“Cuando llegué a Madrid, una de las cosas que hacía era trabajar todo el tiempo, todos los días”, cuenta Lucía Trentini. Eran horas dedicadas a recorrer productoras y directoras de casting. Hasta que adquirió una solidez y un nombre que sonara, muchos ni le contestaban.
Parte de producciones independientes, sin patrocinio, Trentini pagaba el precio de trabajar sin representante, de asumir todos los roles. Por eso llegar a la industria audiovisual no estuvo entre los objetivos, aunque un día vio a Pedro Almodóvar en el teatro. Son cosas que pasan en Madrid, donde vive hace siete años.
Igualmente, sus novedades con el cine últimamente estuvieron vinculadas a proyectos uruguayos; hizo la banda sonora de Adiós a mi teta, un cortometraje protagonizado por Gabriela Iribarren y Mónica Navarro que dirige Andrea Treszscan, y del documental Mala reputación, de Marta García y Sol Infante Zamudio.
Lo de filmar no sabe para cuándo ni si va a funcionar. Prefiere que decante solo. El teatro y la música ya le llenan la agenda, y no sólo en España. Este fin de semana, de visita en Uruguay, cierra el ciclo Nosotras en la Delmira con un unipersonal que habla de sistemas de dominación y de estereotipos.
Para construir Perra cimarrona recurrió a varias fuentes documentales: si bien la obra es una ficción, tiene anclajes históricos. Trentini estuvo leyendo a un autor español que hace una revisión de la conquista de América titulada La invasión de América.
“Ahí me encontré unos cuantos relatos, y también en Bartolomé de las Casas, que escribió muchísimo acerca de lo que pasaba con la llegada de los españoles. También ahí descubrí algunas cartas; una de ellas se lee en escena. Es una carta de Miguel de Cuneo en la que relata, en el 1498, la violación a una mujer caribeña. Lo cuenta desde una perspectiva de que eso está bien. Al final, pone: ‘Le di de azotes y llegamos a estar tan de acuerdo’, dice, ‘que parecía ella haber salido de una escuela de rameras’. Realmente creo que es uno de los primeros registros de la historia de una violación a una mujer nativa. Fue en las Antillas. Empecé a encontrarme con cosas así, que se me erizaba la piel. Cómo de alguna forma se siguen repitiendo patrones que llegan hasta hoy, que tienen que ver con la explotación de los cuerpos”, dice.
A eso hay que agregar que en esa época se entendía a la mujer como de una naturaleza bestial. “No éramos considerados seres humanos”, recalca la dramaturga, que a medida que desarrollaba la historia se puso a investigar sobre los orígenes y “Salsipuedes, el exterminio silenciado de los indígenas del Uruguay, los cuatro últimos charrúas que fueron expuestos en un zoológico humano de París, un mundo increíble en Europa, donde no eran considerados humanos. Incluso, cuando entran a Francia, en la frontera se los pone en otra categoría. Ahí empiezan a aparecer muchos personajes mujeres, como Guyunusa, que llega embarazada”.
Trentini alterna fragmentos de escenas como esa por medio de un personaje que atraviesa el tiempo. “Es una tipa que yo traigo un poco a la actualidad como mujer migrante en España, mirando un poco a mi alrededor como latinoamericana. Yo desde un lugar de privilegio, en algún punto, porque me dedico al teatro”, aclara la artista. “Está esa contradicción tan enorme que es para mí ser descendiente de italianos y poder estar en Europa porque tengo un documento, pero tengo gente conocida que está ahí de manera ilegal y por eso está sobreexplotada. Entonces, en este personaje me imaginaba sin documentos, con lo que implica ser ilegal. Es una repartidora de Glovo, una víctima de este capitalismo aberrante en el cual vivimos. Es una tipa que está en los márgenes, que puede viajar en el tiempo e ir a todos esos acontecimientos y tomar venganza por mano propia. La obra para mí es como un grito”.
Su personaje experimenta varias pieles en una estructura lineal que a Trentini le permite ir entrando y saliendo para contar determinados hechos. “En cuanto al dispositivo, es una pieza musical-teatral, musical”, tipifica. Ella misma se encarga, por supuesto, de hacer la música en vivo, con el complemento del videoarte, ya que va jugando con una cámara en circuito cerrado, lo que le da un carácter más performático al espectáculo. “Para mí era importante, porque, si bien contamos una historia que es trágica, una cuestión muy dura, tampoco quería caer en algo panfletario. Me queda muchísimo por investigar; soy una escritora de teatro y una actriz, tampoco soy una historiadora. Me gusta presentar materiales y reflexionar juntos. Y todo esto de la música, del video, da espacio a la belleza y al respiro de la pieza, que a mí me importaba muchísimo. Vamos al hueso, a la explotación, pero esto lo voy a acompañar de algunos recursos que tengan que ver con la contemplación y con la reflexión”.
Trentini adelanta “algunas metáforas que tienen que ver con eso: una pecera vacía, un llenar de agua, el ir a las profundidades a buscar el origen personal. Tratar de indagar de dónde vengo, dónde está mi ancestría, qué pasa con mis abuelas, con mis bisabuelas, cómo fueron sus vínculos. Al final, esto tan personal se ve reflejado en algo que es más general que tiene que ver con nuestra historia, porque la pregunta es por ese trauma heredado, esa forma de ser, de que siempre nos explotaron y siempre acatamos, hasta en nuestro lenguaje. Cuando escuchamos hablar a latinoamericanos, siempre estamos un poco en esa subordinación, maravillados por todo lo que viene de afuera”, lamenta.
Primero en Cali, en un festival alternativo de teatro, hizo una apertura de proceso y dio una charla sobre el teatro con pocos recursos. Más adelante, en su Durazno natal, estuvo dándole vueltas a la obra. Su primer unipersonal, Música de fiambrería, fue hace 15 años, y siente que cumplió un ciclo. A este Perra cimarrona llega “con las ganas de hacer una mezcla de lenguajes, de seguir indagando como creadora, y es un poco una excusa, porque quería seguir trabajando en algo que tiene que ver con la soledad, algo que tiene que ver con mi crecimiento”.
Rocanrol y después
Aunque su vínculo con el teatro era anterior, Música de fiambrería fue su primer paso tras dejar la banda La Tabaré. Por esa época brilló en No daré hijos, daré versos, de Marianella Morena. Le iba bien, cuando en 2018 se fue becada a hacer un máster en creación teatral, recuerda, como “una actriz muy metida con la música, que tenía muchas inquietudes como creadora y también muchos miedos”. Pero ganó ese impulso “de reventarme un poco sola contra las paredes, a ver qué salía de todo eso”. Algunos la consideraron valiente, pero ella asegura que la salva la inconciencia. Con ese carácter mandado, por ejemplo, armó una banda de mujeres en un mes sólo porque había conseguido una fecha para actuar.
Así salió el espectáculo Música en jauría. Cuando la pandemia detuvo todo, a ella no. Aprovechó el vacío de los hoteles para montar una obra de recorrido basada en Las criadas, de Jean Genet, con el título Criaturas domésticas. Eso derivó en presentaciones en balcones, en serenatas contratadas. Y todo había empezado porque una amiga le había dejado una valija con vestuario. Dice que Madrid es genial, pero que distrae mucho al creador, que la ciudad está sobrada de estímulos. Ahora desarrolla, con una colega, un trabajo sobre el compositor argentino Alberto Ginastera que van a estrenar en mayo en Tenerife.
Cuando vuelva a Madrid, Trentini empezará una residencia artística con José Padilla, director y dramaturgo con quien ya trabajó y con quien tiene entre manos el proyecto Take Off. Y a fines de mayo su norte será Finlandia, donde irá nuevamente a trabajar con el Teatro Nacional, esta vez a armar un proyecto con una chelista que hace música electrónica con miras a un concierto performático. El año pasado había conmocionado a los finlandeses, [en alianza con Morena, con Metsä Furiosa](, un musical ecológico que abordaba el tema de las papeleras.
Mientras otras giras y proyectos están por cerrarse, sabe que estará presente en un festival en Cuenca (Ecuador), con Elektra, una obra que estrenó en el Festival Internacional de Artes Escénicas, con la que viajó mucho y estuvo nominada a los premios Godoff.
Perra cimarrona. Sábado a las 20.30 y domingo a las 18.30 en Sala Delmira Agustini del Teatro Solís. Entradas: $ 550.