Sean John Combs, más conocido como Diddy o Puff Daddy, es un rapero, compositor y empresario nacido en 1969 en Harlem (Nueva York), ganador de tres premios Grammy y mentor y productor de grandes artistas de pop, hip-hop y R&B como Usher, Jay-Z, Mariah Carey, Beyoncé y Britney Spears. Supo ser durante décadas un magnate del rap, famoso por sus extrañas apariciones públicas y escandalosas enemistades (la más recordada, con el ya fallecido ícono Tupac Shakur) y su actitud siempre desafiante. Luego de su impresionante ascenso en Uptown Records, en 1994 montó el imperio de Bad Boy Records, la división discográfica de Bad Boy Entertainment, cuyos negocios incluían una productora audiovisual, varias líneas de ropa y restaurantes, y así se transformó en uno de los empresarios musicales más exitosos e influyentes de la industria.

Hoy, lejos de los brillos noventosos, la situación de Diddy es turbia y compleja: desde setiembre de 2024 está preso en la cárcel de Brooklyn (sin posibilidad de fianza) a la espera del juicio, en mayo de este año, por cargos de tráfico sexual y crimen organizado. Parece haberse destapado una red de secretos guardados desde hace décadas, y a Combs le han llovido decenas de demandas por agresión sexual, tráfico de personas y abusos de todo tipo, que incluyen amenazas, sumisión química, trabajos forzados, secuestros, sobornos y obstrucción a la justicia, entre otros delitos. La mayoría de las denunciantes sostienen que Diddy les mintió, las drogó y abusó de ellas en fiestas y audiciones, con el agravante de que muchas eran menores de edad.

La historia de estas acusaciones, que desnudan más de 30 años de violencia y extorsiones, son narradas en el documental Caída de un ícono: P Diddy, que consta de cinco partes. Dirigido por dos brillantes documentalistas como Yoruba Richen, directora de The Green Book, el documental que inspiró la película homónima ganadora del Oscar en 2020, y Emma Schwartz (Quiet on Set: The Dark Side of Kids TV), se basa en un pormenorizado relato con más de 30 testimonios, muchos inéditos y todos muy sentidos, sobre el ascenso y la caída de Diddy, su omnipresente poder y el miedo que instaló en todos, su abrumadora impunidad y de cómo llegó a su presente tras ser tratado como un genio de la música, además de creador de las white parties de los 2000, famosas fiestas en mansiones que incluían artistas, escritores, empresarios y millonarios que vestían de blanco y disfrutaban al estilo Gran Gatsby (figura con la que Combs siempre se identificó).

Cada episodio repasa con rigurosidad la violenta infancia del músico, marcada por su madre que lo crio en soledad (su padre fue asesinado y tenía conexiones con Frank Lucas, conocido traficante de Harlem). Aparecen su llegada al rap, la construcción de su fuerte identidad negra y su increíble olfato para la música y los negocios, así como su desmedida ambición, sus métodos mafiosos, su necesidad de controlar, intimidar y denigrar a las mujeres. También el papel del entorno, que durante años avaló su iracunda conducta y naturalizó su extrema violencia, justificándola en su imagen de supermagnate. Aunque actuaba como un estafador, P Diddy gozaba de la protección del sistema judicial.

El documental ofrece diferentes perspectivas de los abusos de Diddy en lo sexual, lo empresarial y lo familiar. Hondo y minucioso, por momentos hiela la sangre. Deja la amarga sensación de que todos tenían una historia de abuso con él, pero nadie se animó a hablar hasta ahora, lo que perpetuó más de tres décadas de impunidad. Sin embargo, la violencia silenciosa del submundo de las intocables estrellas de la música y el cine ha ido saliendo a luz desde 2017, cuando el movimiento #MeeToo dio voz a las víctimas del misógino universo del espectáculo.

Los ídolos abatidos suelen ser buen tema de documentales, y Caída de un ícono será inevitablemente comparado con la producción de Peacock Diddy: The Making of a Bad Boy. Es una cruda y profunda inmersión en la mente y la construcción de un monstruo y depredador sexual, un narcisista que se impuso mediante el miedo y las amenazas. Otra celebridad caída en desgracia, otro héroe perverso, otro poderoso infame que gozó de la complicidad de toda una organización criminal que le facilitó montar una gigante red de abusos, pero a la que finalmente también le llegó su hora.

Caída de un ícono: P Diddy. Cinco episodios de 40 minutos. En Max.

Viejas películas punk

Dale al tracking, el ciclo organizado por la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU) en el Cine Universitario, ofrece desde este sábado un ciclo dedicado a películas ochenteras relacionadas de algún modo con la estética punk. Comienza con Ladies and Gentlemen, the fabulous Stains (Lou Adler, 1982), que narra el meteórico ascenso y caída de un trío femenino que intenta abrirse camino entre prejuicios generacionales, de género y comerciales. Especie de “cuento de hadas punk”, según los organizadores, “es una historia que sirvió tanto para envalentonar a las mujeres a calzarse una guitarra y un bajo como para denunciar los riesgos que uno o una corre de ser engullido por el mismo sistema que te promociona”.

El sábado 15 será el turno de la australiana Dead End Drive In y luego llegará la también oceánica Bad Boy Bubby, “una especie de Kaspar Hauser punk”. El 29 de marzo el ciclo cierra con la japonesa Linda Linda Linda, de una época posterior (2005) a la del visionado en VHS que dio pie al ciclo.

Dale al tracking: cine punk. Los sábados de marzo en el Cine Universitario (Canelones y Yaguarón). Bono colaboración $ 220.

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