Veinte años después de la muerte de Arthur Miller, Montevideo asiste a dos montajes del gran dramaturgo estadounidense, ganador del premio Pulitzer, que pertenecen a zonas distintas de su obra: Las brujas de Salem (1953) y Todos eran mis hijos (1947). La primera puesta en escena, monumental, con un énfasis en lo musical, a cargo de la Comedia Nacional; la segunda, intimista y sobria, producida por El Galpón. Las dos fueron encomendadas a directores europeos. Por un lado, Andrés Lima, español que vuelve a dirigir al elenco oficial después del Edipo rey de 2023, y, por otro, Anthony Fletcher, un inglés plenamente inserto en el ecosistema teatral uruguayo que, además, ya tiene la ciudadanía.

Como es propio de Miller, en estas historias el conflicto social inocula los pequeños núcleos comunitarios y toca a la puerta de las familias como un vecino indeseable. Si en Las brujas de Salem la represión religiosa, unida al Estado, es utilizada por el autor para hablar por elevación de la caza anticomunista que encabezó el macartismo, en Todos eran mis hijos el asunto son los daños colaterales de la guerra, a causa del enriquecimiento por la venta de armas. No constituyen un díptico, pero la simultaneidad de las temporadas y el intercambio de actores que las instituciones decidieron hacer actualizan el diálogo con estos clásicos irrompibles.

Fletcher optó por una dirección pura, sin agregados. “Para mí la historia se cuenta sola”, dice. “Había una búsqueda con Claudia Sánchez, que hace la escenografía y las luces, de algo un poco más simbólico con el uso de los árboles, que refleja a los muertos, pero quise algo bastante despojado y que la historia se contara sin mucha intervención”.

Estaba en Londres, en enero, cuando le propusieron dirigir este, su primer Miller. “Para hacer de Joe Keller llamaron a Pablo Varrailhón, y eso me hizo feliz porque es interesante ver que hay actores en la Comedia que no tienen mucha oportunidad de mostrar su peso, de lucirse. Es como tener un banco de suplentes súper poderoso. Nunca lo vi haciendo un rol protagónico, entonces no sabía qué esperar y realmente ha sido una muy buena sorpresa ver cómo reaccionó”, dice Fletcher.

Parte de la caracterización como ese empresario veterano y culposo que despachó piezas defectuosas para la Fuerza Aérea norteamericana implicaba envejecer al actor. Para Fletcher, donde más trabajo hubo fue en desarrollar el vínculo con su esposa Kate (Alicia Alfonso) y con su hijo Chris, interpretado por Andrés Guido. Curiosamente, el rol de Chris fue el mismo que en 1998, cuando Carlos Aguilera montó la obra de Miller en El Galpón, le tocó a Héctor Guido, que todavía recordaba fragmentos del libreto cuando vio a su hijo “ponerse en sus zapatos”, como apunta Fletcher.

Reveses del sueño americano

Cuando Miller era un nombre consagrado, a fines del siglo XX, y en una entrevista le preguntaron por qué sus piezas se exhibían más en Londres que en su ciudad de origen, Nueva York, el autor de Muerte de un viajante achacó las responsabilidades a la crítica teatral. Sobre esa contradicción, opina Anthony Fletcher. “En Estados Unidos quedó, digamos, ‘manchado’ por ser socialista, por todo lo que pasó”, con relación a haber sido citado a declarar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses. “Estoy leyendo su biografía y la verdad es que su vínculo con el teatro de su país se puso muy turbio. Supongo que, con la distancia que hay, toda esa historia con el senador Joseph McCarthy, en Inglaterra, es conocida hasta un punto, pero no es importante y sólo miran que es un gran dramaturgo”.

¿Y cómo resultan, para un inglés, sus críticas a la sociedad norteamericana? “Básicamente, Gran Bretaña es parte de Europa, pero siempre está mirando a Estados Unidos. Si vos sos un joven dramaturgo, un director o un actor inglés, tu meta, tu sueño es triunfar en Hollywood o en Broadway. Y a mí me parece un poco triste. Personalmente, me interesa mucho más Europa. Pero está la historia de Gran Bretaña de los últimos 15 años: los vínculos con Europa son mucho más profundos, pero la plata y todo lo que critica Miller está presente en la sociedad inglesa. Está esa cosa de valorar la ganancia por arriba de la comunidad. Estamos entre dos formas de mirar; es sociopolítica, economía. Europa, para mí, tiene un modelo mucho más humano y creo que eso justamente es lo que Miller investiga. En Todos eran mis hijos está y también en Las brujas de Salem. Es fundamental ese concepto de qué estamos construyendo y que la plata puede generar un individualismo que va en contra de la idea de comunidad”.

Todos eran mis hijos.

Todos eran mis hijos.

Foto: Alejandro Persichetti, difusión

Caminos cruzados

Salvo el último fin de semana, Lima y Fletcher no tuvieron demasiadas instancias de intercambio durante sus respectivos ensayos. Sin embargo, desde los rubros técnicos, Claudia Sánchez influyó en ambas puestas, ya que además hizo las luces para Las brujas de Salem. “Entonces, de alguna forma yo era súper consciente de lo que estaba haciendo Andrés”, dice el inglés. “Él intenta, y creo que logra, algo íntimo y también algo de escala, por el Solís. Y yo sabía que en la sala Atahualpa, por el espacio, mi versión siempre iba a ser más íntima. Pero Andrés capaz que estaba buscándolo un poco, por eso puso público arriba del escenario, porque también hay algo con la historia de familia que cuenta, que hace que casi se pueda tocar a ese personaje, querer estar cerca y respirar el mismo aire”.

Mientras que Lima decide incorporar información sobre el momento histórico en el que Miller concibió su pieza, Fletcher descartó esa opción. “Entiendo por qué hizo eso y está todo bien, es una elección. Pero, en mi caso, vi que los actores estaban contando la historia con tanta claridad que no era necesario. Para mí, la obra fluye y vos entrás en los tensiones presentes en Estados Unidos después de la guerra y en la relevancia que tiene hoy en día. Es como si hacés un obra de Shakespeare, por ejemplo; no tenés que contextualizar siempre qué está pasando ahí”.

En el programa de mano, el director relata que un hermano de Miller le escribía cartas desde el frente de guerra. Fletcher se enteró a través de esas misivas cómo el gesto de un soldado que le presta medias a otro terminó incorporado en la ficción. “Él toma ese detalle y lo coloca en la obra. También se nota una cosa muy personal de la vida de Miller, que está presente en todas sus obras, que es el vínculo con su propio padre, que era por momentos muy conflictivo”.

Todos eran mis hijos, de Arthur Miller. En la sala Atahualpa de El Galpón hasta el 31 de agosto, sábados a las 20.30 y domingos a las 19.00. Entradas a $ 600 en Redtickets. 2 x 1 para la diaria.

Reposición en Ensayo Abierto

Fletcher mantiene una doble carrera, como guionista y director, para el medio inglés, y como dramaturgo y director escénico, en Montevideo. Siente que “es un privilegio hacer teatro, aunque a veces es un privilegio complicado”.

No lo proyectó así cuando estudiaba literatura en la universidad y después hizo un máster en la Real Academia de Arte Dramático, en Londres. Hacia 1994 empezó a vincularse con Uruguay por un llamado del Instituto Anglo y estuvo dirigiendo teatro en inglés. Por eso fija el inicio de su desempeño local en 2009, cuando estrenó Pelea de osos, su debut en español. Al año siguiente se hizo cargo de un Pinter, Traición, en El Galpón, y en 2012 lo convocaron por primera vez desde la Comedia Nacional para dirigir Harper, de Simon Stephens. Luego vendrían, entre muchos otros, La tierra purpúrea.

Este fin de semana repone Birdland, de Simon Stephens, en Ensayo Abierto (Piedras 599). Fletcher describe a esta pieza estrenada en 2014 en la sala londinense Royal Court como “un fuerte interrogatorio sobre el poder seductor y tramposo de la búsqueda pura del dinero de un estilo turbo-capitalista”, centrado en un cantante de rock, cultor de un egoísmo que es producto de una carrera explosiva.

Protagoniza Luis Pato Pazos, a quien dirigió en Dados tirados, y lo acompañan Mateo Altez, Belén Inzaurralde, Renata Denevi y Damián Gini. Las funciones son los sábados 12 y 19 de julio a las 20.00 y los domingos 13 y 20 de julio a las 17.00. Reservas al 098 306 117.

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