En la calle camina Jorge. Es un trabajador de la construcción, pero está sin empleo. Mira una vidriera de una tienda de electrodomésticos y ve a los candidatos, que están en un debate. Los ve, pero no los oye. Hace una mueca y no se percata de que alguien lo mira. Jorge de inmediato mira al piso, se acomoda la mascarilla (o el tapabocas) y echa a andar.

–No pude escucharlos, pero dicen siempre lo mismo, nos prometen mejoras que no llegan. Yo me quedé sin trabajo y he chambeado en algunos lugares el año pasado. No veo que la vida mejore –dice.

Quiere hablar, no como muchos otros que caminan rápido y no tienen tiempo para atender a quien pregunte sobre sus visiones de una campaña política que en Costa Rica domina las conversaciones, pero no genera entusiasmo en la calle, como podría verse en otras capitales de América Latina a una semana del gran día de decisión.

Jorge tiene una familia grande: esposa y tres hijos, pero viven en el mismo hogar otros familiares. Él piensa que los últimos gobiernos fueron los más malos. Coincide con la percepción de una gran mayoría de la población que ha sido expuesta a noticias de corrupción, los impactos de la pandemia, el alto desempleo, que llegó a 24% en 2021, y una economía que la mayoría siente en el bolsillo, aunque se espera un crecimiento económico de 3,9% para 2022, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, de la cual Costa Rica es parte.

En este mismo momento, mientras Jorge se retira de la vidriera, siete de los 25 candidatos se ven las caras y responden los cuestionamientos de un canal privado que organizó un debate con los punteros de las encuestas.

En sus podios en un set de televisión se ve a José María Figueres (Partido Liberación Nacional, centroderecha), ingeniero de 68 años y expresidente entre 1994 y 1998; Lineth Saborío (Partido Unidad Social Cristiana, derecha conservadora), abogada de 61 años y exvicepresidenta entre 2002 y 2006; Fabricio Alvarado (Partido Nueva República, ultraconservador), periodista de 47 años y exdiputado; José María Villalta (Partido Frente Amplio, izquierda), abogado de 44 años y actual diputado; Rodrigo Chaves (Partido Progreso Social Democrático, centro conservador), economista de 60 años y exjerarca del Banco Mundial; Eli Feinzaig (Partido Liberal Progresista, derecha liberal), economista de 56 años y exviceministro; Welmer Ramos (Partido Acción Ciudadana, centro), economista de 61 años, diputado y exministro.

Ninguno de ellos conoce a Jorge, pero todos saben que, como él, 37% de la población aún no está decidido sobre a quién votar, aunque dice que sí votará, según el más reciente estudio de opinión de la Universidad de Costa Rica. El abstencionismo se ha mantenido alrededor de 30% en los últimos 20 años; se trata de un porcentaje de la población nada despreciable de los 3.541.908 costarricenses habilitados para votar.

Para el politólogo Rotsay Rosales, la baja demanda de la ciudadanía hacia los partidos políticos, expresada en la indecisión y el abstencionismo, está relacionada con que las agrupaciones políticas no han servido a la ciudadanía para resolver sus necesidades. “La población no se siente escuchada”, explicó a la diaria el especialista de la Universidad de Costa Rica.

Varios coinciden en ese análisis, aunque Ilka Treminio, doctora en Ciencias Políticas y directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Costa Rica, apuesta un poco más. Hay un cabildeo muy fuerte de sectores muy poderosos, “que terminan generando influencia importante de esos sectores de negocios lícitos o ilícitos, como la importante penetración del narcotráfico investigada recientemente, mayor a la de los sectores sociales o de la población misma, de manera que no es de extrañar que las personas no se sientan representadas” por los partidos políticos, opina. En parte, eso explica la apatía respecto de los partidos.

Simpatizantes del candidato presidencial costarricense Fabricio Alvarado, del partido Nueva República, durante el debate electoral en San José.

Simpatizantes del candidato presidencial costarricense Fabricio Alvarado, del partido Nueva República, durante el debate electoral en San José.

Foto: Jeffrey Arguedas, EFE

Tiktokers sin audiencia

Por otro lado, la campaña política, que comenzó el 6 de octubre, cuatro meses antes de mañana, no ha sabido seducir a la población.

Para Ramón Ramón, consultor en estrategia y comunicación política con amplia trayectoria en América Latina y España, las estrategias de comunicación de los partidos son pobres y no conectan con la ciudadanía.

“Los partidos y los políticos están más preocupados por abrir una cuenta en TikTok que por conectar con las preocupaciones de la ciudadanía. Imitar lo que se hace en otros países o estar en la red social de moda no es conectar con la ciudadanía y, por lo tanto, de lo que hemos visto en Costa Rica, no hay campaña que haya emocionado al electorado o que haya instalado un marco de temáticas a su favor”, señaló el ingeniero y experto en comunicación español.

Jorge, por su lado, alejándose de la vidriera, parece reafirmar eso. Vio a los candidatos ubicados en curules, como si fuera una carrera de caballos a punto de salir. Su familia es “liberacionista de toda la vida”, dice, pero ahora no están seguros de a quién votar.

–Nadie ha venido a decirme cómo van a solucionar mi problema. No tengo trabajo y todo ha sido más difícil desde el inicio de la pandemia.

Jorge, ante la pregunta de a quiénes recordaba entre las 25 candidaturas, logró decir apenas tres nombres: Figueres, Villalta y Alvarado. “Ha sido difícil para los partidos hacerse notar”, explica Ramón. “Las campañas no han logrado diferenciarse o hacer propuestas innovadoras, que conecten con la ciudadanía”, aseguró el especialista.

Buscando el centro desde la derecha

Antes del debate, la diaria consultó a los tres candidatos que encabezan las encuestas sobre los temas principales a resolver en el nuevo gobierno.

Para Figueres, lo más importante es devolver “la experiencia al Poder Ejecutivo y dejar de improvisar” en el gobierno, en alusión a los ocho años del Partido Acción Ciudadana en el poder, que terminaron cuando dejó la presidencia, en 2014.

En eso coincide con Alvarado, que dijo que las “malas decisiones de los últimos años” han generado las grandes problemáticas del país: “Desempleo, costo de la vida, reactivación económica, corrupción, educación y seguridad”.

Saborío, por su parte, indicó que “debemos recuperar la clase media de nuestro país, vencer la inseguridad ciudadana, generar más y mejores oportunidades para todos y gobernar con transparencia y probidad”.

Hace cuatro años, la polarización sobre el matrimonio igualitario llevó a dos fuerzas antagónicas en ese tema a disputar la segunda ronda electoral. En esta ocasión, la mayoría de los partidos buscó polarizar a la población respecto del actual gobierno y las decisiones de la pandemia o la gestión de la economía en los actuales tiempos de crisis mundial.

Pero, como indica Treminio, los partidos buscaron el centro político como opción para posicionarse frente al electorado. “Han estimado que las candidaturas radicales generan un éxodo muy fuerte de votantes y en Costa Rica hay un electorado importante que se ubica en el centro y en la moderación, aunque el espectro se ha movido a la derecha, en general”. De los 25 partidos, hay cuatro abiertamente de izquierda y el resto son de centro, centroderecha y derecha.

Simpatizantes de la candidata presidencial costarricense Lineth Saborío, del Partido Unidad Social Cristiana, durante el debate electoral en San José.

Simpatizantes de la candidata presidencial costarricense Lineth Saborío, del Partido Unidad Social Cristiana, durante el debate electoral en San José.

Foto: Jeffrey Arguedas, EFE

Parlamento disperso

Otro elemento que Jorge no tiene en cuenta, o no recuerda, son las candidaturas a la Asamblea Legislativa unicameral, de 57 diputados. Él vota en San José y apenas pudo nombrar a una del total de aspirantes: la reconocida periodista y expresentadora de uno de los informativos de mayor audiencia, Pilar Cisneros, del Partido Progreso Social Democrático.

La legislación permite a las candidaturas presidenciales postularse simultáneamente en la planilla de diputados. Así lo han hecho 16 de los 25 candidatos, que buscaron la visibilidad que le brinda la campaña presidencial para intentar llegar al Parlamento.

Treminio explica lo que considera un desalineamiento electoral “en el que los electores salen de unas fuerzas políticas y distribuyen sus votos en otros partidos que, además, son apenas vehículos electorales para intereses propios”. Esto generará una Asamblea Legislativa con comportamientos autónomos y dificultad para negociar y llegar a acuerdos, con pocas figuras fuertes y de base partidaria.

En los últimos períodos han llegado a la Asamblea Legislativa entre seis y ocho agrupaciones políticas.

Treminio, que también es investigadora en procesos electorales y comportamiento político, vislumbra un Parlamento con integrantes muy indisciplinados y partidos débiles, con poca línea partidaria. Además, “existe un comportamiento muy indisciplinado por parte de los legisladores que está incentivado porque no hay ningún tipo de castigo o sanción a quienes decidan separarse de la fracción partidaria una vez que son diputados y se declaran independientes”, como ya lo ha hecho casi una tercera parte de los diputados actuales.

Treminio, sin embargo, no puede hablar de atomización partidaria. “Eso debería decirse una vez que se hayan escogido los escaños de la Asamblea Legislativa; si llevamos más de nueve partidos políticos podríamos hablar de atomización”, aclaró. Por ahora, se ha afianzado un sistema multipartidista moderado “y podríamos pasar a un multipartidismo radical o atomizado, según los resultados”, como son los casos de Brasil y Guatemala.

De toda esta situación, lo único que cree saber Jorge es que la Asamblea Legislativa son señores que no hacen nada, que no resuelven los problemas del país y que se pelean entre ellos.

–Ahí están, cobrando sus grandes salarios, mientras a nosotros nadie nos resuelve nada. Se la pasan discutiendo y nunca se ponen de acuerdo.

Jorge murmura mientras camina. No está apurado, pero no se queda quieto. Es como si quisiera irse lejos de aquella imagen de los candidatos debatiendo sin sonido, que parecían a punto de salir en una carrera con obstáculos.

Desigualdad en alza

El principal de los obstáculos para el futuro presidente será, sin duda, la dificultad de la reactivación económica, pero no solamente por lo vivido en la pandemia, sino por una crisis que venía agravándose desde hacía décadas.

En 2021 Costa Rica alcanzó niveles alarmantes de desempleo. Ya en 2020, antes de la pandemia, el país había marcado una cifra récord, con 15% de desempleo en la población económicamente activa. Además, también en 2021, los precios de las materias primas importadas por Costa Rica alcanzaron, en mayo, su valor más alto en ocho años, mientras que el producto interno bruto aún no se recupera, según sus valores de inicios de 2020, y 60% de los bienes y los servicios subieron de precio. Se cerraron emprendimientos, se cancelaron otros, se detuvieron iniciativas que buscaban mejorar las condiciones económicas de la población.

Para el economista Sergio Reuben, “esta campaña lo que ha mostrado es desconocimiento de los orígenes de la triple crisis que están viviendo las estructuras económicas” en el país.

Simpatizantes del candidato presidencial costarricense José María Figueres, del Partido, Liberación Nacional, durante el debate electoral en San José.

Simpatizantes del candidato presidencial costarricense José María Figueres, del Partido, Liberación Nacional, durante el debate electoral en San José.

Foto: Ezequiel Becerra, AFP

Costa Rica es uno de los países más desiguales del continente y donde crece la desigualdad, o, lo que es igual, concentra la riqueza en un porcentaje cada vez menor de la población.

“Esta concentración conduce al desequilibrio de los mercados, que ya no pueden funcionar como instrumentos de regulación de la distribución de los recursos, sino que los convierte en mecanismos que potencian el proceso de concentración en pocas manos y en pocas empresas”, concluye Reuben.

Este tema ha sido puesto sobre la mesa por el representante de la izquierda, asumiendo el costo político que significa anunciar una política impositiva en la que “los ricos paguen como ricos y los pobres, como pobres”, pese a la abierta posición de los grandes capitales locales.

Candidatos de otros sectores han puesto énfasis en la necesidad de rebajar las cargas de la seguridad social, mejorar tasas de interés y desarrollar la banca de inversión con menos trabas para emprendedores, y crear un incentivo tributario a la hora de presentar el impuesto al valor agregado y la renta, que son de los más altos de la región.

Para el economista Jorge Benavides, estas son medidas necesarias para reactivar la economía desde el emprendedurismo local, algo en lo que coincide con el discurso de varios candidatos.

Siempre es la economía: las elecciones pueden generar un marco temático distinto, pero el principal tema siempre es la economía, aunque la distancia de los candidatos, que explican sus propuestas, con los electores que no las entienden se ensanche.

Si se le pregunta a Jorge, él sólo sabe que quiere un empleo en la construcción. En las estadísticas, él engrosa la cifra del desempleo. En su familia trabajan informalmente vendiendo comida. No sabe ni pronunciar la palabra “emprendedurismo”.

–Vengo justamente de allí, de ese barrio donde hay unas cuantas construcciones, buscando trabajo. Me regreso a la casa sin nada. En un lugar me dijeron que fuera a hablar a una oficina en el centro de San José.

Tiene una luz de esperanza: le dijeron que posiblemente estarían contratando. Ni pregunta cuánto pagarán, porque lo que sea viene bien.

En Costa Rica el salario mínimo es cercano a los 500 dólares, pero no siempre se paga realmente y, además, es poco para alimentar a una familia ampliada como la que vive en la casa que Jorge ha ido construyendo de a poco en el popular barrio de Pavas, al oeste de la capital.

El día después

Hace rato que Jorge les da la espalda a aquellos televisores con los candidatos que quedaron atrás. Él quizás vaya a votar mañana. Posiblemente el lunes siguiente vuelva a caminar por esta acera, quizás vea a los dos ganadores que irán a la segunda ronda, posiblemente tampoco los escuchará, aunque le hablen a él, a sus necesidades, y prometan solucionarlas.

Jorge, probablemente, seguirá de trabajo en trabajo, ganándose la vida como pueda. No parece que su realidad vaya a ser muy distinta a corto plazo. Ahí está el desafío del nuevo gobernante en el país centroamericano, que, aun así, se mantiene estable y sin sobresaltos en la convulsa región.