Los rusos de San Javier. De Vasili Lubkov a Vladimir Roslik: así se llama el libro que publicó en 2013, por Banda Oriental, la investigadora Virginia Martínez, en el que se relatan detalles del caso que conmocionó al país durante la transición democrática.
Según esta investigación, la noche del 15 de abril de 1984, el matrimonio Roslik volvió tarde a casa, luego de un cumpleaños familiar. “De madrugada oyeron ruido de motores, gritos y corridas en el jardín. Vladimir se incorporó, se calzó las alpargatas y salió a abrir la puerta. Dos uniformados, el capitán Daniel Castellá y el teniente Rodolfo Costas, venían por él. Los uniformados revisaron la vivienda, hurgaron en la ropa de Valery y preguntaron si había armas en la casa. De allí siguieron a la casa del director del liceo Román Klivzov y del camionero Pedro Marzeniuk”, escribe Martínez.
Los llevaron al cuartel de Fray Bentos, donde los recibió y examinó el doctor Eduardo Sáiz, antes de que empezaran las sesiones de tortura, que duraron varios días.
Martínez sigue con el relato: “Los torturadores llamaron a Sáiz, que estaba en la enfermería del cuartel. Cuando el médico llegó, encontró al enfermero sargento primero Agustín García intentado reanimar a Roslik con masaje cardíaco y respiración boca a boca. Inútil. Estaba muerto”.
Luego de eso, el comandante del Batallón, teniente coronel Mario Olivera, se comunicó con el jefe de la División Ejército III, general Hugo Medina, y el comandante de la Brigada de Infantería número 3 de Salto, coronel Ruben González, para pedir instrucciones.
De acuerdo a este trabajo, el juez militar coronel Carmelo Bentancourt le ordenó a Sáiz que hiciera la autopsia y le entregara el cuerpo a la familia. “Aunque Sáiz no era forense, en ausencia del médico titular, acató la orden del juez militar. El enfermero Agustín García, el policía Luis Cardozo y el teniente Ivo Dardo Morales, torturador de Roslik en 1980, estuvieron presentes en la pericia”, agrega.
En el resumen del protocolo, Sáiz escribió que la autopsia “no muestra más que signos leves e inespecíficos de asfixia, sin violencia, compatibles con una muerte por paro cardíaco respiratorio”, que se convertiría en la principal línea argumental que manejaría luego la dictadura para justificar la muerte de Roslik, al menos hasta que Mary solicitó la segunda autopsia, realizada en Paysandú, que confirmó la hipótesis más lógica: Roslik había muerto como consecuencia de la tortura.
Por otra parte, el epílogo del libro de Martínez profundiza sobre otras responsabilidades vinculadas al caso de la represión a San Javier. Vale la pena citar completo lo que escribió la investigadora en 2013: “Julio Danzov pasó a retiro voluntario el 6 de noviembre de 1996 con el grado de teniente coronel. Su último destino fue en la División de Ejército II. Es convencional del Partido Colorado. Ivo Dardo Morales pasó a retiro el 12 de agosto de 1996 con el grado de mayor. Su último destino fue en el Comando General del Ejército. El comandante del Batallón de Infantería número 9 Mario Alfredo Olivera pasó a situación de retiro voluntario el 23 de enero de 1991 con el grado de coronel. Su último destino fue en la Dirección Nacional de Sanidad de las Fuerzas Armadas. Sergio Caubarrere pasó a situación de retiro obligatorio el 11 de diciembre de 1998 con el grado de coronel. Su último destino fue en el Comando General del Ejército. El médico Eduardo Sáiz se jubiló y vive en Fray Bentos”.