Miguel Serrano (1917-2009) fue un diplomático y escritor chileno. Sobrino de Vicente Huidobro, amigo de figuras como Carl Gustav Jung y Hermann Hesse, en los años 50 emprendió una expedición a la Antártida con el objetivo de encontrar allí el escondite de Aldolf Hitler. Entre otras creencias, promulgaba el parentesco mágico entre los germanos, los tibetanos y los indígenas chilenos.
El año pasado, el escritor y periodista Gonzalo León (Valparaíso, 1978) publicó Serrano, una novela sobre la vida de su singular compatriota. Una parte de la obra está escrita en primera persona, como si fuera dictada por Serrano desde el más allá a un joven escriba. Otra es un relato en tercera persona sobre pasajes de la vida, una tercera se centra en un joven seguidor que busca biografiarlo y una cuarta voz parece ser la de León, quien cuenta cómo se acercó al personaje. Además hay facsímiles de artículos de prensa y, claro, citas de la obra de Serrano. ¿Por qué esos múltiples punto de vista?
“Tienen que ver con la dificultad de abordar a un escritor como él”, contesta León. “Y como no quería que fuera una biografía, sino una novela, esa multiplicidad se profundizó. Hay varios puntos en la vida de este escritor: la primera es que se trata de nuestro escritor maldito, y a diferencia de otras tradiciones, como la francesa, por ejemplo, en las que son incorporados y donde hay una marcada línea de malditismo que llega hasta hoy mediante la impostura de Michel Houellebecq, en Chile los escritores malditos son rechazados u olvidados una vez que mueren, y este es el caso. El otro punto es que Serrano no sólo fue un escritor, sino también alguien que creía en el esoterismo, en los mitos; creía, por ejemplo, que Hitler, como Jesucristo, iba a resucitar, obviamente en otro plano, de ahí que adhiriera a lo que se conoció como hitlerismo esotérico. Un tercer punto es que fue un intelectual, es decir que además de escribir sus libros le gustaba intervenir con sus opiniones, locas y delirantes, en la realidad política chilena, proponiendo polémicas que muy pocos seguían. Y un último punto es que conoció a un grupo de escritores considerados de derecha. Quizá el más emblemático fue Ezra Pound, a quien le hace el único monolito en Europa a principios de los 70. Todos estos puntos sólo podían ser narrados desde distintas tonalidades para que fuera literatura. Beatriz Sarlo, a quien le pasé Serrano, me escribió un breve pero muy lindo mail en el que me decía que era una ‘perturbadora mezcla’: novela, ensayo, crónica, testimonio”.
Serrano, a todas luces, parece una creación de Roberto Bolaño, y, concretamente, un personaje de Literatura nazi en América (1996), una especie de genealogía fantástica de escritores de derecha radical. Sin embargo, Bolaño (1953-2003) jamás nombró a Serrano, ni en esa obra, ni en otras, ni entrevistas conocidas.
“Roberto Bolaño estaba muy atento a lo que pasaba en Chile, por lo que sabía de las polémicas que proponía Serrano y no quería entrar en ellas, menos con Literatura nazi en América. Claro, cuando fue publicada esta novela, el único escritor nazi vivo en América Latina era Serrano, y decide no mencionarlo, pero eso pasa porque su novela tenía mucho más que ver con la tradición de las vidas o biografías imaginarias, iniciada por Marcel Schwob y seguida en Argentina por Borges, Juan Rodolfo Wilcock, Marco Denevi, Luis Chitarroni. Mencionar a Serrano hubiera sido desviar un poco su propósito e iniciar una polémica con él, que te aseguro que era lo único que quería. Por eso creo que mi novela fue posible una vez muerto Serrano. Hubiera sido difícil convivir con lo que tuviera que decir él, pero además esta novela está hecha para los que no leyeron a Serrano, entonces planteo un desafío estético o crítico: leerlo y después juzgarlo, porque es muy fácil condenar a un escritor que simpatizó con Hitler. De hecho parece más fácil que condenar a un asesor del presidente Mauricio Macri, Jaime Durán Barba, cuando dijo que Hitler le parecía un tipo ‘espectacular’. Yo, al contrario, siempre le voy a dar la derecha a un escritor. Y es que uno olvida que los escritores sólo gobernamos los libros que escribimos”, opina León, que reside en Buenos Aires desde 2011.
El próximo viernes, a las 19.30, León estará presentando Serrano (Mansalva, $ 1.300) en el Centro Cultural de España. El chileno, autor también de las novelas Manual para tartamudos (2016), Cocainómanos chilenos (2012) y Pendejo (2007), además de varias compilaciones de relatos (como Un imbécil leyendo a Nietzsche, de 2009), compartirá el estrado con el uruguayo Nelson Díaz, quien estará conversando sobre Metástasis, la novela que publicó con Yaugurú el año pasado. El evento es parte del ciclo Todos somos raros: historias extremas, que organiza el programa de Pablo Silva La máquina de pensar (Radio Uruguay) junto con el CCE.