cerca del supermercado. Adentro los cocineros preparan la primera comida del día, al son de “Noche de perdedor”, del grupo de música tropical La Deskarga.
Eduardo Colo Gianarelli, profesor de Matemáticas y conductor de tevé de larga trayectoria, incluye en su actual rutina horas de clase en educación secundaria, otras como docente de Ceibal, la grabación del prestigioso formato cocinero y la conducción de otros programas de Canal 10, como La mañana en casa y el clásico sabatino Dale que va.
“Primero me reconocen como conductor, y eso es porque la tarea del docente en Uruguay no se reconoce como se debería”, reflexiona a propósito de su doble rol y su primera vocación. “Estaría bueno que fuera al revés”, admite.
Para charlar con la diaria el Colo elige un mostrador de madera, ideal para comidas al paso. Amable y fresco como una lechuga, con ropa de tonos claros, también cuenta sobre su cargo de tesorero en la cooperativa de vivienda donde tiene su hogar, y el de director artístico de Los Muchachos, que ahora mismo lo tiene maquinando para encontrar las parodias que le permitan al conjunto ganar el próximo carnaval.
Sobre Masterchef habla con propiedad. Fue el ganador de su edición Celebrity, se asume gran consumidor de reality shows y dice que tiene televisores en cada habitación de su casa.
Me causa mucha impresión la forma en que se involucran los participantes de esta edición de Masterchef.
Lo que pasa es que estás las 24 horas del día pensando en esto. Hay gente que ya está hace dos meses acá.
Son jornadas largas: los participantes llegan temprano, se preparan, se visten, se maquillan, tienen pruebas, después empiezan a cocinar, hay un momento de degustación, y tienen la evaluación permanente del jurado. Es imposible que no se impliquen, que no lloren y se emocionen. Los que lleguen a la final van a pasar por 23 jornadas de rodaje.
Cuando te llegó la propuesta para conducir el programa, ¿te pidieron algo en particular?
En esta versión para amateurs, que ya se había hecho con Diego González como conductor, lo primero que hay que tener en cuenta es que los participantes no están acostumbrados a las cámaras y eso asusta. Lo que el programa necesita es que el conductor esté del lado de los participantes y que pueda apoyarlos. Porque de verdad, cuando caminan para enfrentarse con el jurado, se les cae el mundo.
En mi caso, ni bien acepté la propuesta, lo que hice fue mirar todos los programas que había hecho Diego acá en Uruguay, los de Santiago del Moro en Argentina y los de la edición española. Al principio, cuando empecé a grabar, fue una locura, pero de a poco fui cayendo. Es uno de los formatos más lindos que tiene la televisión.
¿Qué debe tener un participante de Masterchef para ganar?
Obviamente tiene que saber cocinar. Si no sabés y te presentás, estás loco. Pero hay mucha gente que puede cocinar. Con uno o dos platos que sepas hacer bien, podés pasar el casting, pero precisás otras cosas para seguir concursando. Hay que estar muy despierto al momento de hablar con el jurado, y transmitir tus ganas de estar en la cocina.
Una vez, un participante recibió una mala devolución del jurado y escuché que le dijo a un compañero: “Este era mi gran sueño, y por mi culpa lo estoy perdiendo”. Ahí entendí la magnitud de lo que pasa en este reality. De verdad, hay gente que llega con la expectativa de cambiar su vida con lo que pueden conseguir en el concurso, y los hechos demuestran que es posible: exparticipantes como Nilson Viazzo y Leticia Cicero, y muchos otros, hoy están trabajando vinculados a la cocina.
Esa es la explicación para el clima de tensión que se genera en cada programa. Están en juego los sueños de mucha gente. Hay quienes se tienen que mudar a Montevideo desde el interior del país. Todos tienen que modificar sus rutinas y, en muchos casos, ver cómo siguen con sus trabajos durante los meses de rodaje. Son muchos sacrificios.
Te convertiste en un conductor popular de la televisión uruguaya, como antes les pasó a otros como Omar Gutiérrez y Cacho de la Cruz. ¿Cómo se vive esa condición?
Me pusiste a la altura de referentes muy importantes. Es verdad, yo me siento un conductor popular y eso lo traigo por el programa que conduzco los sábados [Dale que va, antes Agitando una más]. Me siento cómodo en ese rol y me resulta sensato, es el lugar que me permitió ganarme el cariño de una porción de la población.
Sergio Puglia [uno de los jurados de Masterchef] me joroba y me dice “el conductor de la gente”. A mí me gusta ese lugar, pero no me siento diferente de aquella persona que trabaja ocho horas como albañil; yo trabajé en una ferretería. Lo diferente es la visibilidad y que la gente te conoce.
Siempre imagino que esto va a terminar y que voy a volver a tomar muchas horas como docente. La vida sigue. Lo importante está en otros lados: mis hijos, mi pareja, mi familia.
Con tu nuevo rol en Canal 10, con muchas horas al aire, pensé que te habías volcado de lleno a la televisión, pero encontré un video que hiciste para Ceibal y descubrí que, antes que nada, te seguís definiendo como docente de Matemáticas.
Es así. Yo estudié para eso, es mi vocación. Se dio que se fueron sumando oportunidades en el canal y las asumí con mucho gusto. Este año también estoy en La mañana en casa y para eso tuve que dejar algunos grupos de clase que tenía. Fue una decisión importante, pero yo me sigo definiendo, antes que nada, como profesor. A la vez, cuando tomo un compromiso como el de Masterchef, me interesa que la gente que confió en mí se quede contenta con la decisión que tomó. Y no hablo solamente de que al programa le vaya bien, también me gusta ayudar a generar un buen clima de trabajo en los grupos que me toca integrar.
¿Qué es lo que te enganchó de las matemáticas?
El desarrollo del razonamiento. Las matemáticas trabajan con objetivos ideales, como los números. Esos objetos los conocemos por representaciones, por ejemplo, las fracciones, que vendrían a ser formas de ver una misma cosa. Las matemáticas te permiten acceder a una forma de pensar que luego podés aplicar a la solución de diferentes problemas, y eso te amplía la visión del mundo, no se limita sólo a las matemáticas.
Hay quienes dicen “¿para qué sirven?”. Es cierto que no todos van a utilizar las ecuaciones de segundo grado, pero cualquiera que aprenda matemáticas va a poder utilizar sus herramientas para aplicarlas en muchas situaciones de la vida.
¿La economía te interesa?
No soy experto, para nada, pero estoy al tanto de la actualidad. Me interesa cómo el país toma algunas decisiones. Me preocupa lo que pasa en Argentina con este sistema liberal que tiene ahora.
Detrás de la economía hay ideología. Eso de que todos tenemos las mismas oportunidades no existe. Hay niños que estudian para poder trabajar, y hay otros que tienen que trabajar para poder estudiar, entonces no es cierto que las oportunidades sean iguales para todos. Cuando la economía se torna muy liberal se pasa a un sistema de meritocracia que no funciona igual para todos.
Supongamos que te designan ministro de Educación y Cultura. ¿Cuál sería tu plan?
Primero me reuniría con los docentes para escucharlos. Yo sé que hemos sido muy rompes e impedimos que salgan muchas cosas. En planes tan importantes como los de la educación, nunca se da un 100% de aprobación, pero el diálogo no puede faltar.
Creo que en la transformación educativa que llevó adelante Robert Silva no está todo mal, hay cosas que se pueden mejorar. Fue pensada para los estudiantes, pero creo que le falta equilibrio en cuanto al lugar que ocupan los docentes en ese proceso, también desde su lugar de trabajadores.
Yo apuntaría a la formación docente; revería las horas de trabajo en aula y de formación. Antes en un liceo se hablaba de que te podía tocar un grupo heterogéneo. Hoy todos los grupos son heterogéneos. En cuatro años que tiene la carrera del IPA [Instituto de Profesores Artigas], tenés apenas un semestre sobre dificultades de aprendizaje. Uno se puede comprometer con todo, pero no alcanza para las adecuaciones curriculares.
Un docente que agarra 45, 50 horas de clase es imposible que tenga tiempo, ganas y actitud para formarse; está cansado. Hay que brindarle el tiempo necesario, y para que no tenga que tomar tantas horas de aula, es necesario mejorar su salario.
También revisaría la cantidad de horas que los niños pasan en la escuela. A veces se percibe a los centros educativos como reservorios y no como lugares donde los niños van a aprender.
A la vez, hay que pensar en qué tipo de estudiante queremos formar. ¿Pensamos en un sujeto netamente productivo, para que se meta en un sistema capitalista, o vamos a apuntar a que pueda acceder a estudios terciarios?
Un niño puede pasar 15 años en la educación formal. Hoy parece mucho tiempo.
¿Cuál es la fórmula perfecta para ser un buen conductor de tevé?
Mi idea es que el conductor no tiene que ser el centro del programa. Su tarea es repartir el juego. El conductor es bueno cuando todos los que están alrededor se lucen. Ese es el estilo que me gusta. Puede ser diferente en el caso de un humorista o de gente como Fer Dente, que hace un late show donde canta y baila.
El conductor tiene que pasar un poco desapercibido y estar con todos los sentidos a flor de piel para poder identificar lo que está pasando en el aire, si conviene hablar con un participante o esperar otro momento. La tele en vivo te curte en eso.
En Masterchef aprendí mucho sobre los silencios. Yo soy muy ansioso, tiendo a llenar todos los espacios, y a veces hay que hacer lo contrario. Un silencio puede generar que un participante se ría, se enoje o se emocione.
¿Creés que en Canal 4 no te supieron valorar?
No. Lo pasé muy bien y estoy muy agradecido. Estuve 12 años haciendo el programa de los sábados. Ahí fui muy feliz, conocí a mi esposa y me pude comprar mi casita, mi primer auto; también gracias a la productora Unidad Publicitaria.
Si vos me preguntás: “¿Te hubiera gustado hacer otras cosas?”, te digo que sí. No sé si no me valoraron. Seguramente el canal tenía otras prioridades y además cuenta con gente muy valiosa, como Gastón Rusito González o los jóvenes que hacen 100% actitud.
Claro, si comparás las dos etapas, acá [en Canal 10] me dieron muchas más oportunidades: estoy en la mañana, en Masterchef, que es uno de los formatos más lindos del mundo, sigo con los sábados, a veces estoy en Sonríe; hago de todo, pero este cambio también tiene que ver con la experiencia y con los momentos de los canales.
Por todo lo que contás, da la impresión de que no tenés tu principal ambición puesta en seguir creciendo en los medios.
Es raro. Lo que yo quiero es trabajar y después ir para mi casa a disfrutar con mi familia. Mi vida no está acá. Me encanta este trabajo. Puedo estar diez horas en un estudio de televisión y las disfruto.
Si aparecen otras cosas, bienvenidas, pero no tengo la ambición de conducir otros formatos, como Gran Hermano, si viniese a Uruguay, por decirte algo.
Estaría bueno, ¿no?
Y sí, Gran Hermano es el padre de todos los reality shows. Es muy contemporáneo a mi edad. Y obvio que sería lindo conducirlo, pero si miro para adelante, estoy pensando en un viaje de paseo que vamos a hacer con unos amigos el año que viene.