Fernando Peláez, el académico y estudioso del rock uruguayo (es el autor de los dos volúmenes de De las cuevas al Solís y de una biografía de Ruben Rada, entre otras obras) acaba de publicar Días de Blues, un trabajo sobre el primer (y único) álbum de la banda homónima.

Se trata de un nuevo volumen de la colección Discos de Estuario Editora, que dirige el investigador Gustavo Verdesio, quien estará presente por streaming este jueves a las 18.30 junto a Tabaré Rivero y Maca Wojciechowski, que estarán en la vereda de la librería Lautréamont (Maldonado 2045) junto al autor.

El libro en sí también estará a la venta ($ 550) y es una excelente oportunidad para acercarse a un trabajo excepcional. Al conocimiento acumulado por Peláez sobre el rock nacional predictadura se suma aquí la experiencia personal: su estudio combina datos, rescates documentales y testimonios con una primera persona discreta pero presente, y sobre todo, muy pertinente, porque el autor revive el contexto en el que disfrutó inicialmente de la banda. Así, Peláez acude a su memoria de adolescente para reconstruir cómo se recibía, por parte de su público específico, al más notorio power trio de la música uruguaya en 1972.

Un año, sí: la carrera de Días de Blues fue tan breve como fulgurante. En pocos meses, Jorge Barral, Daniel Bertolone y Jorge Graf salieron de Opus Alfa y armaron la banda, telonearon a Litto Nebia, debutaron en solitario, instalaron el hard rock en los escenarios montevideanos, grabaron en Buenos Aires y tocaron en el más importante festival rockero de la región, el BA Rock.

Además del recuento cronológico, la investigación minuciosa sobre el germen del disco Días de Blues (los álbumes son el pretexto de la colección) es una muestra del tipo de obsesión con la que Peláez escuchaba y escucha a la banda. En un pasaje, discute con los miembros del grupo acerca de un detalle de la grabación que los demás no recuerdan ni figura en los créditos (la presencia de un bajo), y termina teniendo razón.

Otro de los valores del libro es su mirada sobre la historia. Sin disimular su juventud de entonces ni exagerar su politización, Peláez pinta el ambiente de creciente autoritarismo y pronto golpe de Estado que rodea a los músicos. Una asombrosa anécdota del Flaco Barral, que era automáticamente sospechoso de portar un arma por la forma de la funda de su bajo, y que en un cacheo fue acusado de enfundar una pistola en la cintura cuando en realidad estaban tocando su huesuda cadera, pinta bien el tipo de recuerdos aparentemente laterales que redondean un estudio único.