¡Hola! Quizás me recuerden de recomendaciones como El oso, primera temporada, allá por octubre de 2022. Y seguramente se pregunten por qué no hablé de la segunda. Pues bien, la ignoré olímpicamente porque no me gustó. Sí, esa que fue aclamada en forma casi unánime e incluía el episodio de la cena familiar. Tan raro me pareció que no me gustara, que la vi de nuevo, por si había llegado a ella en un mal momento. Pero tampoco me gustó.

Hoy vengo a hablarles de la tercera temporada de El oso. La serie sigue las desventuras de Carmen (Jeremy Allen White), un chef que luego de trabajar en los restaurantes más finos del mundo regresa a su Chicago natal para tomar las riendas de la sandwichería de su hermano fallecido.

Después de una primera temporada que no paraba de generar ansiedad y nos hacía valorar a la industria gastronómica, los guionistas tomaron una decisión polémica (para mí) y decidieron que Carmen, junto a su ladera Sydney (Ayo Edibiri), reconvertirían el local popular en un sitio fifí. De hecho, el grueso de la temporada los tiene luchando contra el tiempo para encaminar una reforma costosa, pero que les permitirá cobrar más por sus platillos.

La gentrificación pura y dura del local familiar se manejó sin un milímetro de crítica. Sumado a la transformación del primo Richie (Ebon Moss-Bachrach) como si se tratara de un adicto que cambia la droga por Dios, el cliché de la historia de amor y el capítulo de la cena familiar que parecía un concurso de neuróticos gritando constituyeron una de las decepciones más grandes de 2023 en materia televisiva.

Pero llegó 2024 y con él una tercera temporada, que no cambia el rumbo (de hecho lo profundiza), pero uno ya está acostumbrado. Carmen está obsesionado con obtener una estrella Michelin y para eso no importará si sacrifica su vida privada y su salud mental junto a la del resto de los trabajadores. Sabiendo de qué se trata, se puede volver a disfrutar del frenesí, el relacionamiento humano y hasta de los primos tontos, que parecen salidos de comedias de la primera mitad del siglo XX.

La cámara sigue tan ansiosa como sus protagonistas, especialmente cuando están en el presente, luchando por servir más mesas en menos tiempo, porque es la única manera de salir de los números rojos. Sin embargo, también se permiten episodios que salen de la norma narrativa, jugando con idas y vueltas temporales, cuando no son directamente un extenso flashback.

Digan lo que quieran del episodio de la cena familiar, pero en mi opinión el mejor de los 28 emitidos hasta el momento es el sexto y sigue los pasos de Tina (Liza Colón-Zayas), quien nos da permiso para descubrir junto con ella el difícil panorama laboral de Chicago, especialmente para aquellas personas que pierden el empleo después de haber perdido la juventud.

Los vicios siguen estando, los gritos se superponen y Carmen, Sydney y Richie discuten en forma coreografiada como si fueran tres protagonistas de una versión bien cínica de Gilmore Girls. El oso termina siendo algo de eso, y no hay motivo de vergüenza en admitirlo.

Entre postales coloridas (y otras no tanto) de la ciudad, Jamie Lee Curtis repitiendo el (insoportable) papel de la temporada anterior y más trapisondas del mundo culinario, la serie finalmente le da unos minutos más a Joel McHale, quien interpreta a David, el exjefe de Carmen que lo agredió sistemáticamente cuando trabajaban juntos. Pocos segunditos en las temporadas anteriores sirvieron para posicionarlo como gran villano y responsable de un montón de traumas, y es impresionante ver a un actor gracioso (vean Community si no lo hicieron aún) transpirando terror.

Si disfrutaron de la segunda temporada de El oso, seguramente ya vieron la tercera. Si la segunda les rechinó un poco, sepan que aquí no hay nuevos golpes de timón, que hay un par de episodios buenos en serio (no como el de la cena) y que, tomados por separado, cada uno de los diez suelen funcionar bien. Por las dudas, no maratoneen mucho, que se pueden empachar.

El oso, tercera temporada. Diez episodios de entre 28 y 44 minutos. En Disney+.