La popularidad de la argentina Malena Pichot explotó en 2008 tras la viralización de su videoblog La loca de mierda, en el que relataba, con tono visceral, experiencias personales. El éxito en Youtube le abrió puertas en MTV Latinoamérica y a partir de ahí remontó una exitosa carrera: comediante de stand up (Estupidez compleja, de 2018, está en Netflix), guionista (El hombre de tu vida, Ciega a citas), actriz y creadora de ficciones como Cualca (2012-2014) y su spin-off Por ahora (2014), Jorge (2013), Mundillo (2015) y Tarde baby (2018), conductora en radio y streaming (desde 2016 está al frente de Furia bebé en Futuröck) y escritora (en 2019 publicó Enojate, hermana, una compilación de sus artículos publicados en Página 12).

Adorada y resistida en partes iguales, Pichot es provocadora, sarcástica y tiene la capacidad de combinar humor con feminismo y análisis social, siempre con un lenguaje inteligente y directo. Ahora se pone en el rol de showrunner y crea, guiona y protagoniza Viudas negras: p*tas y chorras, una comedia negra con toques de thriller policial y buddy series de impronta feminista que sigue a Maru (Pilar Gamboa) y Mica (Pichot), dos amigas que de jóvenes se dedicaban a seducir, drogar y robar a hombres, es decir, lo que se conoce como “viudas negras”.

Un día, uno de sus planes sale mal, se alejan y, con los años, sus vidas toman otros caminos. Mica tiene una peluquería y Maru se transformó en una señora de clase alta y barrio privado, esposa de Pablo (Alan Sabbagh), y que intenta acoplarse a distinguidas amigas. Pero el pasado siempre irrumpe y Paola (Fernanda Callejón), su antigua jefa a quien le deben un favor, las extorsiona para que vuelvan en un último golpe. A pesar de haber perdido práctica y sin mucha opción, aceptan. Para hacerlo, reclutan a Rocío (Minerva Casero) y Antonella (Agustina Tremari), dos chicas más jóvenes a las que entrenan a contrarreloj en el arte del robo a señores.

A pesar de que parece una historia absurda sobre personajes desbordados, es una lúcida crítica sobre el discurso progre, la hipermodernidad, la discriminación y los prejuicios. El tono de comedia está también atravesado por lo incorrecto, el puente para desnudar profundas grietas. La trama policial es excusa para hablar de desigualdad, roles de género, deseo femenino, el peso de la mirada ajena, las fachadas sociales y la amistad entre mujeres como sostén emocional.

La química entre Pichot y Gamboa fluye naturalmente. Son ágiles, graciosas, agudas, se pelean y se amigan; el estilo combativo e irónico de Malena está impreso en cada gag y cada remate, y el timing es tan bueno que parece que fuesen viejas conocidas. Ambas representan diferentes formas de vivir: mientras Maru está reprimida tratando de ocultar sus orígenes y su pasado, Mica es provocadora y arriesgada. El reencuentro con el delito es el motor de la transformación de su vínculo y una forma de saldar antiguas deudas emocionales. El humor permite retratar las ridículas expectativas impuestas a las mujeres, la inmediatez de los vínculos, la falta de empatía y exponer, con sarcasmo, la violencia machista. Y, estando Pichot al frente, la mirada obligadamente atravesada por la perspectiva de género en todo comportamiento social no podía faltar.

Viudas negras: p*tas y chorras. Ocho episodios de 35 minutos. En Max.