El 8 de febrero pasado el dos veces expresidente Julio María Sanguinetti acusó al Frente Amplio y a la CNT de haber apoyado el golpe de Estado del 27 de junio de 1973. El líder colorado eligió esa fecha para lanzar su tuit debido a que ese día se cumplían 47 años, seis meses y 12 días de la disolución de las cámaras. “Siempre fui de aprovechar los números redondos para la reflexión”, explicó Sanguinetti. Si bien desde la izquierda se rechazaron las acusaciones del expresidente, hay varias pruebas de que la izquierda y los militares tenían estrechos vínculos de colaboración.

Juan María Bordaberry y la Unión Soviética

Según numerosos registros históricos, el presidente de ese entonces, Juan María Bordaberry, había sido formado como espía en la superpotencia comunista. Su misión en Uruguay consistía en aprovechar sus contactos en el interior del Opus Dei para crear una organización ultracatólica-carlista-comunista con la cual apoyar una revolución marxista leninista. Este grupo llegó a realizar algunas acciones desestabilizadoras, como el famoso atentado a la Casa del Partido Colorado del 3 de marzo de 1971. Los liderados por Bordaberry arrojaron cócteles molotov encendidos con cirios al interior de la casa y pintaron afuera leyendas como “Muerte al batllismo laico y burgués” y “Fuera yanquis de América Latina. Que vuelva la monarquía española”. Pero el grupo no duró demasiado, por lo que desde Moscú le ordenaron a Bordaberry que operara a favor de los militares desde el Poder Ejecutivo.

El papel de Erro

La negativa del Parlamento a quitarle los fueros parlamentarios al senador frenteamplista Enrique Erro, a quien los militares acusaban de ser un aliado del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), fue la excusa esgrimida por las Fuerzas Armadas para disolver las cámaras. Si bien la totalidad del Frente Amplio se opuso al desafuero a nivel público, una impensada figura operaba desde las sombras para que se concretara la pérdida de inmunidad parlamentaria: el propio Erro. El legislador frentista deseaba más que los propios militares que se disolvieran las cámaras, y para proporcionarles una excusa se paseaba frente a los cuarteles con insignias del MLN, se encadenaba frente al Penal de Punta Carretas para pedir la liberación de los militantes tupamaros y hasta usaba el término “boniato”. Julio María Sanguinetti recordaría varias décadas más tarde que “estaba convencido de que Erro estaba en contra de los militares, pero me engañó. Nos engañó a todos. Los comunistas son así”.

huelga general

Los movimientos obrero y estudiantil y el Frente Amplio reaccionaron al golpe de Estado con una huelga general que comenzó el día siguiente a los sucesos del 27 de junio. Uno de los símbolos de esta huelga fue el apagado de la llama de la refinería de Ancap en la Teja. Lo que pocos saben es que la decisión de apagar la llama, lejos de contar con el apoyo de toda la izquierda, tuvo numerosos detractores. El 2 de julio se hicieron presentes en la refinería los principales líderes de la izquierda de ese entonces: Liber Seregni, Rodney Arismendi, José Pedro Cardoso, Jorge Batlle y Daniel Martínez, que por ese entonces tenía 43 años. Jorge Batlle quería apagar la llama como forma de demostrarle al país que Ancap no funcionaba, pero Seregni, Arismendi y Cardoso opinaban que el deber de la izquierda era apoyar a los militares. El joven Martínez fue más allá y propuso volar la refinería para luego echarle la culpa a las corrientes democráticas de los partidos Colorado y Nacional. Con la excepción de Batlle, el resto estuvo de acuerdo con la medida. Pero la inexperiencia de Martínez llevó a que, en lugar de volarla por los aires, la refinería simplemente dejó de funcionar y su llama se extinguió.