En una semana, el domingo 30, se define la elección presidencial en Brasil. Los dos candidatos, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente Jair Bolsonaro aceleran la campaña y buscan convencer a los pocos indecisos que aparecen en las encuestas de intención de voto para la segunda vuelta, y a aquellos que podrían abstenerse.

Como argumento de campaña, Bolsonaro celebró que el actual Congreso brasileño se haya volcado hacia la derecha y consideró que armonizaría bien con un gobierno suyo. “Tenemos un nuevo Parlamento, mucho más hacia la centroderecha, que facilita el camino. Está todo listo en este matrimonio del Ejecutivo con el Legislativo para aprobar asuntos de interés de nuestra patria”, dijo el dirigente ultraderechista durante un acto de campaña en São Gonçalo, en el área metropolitana de Río de Janeiro. En cambio, según el presidente, las relaciones entre el gobierno y el Parlamento serán difíciles en el caso de una victoria de Lula. En las elecciones del 2 de octubre el Partido Liberal de Bolsonaro consiguió la mayor bancada tanto en Diputados como en el Senado.

Por su parte, Lula divulgó una “carta a los evangélicos”, un manifiesto dedicado a explicar sus posiciones a esos votantes, que en su mayoría prefieren a Bolsonaro. “Les puedo asegurar que mi gobierno no adoptará ninguna actitud que hiera la libertad de culto y plegaria ni creará obstáculos al libre funcionamiento de los templos”, afirmó. De ese modo salió al cruce de noticias falsas según las cuales un gobierno suyo cerraría iglesias.

En su carta, Lula denunció “el uso político de la fe” con “fines electorales” y dijo que su gobierno “jamás usará símbolos de su fe para fines político-partidarios”. Afirmó que “si el pastor quiere hacer política, que vaya a la calle, pero no puede ir a la iglesia”.

Lula, que es católico, presentó su carta ante un centenar de líderes evangélicos reunidos en un hotel de San Pablo, y lo hizo acompañado por algunos dirigentes evangélicos que lo apoyan, como la titular de Rede, Marina Silva.

El líder del PT habló de la familia y dijo que “es algo sagrado” para él, manifestó su “respeto y admiración” por la fe de los evangélicos, y se declaró personalmente contrario al aborto, aunque dijo que la legislación al respecto le corresponde al Congreso y no al Poder Ejecutivo.

Por su parte, Bolsonaro, resistido entre las votantes mujeres, participó en un acto de “Mujeres con Bolsonaro” junto a su esposa, Michelle Bolsonaro, quien en esta campaña se encargó de hablar sobre la familia. Allí dijo que ella es ama de casa y “ayudante” de su marido, pero que el momento que atraviesa Brasil la “obliga” a sumarse a la campaña. “Estamos luchando contra las fuerzas de las tinieblas”, dijo. Afirmó que Lula “está con sed de venganza” y llamó a los brasileños a luchar para que “ese cáncer de la izquierda, del partido de las tinieblas, sea extirpado”. Aseguró que sólo el triunfo de su esposo impedirá que en Brasil “sean cerradas las iglesias” y “perseguidos los religiosos”, como “ocurre hoy en Nicaragua”.

Por su parte, Lula llamó a sus seguidores a aumentar sus esfuerzos para “destruir” la “máquina de contar mentiras” de Bolsonaro a través de la difusión de propuestas. “Estamos enfrentando a un ciudadano anormal, que hace de la mentira su forma de hacer política”, dijo. “Bolsonaro dice que voy a cerrar las iglesias, pero ellos saben que fui yo quien creó la ley de libertad religiosa, que fui presidente ocho años y nunca cerré una iglesia”, dijo.

También en su carta a los evangélicos transmitió que “no imaginaba que las mentiras por el celular tenían tanta fuerza” y advirtió: “Ellos tienen una fábrica [de mentiras]”.

Lo mismo fue denunciado ante la Justicia electoral por la campaña de Lula. Según la denuncia, una supuesta red de desinformación dirigida por el concejal Carlos Bolsonaro, uno de los hijos del presidente, opera a favor la candidatura de Bolsonaro y es responsable por sus redes sociales y su campaña digital. El Tribunal Superior Electoral de Brasil decidió el jueves abrir una investigación al respecto.

Según dijo el presidente del tribunal, Alexandre de Moraes, desde la primera vuelta de las elecciones, el 2 de octubre, ha habido “una proliferación de noticias falsas” y una “agresividad creciente del discurso de odio”, que “no lleva a nada y corroe la democracia”.

Bolsonaro sube un punto

En la última medición de la encuesta de Datafolha, publicada el miércoles, la intención de voto de Lula era de 49% frente a 45% de Bolsonaro, con 4% de votos en blanco y sólo 1% de indecisos. Si se toman en cuenta sólo los votos válidos, el apoyo a Lula es de 52% frente a 48% de Bolsonaro.

Al mismo tiempo, el rechazo que enfrentan los dos candidatos también es una ventaja para el líder del PT: 50% de los encuestados dijo que no votaría a Bolsonaro en ningún escenario, frente a 46% que dijo lo mismo de Lula. Sin embargo, en esta encuesta Bolsonaro aumentó un punto su intención de voto, que pasó de 47% a 48% de los votos válidos desde la última medición, hecha la semana anterior.

“La elección está muy pareja, muy disputada, hay mucha gente definida y cada vez es más bajo el número de personas a las que convencer”, dijo Lula el jueves, en un acto de campaña. “El primer objetivo es intentar disminuir el número de abstenciones, intentar convencer a las personas de que si votan estarán contribuyendo hasta para hablar mal de quien se elige”, agregó. Sin embargo, el expresidente se declaró convencido de que es “imposible” una “remontada” de Bolsonaro, ni siquiera con todo el “torrente de dinero público” que reparte con la “liberación de fondos de garantía” o el adelantamiento del pago de subsidios sociales.