La pianista y cantante Stephanie Eté Martínez recuerda que esa noche habían salido a la vereda con sus instrumentos a dar una serenata y a empujar un auto sin batería que hizo rodar por la calle a la bajista Julieta Taramasso, entre las risas de sus amigas. “Esa caída fue hermosa”, describe Eté, “porque dio unas vueltas sin dejar de cubrir su instrumento. Increíble”. “Estábamos muy contentas”, apunta, la percusionista Agustina Martínez.

Sólo un rato antes del tropiezo y del concierto al aire libre para los vecinos, habían acordado entre todas afrontar el desafío de un Teatro de Verano con Kumbiaracha.

El relativamente nuevo grupo musical –fundado en medio de la pandemia y que funciona como una cooperativa que decide su futuro mediante asambleas y comisiones de trabajo– se define sin rubores como “la orquesta integrada por mujeres y disidencias que marcó un antes y un después en la música bailable uruguaya”.

Su formación actual se completa con Mariana Escobar, Maira Sepúlveda y Jhoanna Duarte en voces, Florencia Núñez en voz y guitarra, Julia Melo en guitarra eléctrica, Lali Ganz en timbal, Fernanda Bértola en congas y bongó, Sofía Mattson en trombón, Gleisis Estrada en trompeta, voz y accesorios, Belén Algorta en trompeta, Maja Cabrera Pirotto en saxo y accesorios y Joa Alonso en producción.

Llevan editados dos EP, Rebelión en la bailanta (2023) y Sesiones K (2025), y prometen el lanzamiento de su primer LP para el año que viene.

Su actuación en el Ramón Collazo, programada para dentro de tres semanas, supone una versión ampliada de sus tradicionales Fiestas K, con una invitación especial “a las familias que acompañan este proyecto desde sus inicios” y como broche de oro de un año agitadísimo, con numerosas actuaciones en el interior del país, Argentina y Brasil.

Pero ¿dónde reside el éxito de su propuesta musical? ¿A qué suena exactamente Kumbiaracha?

La pila de discos en la casa de Agustina Martínez, una de las anfitrionas de esta entrevista con la diaria, podría brindar algunas pistas, o quizás ninguna, sobre el maridaje sonoro producido por el colectivo. La primera fila de discos compactos acumula buena parte de la discografía del grupo cubano Los Van Van y culmina con un recopilatorio con lo mejor de Supertramp. En la fila de al lado resaltan grabaciones de las murgas Agarrate Catalina y Curtidores de Hongos, y la última parece reservada para propuestas de intensa percusión, como las de Tribu Mandril y Enroque Tambor. Bajo el vidrio de un aparador llama la atención una foto muy antigua de la legendaria cantante uruguaya Lágrima Ríos.

“Es que me parece que ninguna venía estrictamente de la cumbia”, aclara una de las Martínez, en acuerdo con la otra, en algún momento de esta conversación.

Agustina nació en Argentina. Ya hace 11 años que vive en Montevideo y es una de las puntales y gestoras de la comparsa de candombe Valores. “Yo comencé con la música en una murga de Buenos Aires que se llamaba Matadores de Tristeza”, relata. “Éramos como 80 personas. Yo solía colarme en los ensayos de la parte de percusión, que era lo que más me gustaba. Entonces me metí en un grupo de La Boca que se llamaba Caturga”.

Eté Martínez, la otra anfitriona de esta tarde primaveral en Barrio Sur, es sanducera. Su primera banda, fundada con un amigo de Paysandú con el que había compartido clases en un bachillerato artístico, fue Versos Opuestos, de la que se puede escuchar un luminoso folclore registrado en el LP Vaivén, editado en 2021.

Kumbiaracha durante un show en el Teatro de Verano de Montevideo.

Kumbiaracha durante un show en el Teatro de Verano de Montevideo.

Foto: Mauri Rodríguez, difusión

¿Cuándo y cómo nace Kumbiaracha?

Eté: En 2020, plena pandemia. Con mucha inactividad cultural, inactividad de la vida. Por ejemplo, yo, que soy docente, no estaba laburando, salvo por algunas clases virtuales, cosas así. Un día me llega un mensaje de Jhoanna Duarte que decía: “Hola, ¿cómo va? Nos estamos juntando con Julieta Taramasso y otras amigas para hacer cumbias. Si te copa, venite por acá”. Y me tiré al ensayo. Era en la casa de Jhoanna, donde funcionaba un centro cultural que se llamaba Trinchera. El lugar era chico, estábamos todas ahí apretadas con un teclado, una consola, algún micro. Y ahí arrancamos. Me acuerdo de que habíamos empezado a improvisar el enganchado de Gilda, que luego se volvió parte de nuestro repertorio.

¿Cuál fue la primera actuación del grupo?

Eté: En ese momento era complicado, así que fue clandestina, ahí mismo donde ensayábamos. Todavía no nos llamábamos Kumbiaracha. Tocamos y, de repente, nos llaman a la puerta: “Che, no se puede hacer tanto ruido”. Entonces empezamos a cantar: “Que los cumplas feliz...”. Después quedó como un código: cada vez que tocábamos, lo hacíamos.

Agustina: Yo me integré después. Era amiga de varias y las había visto en vivo una vez en la Fanfarria Invernal de Urbano, y cuando me las encontré le dije a Lali Ganz, que es la timbalera: “Che, cuando necesiten a alguien me avisan”. Empecé trabajando en la producción y después me integré a la banda para tocar la güira.

¿Qué se puede saber del show en el Teatro de Verano?

Agustina: Va a haber invitados sorpresa. Hay cambio de vestuario, tres secciones de temas diferentes, estrenos y versiones nuevas de temas viejos. Y todo un equipo que hace tiempo viene laburando para el show, con nuevas visuales y un trabajo de luces especialmente diseñado. Queremos que haya una transición entre los bloques para que todo sea un gran espectáculo de principio a fin, y no algo del tipo “Ta, empezó una cosa, terminó la otra”, sin más. La idea es integrar la música con lo que se ve y que todo resulte interesante. Hay visuales, bailarines, vestuarios. O sea, información de todos lados que se complementa.

¿Qué cumbia dirían que hace Kumbiaracha?

Eté: ¡Qué difícil! El grupo tiene una sonoridad bastante particular, me parece. Voy a hacer autobombo: lo que hacemos nosotras es un género nuevo. La música de Kumbiaracha refleja bastante lo que somos, creo yo. Me cuesta definirla cerca de una cosa o de otra. Tomamos rasgos de bandas amigas, de cosas que hemos escuchado.

Agustina: Y la formación es similar a la de las bandas de música tropical, pero no igual. Y el repertorio también es distinto. Tiene una cosa de la cumbia colombiana. Un poco va hacia ahí, otro poco hacia la cumbia vieja, otro poco hacia la plena.

Eté: Y un poco hacia lo nuevo también, a partir del sintetizador y de las voces femeninas, y de los efectos. Nuestro sonido también tiene que ver con animarse a usar herramientas de producción musical. Mezclamos lo nuevo, lo viejo, lo de raíz, lo popero y un poco de rock.

¿Cómo se lleva el grupo con el mundo de la plena uruguaya? ¿Han encontrado resistencias desde ese lugar?

Agustina: Si bien hacemos géneros similares, no es nuestro medio, claramente, aunque poco a poco se va abriendo y hemos compartido fechas con gente de la tropical y se nota esa diferencia.

Eté: No hemos convivido tanto como para decirte: “Pasa esto”.

Pero sí comparten mercado y espacio dentro de la movida cultural.

Agustina: Es cierto. Y creo que eso tiene que ver con que la movida de la plena se está moviendo y está menos cerrada. Nosotras nunca fuimos a tocar a El Tropi ni a ningún baile de ese estilo, pero, por otro lado, Mariano Bermúdez, La Deskarga, La Nueva Escuela y Luana ya vienen haciendo fechas propias en Sala Museo del Carnaval, y es ahí donde compartimos espacio con la movida tropical. Como que empieza a hacerse más flexible. A la plena ya no la escuchás sólo en El Tropi.

Foto del artículo '“Lo que hacemos nosotras es un género nuevo”: Kumbiaracha prepara su fiesta más grande en el Teatro de Verano'

Foto: Mauri Rodríguez, difusión

Eté: Siempre quise decir esto: estamos viviendo un momento bisagra. El público se está abriendo a otros géneros. Y lo digo incluso desde mi propio lugar. Me pongo de referencia. Siempre cuento que yo no escuchaba nada de plena, y hoy, ponele, a las seis de la mañana, yendo a laburar, pongo plena en la radio y me gusta. Siento que hay toda una generación que se está abriendo no sólo en la música, sino a la posibilidad de bailar y de disfrutar.

¿Qué escuchabas antes?

Eté: Yo era pianista clásica y tenía formación de jazz. Y cumbia, cero. Mi padre es músico de una orquesta tropical bailable del interior, Wanco se llama. Y yo, como buena hija, dije: “¡Por acá, no!”. Absorbí todo lo que escuchaba mi hermana rockera: mucha música en inglés, pop, música clásica, hasta que llegó ese mensaje que te conté: “¿Cumbia? Bueno, dale”.

Vos, Agustina, ¿qué escuchabas?

Agustina: A mi madre le encanta la música, especialmente la música uruguaya. Con ella empecé a escuchar a Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños, Jaime Roos. Después, con la murga, descubrí mucha música de ese género; luego llegué al candombe y seguí con mucha salsa y música brasileña.

Además de las versiones, el grupo también tiene sus propias canciones. ¿Cuáles son las cosas que les interesa decir con la música?

Agustina: La banda milita para que haya más mujeres arriba de los escenarios. Mujeres y disidencias. Ese es uno de nuestros objetivos principales. Y lo hacemos con nuestra presencia arriba del escenario, pero además lo decimos. Hay cosas que tienen que estar muy explícitas para que se entienda el mensaje. También queremos decir que queremos espacios libres de acoso y sentirnos cómodas en el escenario y abajo; que la gente pueda bailar en paz.

Eté: Apostamos a la resignificación del baile, que es algo que venimos militando a través de nuestras Fiestas K, que invitan a ir a bailar y divertirse por el solo hecho de bailar. Intentamos que todas las canciones que hacemos sigan el mismo sentido de nuestro mensaje.

A algunas de las versiones que tenemos en el repertorio les cambiamos la letra, otras las hemos dejado de hacer para que tenga sentido la propuesta.

Agustina: Y después hay otro mensaje, más allá de la equidad de género, que tiene que ver con la lucha por la igualdad de clases y con lo social, ocupando espacios para que la gente te pueda ver en cualquier barrio, en la calle y dándole lugar a las infancias.

¿Cómo surgen las Fiestas K?

Eté: Al ser una banda que, como te decíamos, no va a tocar a El Tropi, nos pusimos a pensar: “¿Cuál es nuestro espacio?”. Con ese puntapié decidimos hacer nuestra propia fiesta. El show en el Teatro de Verano tiene ese mismo espíritu.

Agustina: Es un espacio para tocar nosotras y hacer lo que tenemos ganas. De esa forma podemos elegir a las y los DJ, la música que queremos y la gente que se sube al escenario.

Eté: También buscamos generar una cultura: la cultura K.

Kumbiaracha en concierto. Viernes 21 de noviembre en el Teatro de Verano Ramón Collazo. Platea alta: $ 640, platea media: $ 960, platea baja: $ 1.275 en Tickantel. 2x1 para la diaria.