Hagamos un no tan breve repaso: corría el año 1959 cuando el imprescindible escritor Donald Westlake (1933-2008) resolvió que estaba cansado de moverse siempre en el mismo tipo de novela negra. Considerado el maestro del policial con humor, el neoyorquino apreciaba las novelas hard boiled, con argumentos simples y abundante violencia, pero no iban del todo con su línea autoral.

Por tanto, Westlake se inventó el seudónimo Richard Stark y con esa firma publicó en 1962 la novela The Hunter. Allí, y en veintipico de novelas más, el protagonista es Parker, un ladrón y criminal profesional despiadado y con un cerrado código profesional, capaz de los mayores robos.

El personaje era llamativo para el cine, y ya en 1967 John Boorman adaptó la primera de sus novelas en Point Blank (A quemarropa), con Lee Marvin en el rol de Parker, llamado Walker en la película, en el primero de los muchos cambios de nombre que el personaje sufriría a lo largo de sus adaptaciones, como se verá a continuación. No fue la única adaptación. Ya en 1966 Jean-Luc Godard había adaptado The Jugger, en la que Parker sufría una transformación completa: pasaba a ser una periodista llamada Paula Nelson. La película, llamada Made in USA, tendría problemas legales, porque parece que Godard no se preocupó demasiado por el asunto de los derechos. También en 1967 y en Francia, Alain Cavalier adaptaba The Score (Parker pasaba a llamarse Georges); en 1968 llegaba The Split, adaptación de The Seventh (Parker se llamaba McClain y lo interpretaba el jugador de la NFL devenido actor Jim Brown); en 1973, The Outfit (Parker era en este caso Earl Macklin, encarnado por Robert Duvall) y en 1983, Slayground (Parker aquí es Stone, interpretado por Peter Coyote). Volvería para 1999 como Porter, en la divertida Payback, que adaptaba nuevamente A quemarropa, con Mel Gibson en el rol principal. Hubo que esperar hasta 2013, cuando Jason Statham protagonizó Parker, para que por fin el personaje apareciera en cine con su verdadero nombre.

Ahora, de nuevo con su nombre original pero sin adaptar específicamente ninguna novela de Westlake, Parker regresa en Juego sucio, en la piel de Mark Wahlberg.

Wahlberg como personaje tradicional de novelas negras es algo peligroso. Lo demostró no hace tanto al arruinar por completo a Spenser (la genial creación de Robert B Parker) para Netflix en Spenser confidencial. Pero en Juego sucio las expectativas crecen cuando uno se entera de que el director –y guionista adaptador– no es otro que Shane Blake, quien repite la colaboración con Robert Downey Jr. (ahora haciendo las veces sólo de productor) de esa genial comedia negra policial que se llama Kiss Kiss, Bang Bang (2005). Black, el guionista de Depredador (la original) y de la saga Arma mortal, tiene altas y bajas (como todo el mundo), pero cuando se mueve en este subgénero, el del policial negro con humor del mismo color, suele salirle bien.

Parker y su banda roban un hipódromo. Ocurre una traición. Él es dado por muerto (como en A quemarropa) y regresa poco después a buscar venganza y su dinero de manos. Ocurre el giro inesperado y el ladrón –con una nueva banda– se verá embarcado en el robo más grande de su carrera: un tesoro mítico que podría pagar la deuda externa de un país sudamericano.

Con esta trama, Black crea un relato que apunta a varios momentos de toda la saga. Incluye personajes secundarios –como el mejor amigo de Parker, Allan Grofield (Lakeith Stanfield), que aparece en algunas de las novelas tardías– y juega a adaptar tanto a Richard Stark como a Donald Westlake, puesto que el humor aquí gana la partida y el hard boiled queda muchas veces supeditado a él. De hecho, y aunque cuente con momentos genuinamente graciosos, a veces parece que Black está tratando demasiado de ser gracioso, sobrecargando de situaciones y circunstancias su relato.

Sin embargo, la película nunca deja de ser entretenida. Quizá sea demasiado extensa, y hay un par de momentos de CGI barato, pero hay acción, giros inesperados y diversión. Wahlberg no aporta casi nada, pero al menos no molesta. El elenco, en cambio, está muy bien (el mentado Stanfield, Rosa Salazar, Keegan-Michael Key, Nat Wolff, Gretchen Mol, Thomas Jane y el gran Tony Shalhoub), aunque en general resulte algo subutilizado, sobre todo porque había minutos para repartir.

Juego sucio podría llegar a ser el inicio de una saga –material para adaptar no falta, y además queda claro que hasta se puede no adaptar un relato específico– y no estaría mal ver de regreso a Parker, un personaje ya clásico del cine negro. Mientras esperamos, siempre podemos disfrutar de la genial –obra maestra– adaptación que hizo el historietista Darwyn Cooke de las primeras novelas del personaje, que son un verdadero imperdible.

Juego sucio 128 minutos. En Prime Video.