José Carlos Mahía es una de las personas de referencia del presidente electo, Yamandú Orsi, en temas de educación. El 11 de setiembre, Mahía y el profesor de Historia Gabriel Quirici asistieron junto con Orsi a un desayuno organizado por la Unesco y la Organización de Estados Iberoamericanos sobre educación. Aunque su nombre se maneja como posible ministro de Educación y Cultura, Mahía aclara que no ha tenido por el momento “ninguna propuesta, ni de Yamandú ni de nadie en nombre de Yamandú”, y que tampoco su sector, Asamblea Uruguay, ni el espacio Convocatoria Seregnista-Progresistas lo ha propuesto para ocupar una cartera. Hecha esa aclaración, Mahía conversó con la diaria sobre el resultado de las elecciones del 24 de noviembre, sobre la interna frenteamplista y sobre los desafíos que tendrá el próximo gobierno en materia de educación.

¿Qué balance hacés del resultado de las elecciones?

Creo que el paso de los años le va a dar dimensión a la victoria política y electoral del Frente Amplio [FA] del domingo pasado. Cualitativamente lo más importante tuvo que ver con los valores, la derrota más fuerte fue la del discurso de odio de algunos sectores de la derecha y de aquellos que fueron complacientes con ese discurso. Es decir, el discurso de promover el insulto, la descalificación y la grieta como una herramienta electoral para llegar al poder o mantenerse. Eso era lo que también estaba en juego el domingo. Y eso quedó derrotado, la ciudadanía no aceptó mayoritariamente que quedara como algo validado. Frente a eso, además, la respuesta que tuvo la izquierda, desde Yamandú hasta los principales dirigentes del FA, nunca fue la agresión.

¿Por qué creés que no caló en la sociedad ese discurso de odio?

Porque todavía queda una reserva importante de tolerancia en Uruguay. La mayoría de la sociedad uruguaya, incluso trascendiendo el resultado electoral, no ve como válido que los actores políticos actúen descalificando y desmereciendo la política como actividad; más allá de que la política como actividad en el mundo va decayendo en su valoración positiva, efectivamente hay una reserva de valores en la sociedad que no aceptó como válido ese tipo de conductas.

¿No creés que estando ahora en la oposición puede llegar a radicalizarse un poco más ese discurso de odio por parte de algunos actores?

Bueno, así como a la izquierda se le ha pedido públicamente autocrítica cuando perdió, y es legítimo, yo me imagino que la derecha va a tener también autocrítica. Sería muy lamentable que la respuesta sea “no me alcanzó la dosis y voy por más de esto”. Ojalá no sea así; habrá que tener una consistencia política y una tolerancia grande y aferrarse mucho a valores superiores que han sido parte de la identidad de la historia política del Frente: la tolerancia, la democracia, el no destruir al otro ni como persona ni como adversario ni como institución partidaria.

¿Qué balance hacés del lugar en el que quedó Convocatoria Seregnista después de octubre, teniendo en cuenta también este escenario de triunfo del FA?

Fue obviamente menor de las expectativas que teníamos. Nosotros, luego de cerrar este ciclo, vamos a comenzar a tener una mirada también autocrítica, que la tenemos que hacer, y si bien somos la tercera fuerza del FA y tenemos presencia en ambas cámaras, creo que el mapa político del FA ha quedado naturalmente, por decisión democrática, desequilibrado a la interna. Me imagino que en un gobierno del FA eso de los equilibrios nos ocupa y nos preocupa a todos, me consta que esto está dentro del pensamiento del futuro Poder Ejecutivo, de algunos actores políticos de la 609 en concreto. Yo sigo pensando que el astorismo, el seregnismo, es un espacio necesario para el FA, pero tenemos que hacer una reformulación de nuestro trabajo, porque evidentemente cometimos errores.

¿Forma parte de esa autocrítica que no hayan podido lograr acuerdos con otros sectores seregnistas que quedaron desperdigados en el FA?

Sí, de mi parte, sí, sin duda. Quizás nos faltó tiempo. Quizás no pusimos énfasis en las prioridades políticas primarias, que eran armar el proyecto político con mayor solidez. También hubo factores que influyeron –el fallecimiento de Danilo [Astori] a 11 meses de las elecciones, cómo se desarrolló el ciclo electoral interno del FA–, pero creo que el espacio político en la izquierda es necesario y nosotros tenemos que trabajar para representarlo adecuadamente, ahora con más tiempo para la construcción política, pero reformularlo.

El seregnismo en los gobiernos del FA tuvo un papel muy importante en los ministerios de Economía y Finanzas. ¿Considerás que también tiene que tenerlo en el gobierno de Orsi, o hay otras prioridades ahora?

Tiene que estar, y también hay otras prioridades. Los lineamientos del astorismo permearon en el Frente, y por eso la discusión del centro de la izquierda no quedó exclusivamente en el seregnismo o en el astorismo, sino que quedó difuminada, por ejemplo, en el MPP [Movimiento de Participación Popular] o en otros sectores.

¿Ubicarías en ese espacio al MPP hoy?

Sí, en parte de su línea sí, no totalmente, pero algo sí. Eso también tiene que ver con el fondo de la performance electoral y con el fondo de lo que hacia adelante tiene que mostrar un gobierno frenteamplista, es decir, esta línea de renovación ideológica permanente diría que ha sido un paradigma que ahora está más asimilado y aceptado por todos en general.

¿Ganaron las ideas de Astori?

De Astori, sí. Es decir, capaz que no logramos resumir políticamente en esta etapa, pero las ideas, sí, y eso para nosotros es muy importante.

Volviendo al gabinete, ¿es necesario un subsecretario del seregnismo?

Yo creo que debería haber presencia en ese ministerio y en otros, pero lo más importante es la línea, basada en el programa, por supuesto, pero la línea política.

¿Los sectores que llegaron al Senado deberían tener representación en el gabinete?

Eso es un tema que va a tener que resolver Yamandú, pero me imagino que sí, supongo, porque no lo sé.

Durante los gobiernos del FA, en el Parlamento el astorismo y el MPP actuaron bastante juntos. ¿Te imaginás que suceda lo mismo en el próximo período?

Sí, yo me imagino... digamos que la sostenibilidad y la gobernabilidad van a ser clave. Y me imagino, además, un período en el que el FA no cometa errores que cometió en otros períodos, de tensar tanto la cuerda internamente que te quitaba potencia para la llegada con tus ideas y propuestas a la sociedad en su conjunto. Creo que la experiencia de haber gobernado 15 años y haber perdido el gobierno nos va a dar más madurez en la discusión política.

¿Cómo se balancea eso de poder evitar las tensiones pero a su vez que el FA y el gobierno puedan trabajar en forma separada?

Ese es otro capítulo. Uno de los errores que cometimos como FA fue debilitar al propio Frente desde lo partidario, y el desafío principal en esta etapa es que el FA no pierda el vínculo con la sociedad y que llegue, como lo hizo durante la oposición, a la sociedad en su conjunto, con un desafío que va a ser, por un lado, defender el gobierno del Frente en sus propuestas, partiendo de la base de que es más necesario esto ahora, porque tenemos que trabajar acuerdos en lo parlamentario porque en una de las cámaras nadie tiene mayoría, y vamos a tener que conversar mucho acá adentro [en referencia al Parlamento]. Pero desde el punto de vista político, el FA se va a plantear seguir recorriendo el país, desde otro lugar, por supuesto, porque estamos en el gobierno, pero no perder y no debilitar a la fuerza política, que es la clave para la construcción del futuro.

En 2019 el gobierno actual prometía la transformación educativa. ¿Qué es lo que promete el FA para este período de gobierno en materia de educación, cuáles son las ideas fuerza?

Primero, Yamandú dijo claramente que tenemos que ir a un pacto nacional educativo, que implica acuerdo con otros. Te diría que hay cinco ejes centrales. El primero tiene que ver con fortalecer la primera infancia. El FA alcanzó hasta 2020 la cobertura de 77% de la matrícula de niñas y niños de hasta tres años, hay que intentar llegar al 100% o aproximarse. En segundo lugar, mejorar los niveles de presencialidad de los estudiantes. Recuerdo un dato que manejaba públicamente Héctor Florit en cuanto a la cantidad de faltas que tenían en primaria niñas y niños, que es donde vos tenés más asistencia generalmente, y era como un 25% del total de las clases a dictar, era una montaña. Bueno, para aprender tenés que trabajar con estrategias que te lleven a intentar asegurar la presencia del Estado y que los estudiantes efectivamente asistan.

¿Hubo un desestímulo a la asistencia por parte de este gobierno?

Hay un impacto de la pandemia que es objetivo, que le pasaba a cualquiera, entonces la reinserción es obvio que nos impactó. También creo que el recorte en materia educativa, en cuanto a cantidad de cargos, ahora a cantidad de estudiantes por aula, y no tener una estrategia de rumbo sólida influyó en que eso pasara.

¿El ausentismo docente en el sistema público también es un problema?

Sí, claro. Va a ser uno de los motivos de conversación notorio de quienes estén al frente de la ANEP [Administración Nacional de Educación Pública], estimo, porque es un problema que hay que objetivar y atender sus causas. Uno de los impactos negativos de la transformación educativa fue el exceso de trabajo administrativo para los docentes, que los fulminó. Conozco una cantidad de personas que se han jubilado y que no quieren más nada porque quedaron quemados con toda la sobrecarga que tuvieron. Eso pasó y hay que abordarlo.

¿Se deberían agilizar los mecanismos para generar suplencias?

Sí, claro. A nivel de Primaria eso se solucionó bastante. Porque ¿qué diferencias, entre muchas, hay con el sector privado? Obviamente el sector privado en promedio invierte más por estudiante muchas veces, pero fundamentalmente vos no tenés ausencia de docentes cuando enviás a tu hijo a la educación privada, siempre hay alguien atendiendo las clases. En los períodos del Frente yo recuerdo que el tema en Primaria se había resuelto bastante, pero en la educación media, no. Mi hija más chica, me acuerdo que cuando estaba en tercero de liceo, hasta mayo no tuvo clase de Biología. Entonces el sistema como tal tiene que mejorar, hay que cambiarlo, y es un problema que tiene que ver con el estatuto docente, con la asignación de recursos y con el funcionamiento del sistema. El punto tres de los que estaba mencionando tiene que ver con eso, con asumir que hay una sociedad que está más violenta, que hay una sociedad que tiene problemas que llegan al aula y a los centros de estudios. A mí, que me encanta enseñar historia, sé que antes que eso tengo que tener un apoyo y que mis estudiantes estén en condiciones, no sólo desde el punto de vista alimentario sino también apoyo psicológico, a veces psiquiátrico, de asistentes sociales, o sea, hay que reforzar el área multidisciplinar desde ese lugar. No es que estemos inventando la rueda, creo que hay que profundizarlo y hacer más. El cuarto punto tiene que ver con promover una Universidad de la Educación, hay que trabajar la iniciativa y ojalá salga. Y el quinto punto es lo presupuestal, la mejora presupuestal que está comprometida. Eso se traduce, obviamente, en mejor inversión en infraestructura, en salarios y en cantidad de horas de aula en los distintos subsistemas.

Está planteado llegar al 6% del PIB. ¿Estimás que se va a poder llegar al principio del gobierno, o es una meta para el final del gobierno?

Creo que es una meta en el período de gobierno, ir hacia eso, porque me gusta ser realista y creo que hay que medir el impacto de cuáles van a ser las condiciones en las que va a recibir el país el gobierno de Yamandú y del FA.

¿Habría que restituir los consejos de educación que se suprimieron con la ley de urgente consideración?

Sí, sí, eso va a ser así, el Frente se comprometió y se va a cumplir.

¿Eso va a ser en el primer año de gobierno?

Sí, yo me imagino que sí.

¿Considerás que los impedimentos que hubo en el gobierno del FA para poder llevar a cabo una reforma educativa fueron en parte por el rol que asumieron los sindicatos?

No me gusta no asumir responsabilidades propias. Los sindicatos cumplen un rol, son muy importantes, son independientes del gobierno. Entiendo que hubo mayor conflictividad en los gobiernos del FA que en este gobierno, en el que hubo recortes en materia de recursos para la educación, entonces yo valoro y respeto esa independencia. El gobierno electo tiene que gobernar en materia educativa, escuchar, tener en cuenta, pero el rol es distinto, y creo que en eso aspiro y espero también que todos hayamos aprendido.

¿Considerás que es necesaria una transformación profunda en la educación?

Creo que el año próximo inevitablemente hay que evaluar, y a partir de la evaluación son los cambios a promover. Segundo, no soy amigo de los títulos grandilocuentes en materia de educación, porque después te generan compromisos más allá de las expectativas y las posibilidades reales. Es decir, no me imagino ni de cerca un gobierno de la educación de izquierda que vaya a hacer la plancha, pero tampoco creo que un gobierno de izquierda llegue con ínfulas fundacionales. Tiene que partir de la base de que existe una realidad que está instalada por otra administración, y trabajar sobre esa realidad. Prefiero que el Frente se concentre en eso, en transformaciones concretas.

En la campaña electoral el oficialismo cuestionó que en las bases programáticas del FA se habla de convocar un congreso de la educación que tenga carácter vinculante, porque se sostiene que de esa manera las autoridades políticas electas no pueden definir el rumbo. ¿Cómo ves esos cuestionamientos?

Yo asumo que la frase “políticamente vinculante” puede sonar ambigua, pero entiendo que tiene que tener la flexibilidad suficiente para entender que un congreso de la educación se va a poner en marcha y que tiene que ser un ámbito importante. La Constitución de la República le da a la ANEP los máximos niveles de autonomía. Y la Constitución está por encima de la ley, por lo tanto, las autoridades de la ANEP seguramente tienen que tener en cuenta los insumos y lo que suceda dentro de un congreso de la educación, pero también tienen autonomía constitucional para actuar, entonces aspiro a que no sea contradictorio un congreso de la educación con un rumbo general de la política educativa de Uruguay.

¿Cómo evaluás la relación que tuvo este gobierno con los docentes?

Se llevaron bastante bien. Nosotros asistimos a la rendición de cuentas última con un acuerdo prácticamente hecho por los sindicatos con las autoridades de la educación, cosa que escasamente funcionó o casi no sucedió con los gobiernos del Frente. Obviamente, estuvo todo mediatizado por la pandemia, por un lado, y con una actitud muy dura de las autoridades en algunas cosas; por ejemplo, todo el episodio que sucedió en San José fue de corte autoritario, todo el lío del IAVA, otro tanto. Hubo una circular que este gobierno sacó al comienzo de esta administración que era casi amedrentadora y les decía a los funcionarios que no se podía decir las cosas que pasaban dentro de la ANEP. Entonces, también hubo bastante miedo entre los docentes y los funcionarios de la ANEP de decir algunas cosas que estaban pasando.

¿Por qué creés que ocurre que los sindicatos de la educación tuvieron una postura más combativa con el FA que con el gobierno de la coalición?

Es claro que hay mayores expectativas para los actores de la educación con un gobierno de izquierda que con uno de derecha, y quizá eso sea parte de que se le exija más a un gobierno frenteamplista que a un gobierno de coalición de derecha. [El expresidente José] Mujica decía que era una papa ser sindicalista en un gobierno de izquierda. Bueno, yo no digo tanto, pero evidentemente las expectativas son distintas y por eso las conductas a veces son distintas.

¿Hubo persecución sindical en este gobierno?

Hubo episodios complejos como el de San José, que me pareció insólito, y por ejemplo lo que se hizo hacia los jerarcas que ocuparon cargo de responsabilidad en la administración anterior, con los que realmente se tuvo una actitud de cierta saña.

Hubo en el gobierno del FA algunos episodios de conflictos fuertes con los actores de la educación. El más claro fue la declaración de esencialidad, también estuvo lo de la represión a manifestantes frente al Codicen. Tomando esas experiencias, ¿cómo considerás que debería ser el vínculo del gobierno del FA con los actores de la educación?

Ojalá de eso aprendamos también. Yo creo que sobre todo lo de la esencialidad fue un error, un error estratégico. Si bien obviamente nunca tiene que estar en juego ni va a estar el principio de autoridad, y lo quiero decir con todas las letras, la utilización de la esencialidad en ese momento multiplicó el conflicto en lugar de solucionarlo.

El líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, dijo que la educación pública es una fábrica de votantes del FA. ¿Qué te parecieron esas declaraciones?

Son declaraciones anacrónicas, propias de una persona que vive en la Guerra Fría, y me parece que están fuera de la realidad. A veces en política uno tiende a explicar los fracasos propios por otros, y creo que es injusto lo que dice y que no es verdad. La educación pública uruguaya en cuanto a la cobertura de la matrícula es aproximadamente el 85% de los estudiantes de Uruguay, ¿el 85% es la fábrica? Es un absurdo. Dentro de la educación, hay padres de distintos partidos que envían a sus hijos y los que salen de ahí votan a distintos partidos. Me parece que es un prejuicio ideológico propio de la época de la Guerra Fría.