La incertidumbre sobre si existe una crisis de creatividad en la industria cinematográfica o si es una necesidad de revival de buenos productos se confirma con el fenómeno de la comedia argentina Re loca, posicionada como una de las películas más vistas de Netflix siete años después de su estreno original. Presentada como una típica película de humor rioplatense de desbordes varios, está dirigida por Martino Zaidelis –conocido por La extorsión (2023) y El hombre de tu vida (2011)–, producida por Axel Kuschevatzky (Argentina 1985 y la icónica Relatos salvajes) y protagonizada por la enorme Natalia Oreiro, Fernán Mirás, Diego Torres, Diego Peretti, Pilar Gamboa, Valeria Lois, Hugo Arana, Gimena Accardi, Santiago Korovsky, Agustín Rada Aristarán y Martín Garabal.

La película, promocionada con una fuerte campaña de difusión y superando en su momento todas las expectativas, marcó varios hitos: representó el debut de Zaidelis en cine, volvió a reunir a los pesos pesados Oreiro y Kuschevatzky –quienes habían trabajado juntos en la exitosa Gilda, no me arrepiento de este amor–, trajo de regreso como actor de comedia a Diego Torres y mostró masivamente a Korovsky, Gamboa y Garabal, hoy ya destacados comediantes (es inminente la segunda temporada de División Palermo).

Re loca es una remake argentina de la película chilena Sin filtro (2016) y repite en parte la fórmula de su predecesora pero tiene la carta ganadora: Natalia Oreiro, quien demuestra, una vez más, sus grandes habilidades para el humor. La uruguaya encarna a un personaje que, además de ser el corazón de la historia, parece estar hecho absolutamente a su medida: Pilar, una mujer educada y controlada que sufre al ver cómo todos le pasan por arriba o la ignoran, hasta que un día toma un misterioso brebaje, deja de reprimirse y se hace oír.

Y es que a Pilar le sale todo mal. Vive con Javi, un artista inútil (Mirás, en una de sus mejores interpretaciones) que vaga por la casa buscando inspiración y es incapaz de pagar las cuentas. Soporta a un hijastro grosero. Su jefe en la agencia donde trabaja (Aristarán) considera que está obsoleta y la rebaja poniéndole al lado a una influencer que le camina por encima (Malena Sánchez). Su psiquiatra (Peretti) y su mejor amiga (Gamboa) no la escuchan. En la calle se cruza con un sinfín de personajes urbanos agresivos y maleducados. Para rematarla, Pablo, su exnovio devenido amigo (Torres), está a punto de casarse con Sofía, quien además de ser inaguantable, lo maltrata (Accardi).

Una noche, mientras vuelve deprimida a su casa, Pilar se encuentra con un misterioso hombre (Arana), quien escucha su catarsis y le habla de un ritual para ser alguien completamente diferente. Pilar despierta siendo una mujer desencajada y directa. Es divertido contemplar las fases por las que transita, totalmente polares.

Hay un hartazgo, visceral y femenino, asociado a las presiones a las que las mujeres estamos expuestas, que estalla y hace que Pilar se rebele y pase de ser obediente a violenta por obra de una “sanación espiritual”. Insulta, vive sin filtro, se burla y le vomita todo en la cara a quien se le cruce. Pasa de bancarse todo a no bancarse nada, y ese péndulo emocional está magníficamente ejecutado por Oreiro, que carga con el peso de la historia. Es un torbellino y prueba que es una comediante nata. Realmente, quisiéramos ser ella.

Re loca plantea, a través del humor, una lucha entre el deber ser y el deseo, los límites hacia y de los demás, refuta la idea de que la felicidad está en decir siempre lo que queremos (lastimando ocasionalmente a otros), satiriza las promesas de sanación de falsas terapias y expone la cosificación de la mujer y la subestimación de sus emociones bajo el caduco lema de “te vino”. Buena comedia, genuinamente graciosa, la película nos permite el placer de ver a taxistas insolentes, vecinos molestos, jefes dictatoriales, exparejas, maridos vagos y amigos egoístas –gente que nos enloquece, en definitiva– puesta en su lugar.

Re loca. 84 minutos. En Netflix.