“Canciones: el cuco no existe. Más de 10.000 personas en el Palacio”, titulaba la revista Canto Popular en agosto de 1983, encima de una foto del grupo vestido de punta en blanco. Por entonces, lo conformaban Jorge Bonaldi, Nancy Guguich, Horacio Corto Buscaglia, Gustavo Ripa, Susana Bosch, Carlos Vicente y Gonzalo Moreira.

“Acaba de terminar la primera de las dos funciones programadas por Canciones Para No Dormir La Siesta en el Palacio Peñarol. Por suerte, nos tomaremos nuestro tiempo para meditar con profundidad sobre todo lo que vivimos. Un fenómeno humano, social y artístico de estas características no se puede reseñar en pocos segundos. Es mucho lo que acaba de entregar a través de una abrumadora madeja de técnicas y de distintas disciplinas artísticas: música, proyecciones, sombras, títeres...”, adelantaba en su crónica el periodista Nelson Caula.

El multitudinario espectáculo, que seguiría días después con otro show en el Cilindro Municipal, se presentaba bajo el título “Los derechos del niño” y era el producto de una extensa gira por escuelas del todo el país en la que los integrantes del grupo habían recolectado la opinión de los pequeños y un montón de dibujos que los acompañaron en sus actuaciones.

“En un momento el clima se había complicado. Nos habían mandado unos camiones del Ejército y resultaba un poco intimidatorio”, recuerda ahora Gonzalo Moreira sobre esas funciones estrenadas bajo la lupa de la dictadura militar. “Por suerte pudimos contar con el apoyo de Unicef. Era habitual que nosotros agregáramos cosas nuevas. Y muchas veces nos pasaba que venía una persona a controlar que no nos saliéramos ni una palabra del libreto”, admite el músico y productor, actualmente radicado en Maldonado.

En una publicación del semanario Aquí, el cronista destaca “las características sobresalientes” de aquel espectáculo en el estadio aurinegro y repara en “dos cuadros polémicos”, uno dedicado a una parodia del grupo Los Parchís (“Los Parchudos”) y otro que incluía “un enorme cabezudo con el rostro de Hitler”: “los parlantes dejaban oír la patética voz del mismísimo Führer”, detalla el artículo, que denuncia “niños llorando”, aunque aclara que “esa no fue la tónica general de la propuesta”.

“El que estaba adentro del cabezudo era Horacio”, revela hoy la cantante, docente y comunicadora Susana Bosch. “En un momento nos caminaba por arriba. Era una caricatura que representaba a un dictador. Se usaba un audio de Hitler y el cuadro hacía referencia a la guerra y la vulneración de los derechos de las personas y a la hambruna que azotó Europa después de la Segunda Guerra Mundial”, explica.

Sólo una obra de teatro

“Canciones fue creado por Nancy Guguich y Walter Venencio. Ellos ya venían actuando y componiendo, y en un momento decidieron armar algo más grande”, cuenta el músico Martín Buscaglia, hijo de Guguich y Horacio Buscaglia.

“De hecho, mi vieja ya había editado un disco solista de canciones para niños, mucho antes de formar Canciones Para No Dormir La Siesta. El nombre del grupo fue una idea de Héctor Manuel Vidal, director teatral muy amigo de mis viejos”, cuenta.

“La primera etapa tiene que ver con una obra de teatro, nada que ver con un grupo, producida por Club de Teatro para hacer una temporada y ya está. Ahora bien, desde el primer día –19 de junio de 1975– en la sala Mercedes del teatro El Galpón, quedó llena de bote a bote y siguió llenando hasta que se bajó ese año. Hacíamos dos funciones los sábados y dos los domingos. No sé por qué razón quedó marcado, más allá de que era un espectáculo de Club de Teatro, como una situación distinta, una sensación especial. Sin querer y en la propia marcha, se transformó en otra cosa”, declaraba el propio Horacio Buscaglia en la revista Canto Popular.

“Después arrancó una etapa oscura”, afirmaba el Corto. La clausura del teatro El Galpón en 1976, con sus instrumentos secuestrados y el exilio forzado de varios integrantes del grupo, truncaba el proyecto, aunque no impedía que sus integrantes cranearan otros espectáculos similares, como Para cuando llueva, con Susana Bosch y Walter Venencio, dirigidos por Buscaglia.

En su regreso, y con el teatro Circular como nueva sede insignia, el grupo siguió de largo hasta fines de la década de 1980, invadiendo el espacio público de ferias y tablados en pleno 18 de Julio. También hizo carnaval y una infinidad de espectáculos musicales y teatrales, grabó ocho discos de estudio, especiales audiovisuales y hasta tuvo su propio programa de tevé, con tribuna de público incluida, que se emitió los domingos en Canal 10.

Por su formación pasaron, entre otros, Leticia Moreira, Jaime Roos, Jorge Lazaroff, Cecilia Prato, Coco Fernández y Guzmán Peralta. “Pasábamos tanto tiempo juntos que hasta elegíamos el mismo lugar para irnos de vacaciones”, cuenta Susana Bosch.

La propuesta, entre festiva, didáctica y subliminal o directamente agitadora, conquistó al público de grandes y chicos, al punto de convertirse en un suceso masivo de la cultura local y un símbolo de resistencia contra la dictadura civil-militar saliente, de la mano de superéxitos como “Chim pum fuera”, su versión de “Casa disparatada” y “El país de las maravillas”.

“Yo después hice muchas cosas, por ejemplo, un programa de radio”, dice Bosch en referencia a Para escucharte mejor, actualmente en Butiá Plus, “pero hasta el día de hoy, no hay vez que yo salga a la calle y alguien no me pregunte por Canciones”.

La compositora y cantante coincide con Moreira sobre la naturalidad con la que el grupo asimilaba los momentos de mayor popularidad. “No teníamos un mango. Los tambores, si te fijás en las fotos de los comienzos, eran una cosa muy precaria. Y todos al mismo tiempo, hacíamos otras cosas. En mi caso, yo daba clases de guitarra, por ejemplo”, asegura Moreira. “Nuestro vínculo era muy fuerte”, apunta Bosch. “La amistad entre nosotros iba mucho más allá del escenario. Y no caímos en la popularidad que tenía el grupo. Se sentía mucho más cuando salías fuera del país que cuando estabas acá. Porque el público de acá, sobre todo en esa época, era muy discreto en un montón de cosas. Como que la popularidad la sentimos mucho después”.

Foto del artículo 'Hits de resistencia, estadios llenos y un cabezudo con la cara de Hitler: 50 años de Canciones Para No Dormir La Siesta'

Foto: Difusión, s/d de autor

“El otro día justo charlaba con Mandrake Wolf y me decía que el grupo era como un refugio de alegría y libertad en los tiempos tremendamente sórdidos de la dictadura”, dice Martín Buscaglia, mientras busca entre sus recuerdos y trae “las varias veces en que algunas canciones, o directamente la presencia de mi padre, Horacio, era censurada, y cómo igual tocaban cambiando alguna letra o dejando una silla vacía”.

De sus giras por el interior, Moreira rescata uno de los mejores conciertos: “Habíamos llegado a Pueblo Risso, en Soriano. Y sabíamos que era una localidad pequeña y que su población era de 700 personas. Cuando estábamos por salir a tocar, y preguntamos cuántas personas había esperándonos, nos dijeron: ‘¡700!’”.

“Recuerdo las funciones diurnas y para niños en el teatro Circular, pero además algo que siempre me emocionó y deslumbró era que en una época hacían funciones en trasnoche. O sea, sólo para adultos, pero sin modificar un ápice el guion y repertorio de las funciones de la tarde. Y todo funcionaba igual. ¡Qué belleza!”, apunta Buscaglia.

Ensayos continuados

Entre las muchas y variadas puestas en escena de sus espectáculos, un registro audiovisual íntimo del programa Hablemos, de Jorge Traverso, permite con fidelidad hacer foco en el talento y las destrezas musicales del grupo. Ubicados en un sillón familiar y con unos pocos instrumentos acústicos, los siete titulares de Canciones se combinan para interpretar con precisión y fluidez una notable versión de “Para cuando llueva”.

Según Buscaglia, los discos de Canciones “están en el top de los grandes discos compuestos y grabados en Uruguay en la dictadura”. “Como en todo conjunto mítico, todos sus integrantes eran importantes y tenían cualidades propias, pero las tres columnas cruciales eran Nancy Guguich, Horacio Buscaglia y Walter Venencio, y luego Gonzalo Moreira”, opina el autor de “Ir y volver e ir”.

“Nancy era probablemente la única imprescindible; la única específicamente formada en el trabajo con niños, y quien comandaba la orientación pedagógica, y la responsable no sólo de componer, sino también de recopilar y aggiornar un montón de canciones populares. Horacio, al ser director de teatro, llevaba las riendas de la dramaturgia en escena, que era muy fina y descacharrante, además del costado de la poesía con doble lectura. Y Walter era un músico increíble: admirado por sus pares, pero bastante desconocido por el gran público, por no tener discos propios en su haber”, explica.

Según Buscaglia, Venencio “marcó los parámetros musicales del grupo”, en una labor que luego continuó Gonzalo Moreira, “que estaba inspiradísimo en esa época, acompañado por ese gran guitarrista que es Gustavo Ripa y por la ductilidad de Carlos Vicente”.

Susana Bosch encuentra respuesta a la calidad musical del grupo en el tiempo de dedicación y refiere al trabajo de producción de Canciones para no dormir la siesta, el álbum editado por Sondor en 1979. “Para el primer disco se usaron más de 100 horas de grabación, lo que en aquel momento era muy inusual. Walter era un músico tremendamente exigente. Si hubiera sido por él, todavía lo estábamos grabando. Además, en ese momento tenías que estar muy bien preparado antes de entrar a grabar. No había autotune, nada, y grabábamos todos juntos”.

“Hoy las cosas han cambiado y es muy difícil juntarse porque todos tienen muchos trabajos. En aquella época ensayábamos muchísimo”, cuenta Moreira. “Nos juntábamos en la casa de Nancy y Horacio y, en otra época, en la casa de Alfredo Zitarrosa. Hacíamos marcación de voces y nos quedábamos un montón de horas. Todos tenían facilidad para las armonías”, resalta Moreira, que ubica la consolidación del sonido del grupo recién en el sexto disco, Diez años (EMI-Orfeo, 1985), “que es el que trae ‘El país de las maravillas’”.

Doblando la esquina

“Esa canción fue como un salvavidas”, confiesa Bosch sobre “El país de las maravillas”. “Hay cuestiones que quedan en nuestra órbita personal, pero habíamos pasado muchas cosas antes de ese momento. La primera vez que cantamos esa canción fue una cosa muy fuerte. Lloramos todos”, relata. “Gonzalo llegó con un casete al ensayo, después de haber perseguido a Horacio para que terminara la letra, y nos quedamos en silencio, escuchando la letra dicha por Horacio”.

“Arrancó el Corto con un pedacito de letra y me la pasó”, recuerda Moreira sobre el germen de la composición. Yo recuerdo que estaba charlando con Nancy y se me ocurrió una melodía que registré en un grabadorcito que tenía. Después el Corto me mandó el estribillo y yo le hice la melodía. Y después faltaban unas estrofas. A diez días del estreno del espectáculo le faltaba una estrofa –él tenía una trancadera– y nos apremiaba el tiempo porque se nos venía otro espectáculo encima. Recuerdo que fui hasta su casa y ahí, juntos, yo le decía: ‘¡Vamos, Corto!’. Y terminó saliendo. La verdad, fue costoso pero quedó bueno”, dice sobre una de las canciones fundamentales del repertorio de la música popular uruguaya.

15 años y demasiadas pantallas

A comienzos de 1988, con una nota titulada “La sana alegría de los domingos”, el semanario Mate Amargo anunciaba el comienzo de El programa de Canciones en Canal 10. “Todo lo que hemos hecho siempre fue pensando en la participación de la gente, en una platea sumamente activa. En muchas oportunidades fue la gente la que nos aportó su creatividad espontánea. De otro modo Canciones sería impensable”, contaba Jorge Bonaldi sobre la propuesta del programa, que incluía una tribuna a la que concurría público en general y alumnos de escuelas de todo el país.

Susana Bosch le adjudica al ciclo televisivo semanal parte del desgaste del grupo: “Aunque nunca dijimos: ‘Nos separamos’, fue como una especie de cansancio lo que sentimos, me parece. Yo nunca tuve mucha empatía con el tema televisivo. Era un lenguaje diferente al del teatro. Es muy difícil además hacer televisión en vivo. Yo arranqué el programa estando embarazada. Hacíamos el programa en el gimnasio de Defensor Sporting, con una movida enorme del canal, y por si todo eso fuera poco, recuerdo que muchas veces la gente tenía la fantasía de que si uno aparecía en la tele era millonario, y nada de eso pasó porque no vimos un solo peso”, asegura.

Al mismo tiempo, los conciertos del grupo eran cada vez más espaciados. “De repente nos dimos cuenta: ‘La semana que viene no tenemos’, y resolvimos que podíamos tomarnos un descanso en los ensayos. Y así fue pasando otras veces, hasta que un día nos llamamos y dijimos ‘Che, ¿qué vamos a hacer con esto? Estamos pagando el alquiler de la sala para ensayar y no la estamos usando’. Y fue así; no hubo una pelea, ni discusión, tanto así que nos quedó la sensación de que no hubo una despedida con la gente”. Para Bosch, “Canciones era con Horacio y Nancy, que lamentablemente ya no están. Eso amerita que sea una etapa cerrada”.

“Ambos tenían personalidades muy fuertes”, recuerda Moreira. El Corto era muy, muy gracioso, y Nancy muy cálida y muy buena comunicadora. Los dos eran muy talentosos para componer y para elegir cosas que luego transformaban en otras. Yo aprendí mucho con ellos, fueron mis padres artísticos. Trabajé mucho con ellos. Fue lindo compartir el proyecto, todo lo que vivimos juntos, con la gente, lo tengo en el corazón, bien guardado. Fin”, coincide Moreira.