El bombo legüero es un instrumento de la familia de los membranófonos, originario de la provincia argentina de Santiago del Estero, y debe su nombre a que, se dice, su resonancia se puede escuchar a una legua de distancia (algo así como cinco kilómetros). Una de las tantas leyendas que giran en torno al instrumento asegura que un carnicero santiagueño, que tenía su establecimiento en la campaña, usaba el bombo para avisarles a los vecinos distantes cuando tenía oferta. Para comunicar que había carneado una vaca, ejecutaba un patrón de golpes, si el animal era un ternero, otro, y si era una cabra, otro diferente.

Latido Oriental es un ensamble de bombos legüeros surgido en el TUMP como un espacio de encuentro y aprendizaje en torno a los ritmos y danzas folclóricas de Latinoamérica. “A partir de estos encuentros, la grupalidad empieza a compartir el bombo como una forma de expresión colectiva, de conexión con la tierra y con nuestras raíces”, cuenta Natalia Tejera, cantora, docente y referente del colectivo. Está integrado por personas de distintas edades y trayectorias y, en paralelo al trabajo formativo, en 2024 comenzaron a desarrollar encuentros y proyectos culturales con el objetivo de fortalecer el vínculo entre las comunidades y las músicas de raíz del continente. Es en este marco que organizan el 12° Encuentro de bombos legüeros en Uruguay, que se lleva a cabo este fin de semana.

Nacido en 2013 por iniciativa del bailarín y percusionista Andrés Lanteán, el evento ha peregrinado por diferentes ciudades como Montevideo, Las Piedras, Durazno y Piriápolis, y desde sus inicios cuenta con el apoyo del Patio del Indio Froilán de Santiago del Estero y La Ronda Legüera de Buenos Aires, dos espacios emblemáticos del ambiente. En esta edición, a desarrollarse otra vez en la capital de nuestro país, “el propósito sigue siendo el mismo: fortalecer y difundir el folclore, crear espacios de intercambio y comunidad, y celebrar el bombo como símbolo de identidad, resistencia y alegría popular”.

Ancestralidad y futuro

Como muchas de las tradiciones culturales de nuestro continente, el bombo legüero es el resultado del sincretismo entre los saberes y costumbres de los pueblos originarios, la colonización europea y el legado afro que desembarcó en estas tierras junto con las personas esclavizadas. Tiene un poco de herencia de los instrumentos percutivos de las comunidades indígenas, otro poco de la caja de guerra de las milicias españolas y mucho de las tamboras africanas.

Este tuco terminó de cocinarse durante el siglo VIII, cuando la población esclava llegó a territorio argentino desde Perú para trabajar en la fundación de ciudades. En Santiago del Estero la memoria musical se acuñó en un tronco ahuecado del ceibo, árbol que abundaba en las riberas de los ríos Mishki Mayu y Cachi Mayu. Aros de quebracho blanco, junto a parches y tientos de cuero de animal, completaron la invención. Este saber se ha transmitido desde entonces de manera artesanal y de generación en generación.

Promediado el siglo XIX, el bombo se popularizó y con el tiempo se convirtió en un símbolo de la música de raíz folclórica del país vecino, el condimento fundamental de danzas y ritmos populares como la chacarera y la zamba. Hoy su influencia es tan fácil de evidenciar como darle play al reciente y aclamado último disco del joven músico trapero Milo J.

Más allá de que la cultura no sabe de fronteras políticas, es evidente que en nuestro país la presencia de esta tradición es más tenue, tal vez producto del intento consciente que los compositores de la década del sesenta realizaron para separarse del modelo de conjunto musical importado -vía radiodifusión- desde Argentina. Aquello de que “se le cantaba más a la luna tucumana que a la de acá”. A modo de vestigio, cabe recordar que en sus inicios Los Olimareños eran un dúo de guitarra y bombo -tocado por Braulio López- y así registraron su primer larga duración.

Para la docente de Latido Oriental, en nuestro país el interés por las músicas y danzas de raíz está creciendo de manera sostenida. Asegura que cada vez más personas se acercan al bombo legüero, a las danzas populares, zambas o vidalas, reconociendo en ellas un puente hacia la memoria y la identidad. “El folclore en Uruguay está floreciendo, generando lazos comunitarios y abriendo nuevos lenguajes de expresión popular. Hay muchísimos músicos y bailarines llevando espectáculos folclóricos a distintos escenarios y festivales del mundo, pero aquí sigue siendo un desafío gestionar y sostener el sector, desarrollarlo de forma accesible a la población para que todos y todas sepamos bailar un gato como parte de nuestra cultura”, reflexiona a la vez que sentencia que la idea no es copiar modelos, sino que dialogar con ellos, “encontrar nuestra propia manera de hacer sonar el bombo”.

Dos días latiendo

Las actividades del 12° Encuentro de bombos legüeros en Uruguay se llevarán a cabo en la sede del Sindicato del Gas, la Casa de la Cultura Afrouruguaya y el Club Colón. La frondosa programación se puede consultar en la cuenta de Instagram de Latido Oriental e incluye talleres, conversatorios, peña y una marcha de bombos hasta el callejón de la universidad, como para despabilar a una ciudad acostumbrada a retumbar, pero con el tronar de los tambores.

Entre otras destacadas visitas, participarán, tanto en talleres como en el escenario, el músico Pablo Carabajal, integrante de la icónica familia santiagueña, y Rocío Sanjurjo Ábalos, nieta del pianista y compositor Adolfo Ábalos -de Los Hermanos Ábalos-, quien actuará con el ensamble de bombos A la Legua Tríada, junto a Florencia Olatte y Nige Achy. En la peña del sábado a la noche también sonarán propuestas orientales como las de Matías Fratti y Natalia Tejera, además de que el micrófono estará abierto para el que quiera compartir sus coplas.

Según la organización de este mitin, el bombo legüero es mucho más que un instrumento de percusión. Para Natalia Tejera es un símbolo de memoria, resistencia y comunidad. “En su sonido resuenan las historias, las luchas y los territorios de nuestros pueblos latinoamericanos. Se dice que su nombre se debe a que su sonido se escucha a legua de distancia, cumpliendo el maravilloso rol de comunicar a las comunidades, y lo sigue haciendo. Tocar el bombo es también habitar un espacio de conexión con la tierra, con lo ancestral y con lo colectivo”. Vayan baldeando la pista que ya se siente el latido.

12° Encuentro de bombos legüeros en Uruguay. Sábado y domingo. Programación en latido.oriental.uy (Instagram). Reservas: 099 825 706. Si llueve, las actividades al aire libre se realizan en el Sindicato del Gas (Convención 1131).