La directora, guionista y fotógrafa estadounidense Gia Coppola, además de formar parte de una de las familias más reputadas en la historia del cine como nieta de Francis Ford y sobrina de Sofía, es una talentosa showrunner. Tuvo un exitoso debut en 2013 con Palo Alto (inspirada en varios cuentos cortos escritos por el actor James Franco y protagonizada por Emma Roberts) y, aunque tiene una clara influencia de su tía, consiguió, con una estética cercana y emocional, encontrar un estilo muy propio.
Ahora dirige The Last Showgirl, un drama independiente escrito por la comediante Kate Gersten (The Good Place). La película fue estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2024 y fue nominada a dos Globos de Oro (Pamela Anderson como mejor actriz principal y mejor canción original por “Beautiful That Way” de Miley Cyrus), un BAFTA (Jamie Lee Curtis como mejor actriz secundaria) y fue ganadora del premio especial del jurado en el Festival de Cine de San Sebastián.
Anderson interpreta notablemente a Shelly, una bailarina de 57 años que se enfrenta al inevitable final de su carrera como parte de Le Razzle Dazzle, un clásico espectáculo de Las Vegas que acaba de ser abruptamente cancelado. Tiene que reinventarse laboralmente y se replantea el vínculo con su hija Hannah (Billie Lourd, hija de Carrie Fisher), a la cual prácticamente abandonó de niña para seguir su vocación en el exigente mundo del espectáculo. Como coprotagonista, una igualmente brillante y divertida Jamie Lee Curtis interpreta a su amiga Annette, una curtida camarera de casino, ex showgirl y también golpeada por el paso del tiempo y obligada a retirarse.
La relación entre estas tres mujeres es el corazón de la historia: Shelly es aniñada, inmadura y frágil, Annette es irreverente y parece que ya nada puede afectarle, mientras que Hannah es una mezcla de resentimiento y dolor por la herida del abandono vivido en su infancia, convencida de que las luces del espectáculo fueron más importantes para su madre que su propia existencia como hija. Mientras Shelly intenta recomponer como puede la relación con ella, Annette representa su soporte emocional en este duelo por el cierre del show y la pérdida de su identidad. Annette ya atravesó esa transición forzada que Shelly vive y le da una mirada lúcida, empática y desprejuiciada. Shelly comprende lo que aún está a tiempo de ser fuera del escenario.
No es casual que, para encarnar a Shelly, Coppola haya elegido a Anderson. Fue un ícono sexual de los noventa, famosa por sus tapas de Playboy y la sobreexposición de su vida íntima. La ex Baywatch asume el rol con increíble entrega: es creíble y desgarradora en un papel que parece haberse escrito para ella y demuestra conocer las reglas del juego del complejo mundo de la noche y el showbiz. Luego de tantas décadas relegada al papel de “rubia tonta”, Anderson se redime al encarnar a esta mujer que calibra el paso del tiempo, la transformación de la identidad, el peso de la mirada ajena, y los sacrificios de una carrera en el entretenimiento.
En una profesión predominantemente visual, las mujeres son expuestas a un constante escrutinio de su cuerpo mientras son usadas y fácilmente reemplazadas. Por eso, hay muchas referencias a La sustancia (Coralie Fargeat) y a [El luchador] (Darren Aronofsky), dos películas que ponen foco en la estética, la fama, los cuerpos y el envejecimiento.
Narrada en buena parte con cámara en mano, lo cual aporta intimidad y un realismo de documental, The Last Showgirl retrata el derrumbe de un mundo glamoroso de manera sencilla, sin grandes pretensiones y a la vez elegante, emotiva y visualmente impactante.
The Last Showgirl. 89 minutos. En Prime Video.