“¿Puede una estrella de cine ser demasiado bella?”, se preguntaba el crítico Anthony Lane en las páginas de la revista The New Yorker a propósito de una retrospectiva sobre Alain Delon, el actor francés que falleció el fin de semana.

Es indudable que la carrera de Delon estuvo marcada por su atractivo físico. De hecho, su vínculo con la industria del cine comenzó en 1956, cuando concurrió al Festival de Cannes con una amiga actriz que lo había convencido de que podría conseguir papeles simplemente por su aspecto. Brigitte Aube tenía razón: Delon se fue del festival con un contrato para filmar en Estados Unidos, aunque finalmente haría su debut en Francia, en películas del director Yves Allégret. Hollywood, de todos modos, sería unos de los polos de la trayectoria de Delon, al que constantemente volvería a pesar de sus tropezones con el idioma inglés.

Francés e internacional, el “Brigitte Bardot varón” tuvo un protagónico de gran impacto en 1960 con A pleno sol, una versión de René Clement de la novela El talento del señor Ripley, de Patricia Highsmith. La lista de creadores europeos con los que trabajó desde entonces incluye a Luchino Visconti (Rocco y sus hermanos, El gatopardo), Michelangelo Antonioni (El eclipse), Jean-Pierre Melville (El silencio de un hombre, El sol rojo, Un policía), Bertrand Blier (Nuestra historia) y Jean-Luc Godard (Nueva ola).

“Delon tenía una mirada fascinantemente recatada, de pestañas largas, casi felina, que tanto podía indicar algo misterioso, herido o maligno, y era muy diferente de la belleza más directa de figuras hollywoodenses como Paul Newman o Robert Redford. Pero Delon nunca triunfó en Hollywood. Tenía un carisma difícil de localizar que acompañaba a su belleza, la peligrosa pasividad aparente y la calma de un depredador, y fue esto lo que le llevó a participar en algunas de las películas policiales más fascinantes de la época, de los directores franceses René Clément, Jacques Deray y Jean-Pierre Melville, así como el nuevo y audaz cine arte italiano de Visconti y Antonioni. Era un tipo duro y nada elegante, pero fue su rostro exquisito lo que lo convirtió en una figura exótica en historias de clase trabajadora y en dramas de los bajos fondos”, escribió el crítico cinematográfico Peter Bradshaw en The Guardian.

Fuertemente activo hasta la década de 1990, Delon se convirtió en el actor francés más taquillero de la historia junto a Louis de Funès y su amigo Jean-Paul Belmondo, a quien muchos consideraban, por la imagen que proyectaba, su negativo. Visitó Uruguay en al menos dos ocasiones, en 1970 y 1996. La visión comercial de Delon incluyó nuevas formas de negociar contratos, que le resultaron ampliamente favorables, y la incursión en el financiamiento de películas, además de otros emprendimientos.

En los últimos años, las noticias sobre el actor se centraron sobre todo en su salud (tuvo un ACV en 2019) y en las agrias disputas entre sus descendientes –Aaron Boulogne, su hijo no reconocido con la cantante alemana Nico, murió el año pasado–, que lo llevaron a vender gran parte de su patrimonio para evitar más peleas. “Alain Fabien, Anouchka, Anthony y también Loubo [su perro] informan con profunda tristeza el fallecimiento de su padre. Murió en paz en su casa de Douchy, rodeado de sus tres hijos y de su familia”, dice el comunicado. Delon tenía 88 años.