El antropólogo y sociólogo argentino Pablo Semán, especialista en temas de religión y sectores populares, brindó una serie de charlas en Montevideo en las que se tematizó la incidencia evangélica en la política y una pregunta que está en el aire acerca del lugar del voto religioso en las próximas elecciones del 2 de octubre en Brasil.
“Lo complejo de este momento histórico es que estamos en un momento de crecimiento de los fundamentalismos identitarios”, dice Semán. “No solo los religiosos dicen ‘yo no puedo convivir con el otro’, los laicizados no son garantía de democracia y los religiosos no son certificado de antidemocracia”. Semán es actualmente investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en Argentina y hace más de 30 años que aborda la temática evangélica y las formas de creencia en los sectores populares, incluyendo trabajos de campo en Argentina, Brasil y Uruguay.
El antropólogo cuestiona la idea de la secularización como aquella que dejaría a la religión anclada al espacio privado, ya que es una categoría que no nos permite comprender la realidad latinoamericana. “La racionalización técnica no es paralela a la racionalización del vínculo con lo absoluto”, sentenció, y agregó que “la creencia de que íbamos hacia una secularización completa no tomaba en cuenta el lugar de los milagros en la estructura simbólica de los latinoamericanos. Esta realidad fue ignorada o invisibilizada por los académicos y los aparatos estatales de control social”.
La secularización como fenómeno inexorable no sucedió plenamente, y en términos planetarios está en retroceso en muchas sociedades, plantea Semán. Este retroceso de la secularización en algunos contextos “es contrario a la globalización, da pie en muchos casos a los nacionalismos y rompe el paradigma idealizado del multicultarismo”. El antropólogo entiende que “el fundamentalismo y el corporativismo de las identidades son una reacción a las contradicciones y los límites al desarrollo del capitalismo, que no es ni tan global y ni tan democrático”.
Sobre Uruguay y nuestro carácter distintivo del resto de América Latina, Semán matiza que la secularización no fue un proceso homogéneo en todas las clases sociales y concuerda con la tesis mayoritaria de que fue “un proceso de secularización y de laicidad fuerte comparado con otros países de América Latina”. La frontera entre religión y política es menos porosa que en otros casos.
El milagro en los sectores populares
Dos días Semán dedicó, en un formato de taller organizado por los colectivos de Siembra, Fe en la Resistencia y Obsur, a discutir con académicos, actores sociales, políticos y religiosos el lugar de la religión para las personas de contextos populares. Desde la experiencia de personas que trabajan en las cárceles, con personas en situación de calle, con la problemática de las adicciones, militantes sociales y académicos, se llegó a coincidir en la visión de que el pentecostalismo y las espiritualidades de matriz afro tienen una presencia importante y que la religiosidad está presente en la vida cotidiana de los barrios.
Al respecto Semán comprende que las creencias y prácticas religiosas están y no se las puede combatir o hacer desaparecer. “Gran parte de los sujetos de los sectores populares nunca dejó de creer en los milagros: aparte de creer en las vacunas, creen en los milagros. Esta es una perspectiva que yo llamo cosmológica: no hay una distinción real entre lo que nosotros llamamos el más allá y el más acá; creen en espíritus que se manifiestan; las presencias espirituales y milagrosas en la vida cotidiana vienen de diversas raíces, de la raíz amerindia, afrodescendiente y también presente en el catolicismo y el mundo evangélico”.
Para importantes sectores de la población, no sólo los sectores populares, “existe un universo simbólico no secularizado en el que la frontera entre lo personal, lo interpersonal, lo social y lo divino o lo sagrado no existe. Es una relación de continuidad permanente entre esos distintos niveles”. También llama la atención acerca del fenómeno de una “recosmologización de las clases medias”. Sobre la idea de que los más pobres creen en los milagros por las faltas materiales o de educación, Semán responde: “La subjetividad cosmológica es de gran magnitud y presencia, no se liquida con el desarrollo del aparato educativo o la tecnificación”.
Aunque esta presencia de lo sagrado pueda resultar llamativa, el antropólogo afirma que “no es nada nuevo, es una especie de sedimento y una constitución de larga duración de las clases populares donde las referencias de localidad, familia y lo sagrado son parte constitutiva de la experiencia de las clases trabajadoras, de los trabajadores manuales, de los sectores excluidos, de lo que en algún momento muy lejano se llamaba proletariado, medio en el cual la teología de la liberación fijó su atención. Eso que yo llamo mirada cosmológica o universo simbólico diferente de las clases medias universitarias progresistas”.
Fue un emergente de la discusión el papel de los grupos religiosos en el tema de las adicciones, aunque entre los participantes había opiniones encontradas sobre el rol de iglesias que actúan en este campo, donde especialmente los evangélicos tienen una importante experiencia acumulada y esto da cuenta de que “la presencia política de la religión está más allá de la política partidaria”, está “en los espacios públicos, que es un concepto más amplio”.
El rebaño electoral
Respecto del voto evangélico, Semán plantea que no todos los evangélicos han participado en partidos políticos del mismo signo ideológico y que especialmente los pentecostales hasta hace unos 30 años se rehusaban a participar en política. En los últimos 20 años se ha dado un proceso de politización evangélica que ha generado la experiencia de los partidos evangélicos, que han fracasado en casi todos los países, excepto en Brasil, donde hubo un voto moral evangélico como reacción a la agenda de diversidad y de género y a los casos de corrupción.
El caso de Brasil se ha vuelto un foco de atención ya que generó un imaginario de que los evangélicos se convirtieron en un poder político homogéneamente corrido a la derecha en América Latina. Semán explica que “Brasil ha vivido una fuerte politización evangélica, con un parlamento como el brasileño, que esta hiperfragmentado. Con relativamente pocos votantes conseguís un diputado y con pocos diputados lográs alianzas importantes”.
El año pasado Semán fue muy crítico con la caricatura sobre el poder del pastor en relación al voto de sus fieles que generó la serie El Reino, guionada por la argentina Claudia Piñeiro y que se emitió por Netflix. La serie presenta el caso de una iglesia que incurre en política con un discurso moralmente conservador y que, por medio de alianzas, consigue que su pastor rápidamente llegue a la presidencia de Argentina. Aunque es ficción, algo en lo que insisten sus realizadores, el antropólogo entiende que refuerza estigmas y no es representativa del poder religioso en su país.
Semán aclara que el caso de Brasil es el único que se acerca a esta premisa de que el pastor orienta el voto, y que en realidad nunca incide sobre la totalidad de los fieles, sino que sólo en 2018 se produjo un corrimiento dentro del electorado evangélico. Asimismo, entiende que “los pastores pagaron muy caro el experimento Bolsonaro” y que muchos retrocedieron de este apoyo incondicional. Los evangélicos, que se acercan a 30% de la población brasileña, se han vuelto un tema electoral muy relevante, ya que desde hace más de 40 años crecen de la mano del retraimiento del catolicismo, que se ubica actualmente en torno a 50% de los brasileños. Algunas proyecciones estiman que en diez años los evangélicos (principalmente pentecostales) podrían superar a los católicos.
“Los principales disidentes del voto evangélico a Bolsonaro son mujeres, porque las mujeres sufrieron la pandemia y el descuido de la salud de la gente”.
En el contexto de muchos partidos pequeños es que la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) logró una articulación política eficiente, porque aunque es la cuarta iglesia más grande, detrás de la católica, las asambleas de Dios y los bautistas, usa una estructura centralizada en su obispo Edir Macedo con fines electorales. La pregunta que surge es: ¿qué es lo que obtienen la IURD de su participación política? “Concesiones en las políticas públicas y, sobre todo, en el sistema de radiodifusión, en el que la Iglesia Universal se vuelve importante. Entonces, aunque no tenga a la mayoría de los evangélicos –la mayoría de los votantes evangélicos pertenecen a pequeñas iglesias en Brasil–, formó una superestructura que autonomizó el caudal confesional de votos”. Es decir, la IURD “es una gran negociadora de ventajas” con candidatos a presidentes: “A Fernando Henrique Cardoso le sacaron el oro y el moro, lo hicieron con Lula y con Bolsonaro... Todo lo que le permita a la Universal tener esa superestructura política le va a permitir mantener su incidencia política”.
Antes de participar desde el púlpito y mediante el Partido Republicano Brasileño en el impeachment a Dilma Rousseff en 2016 y apoyar a Bolsonaro en 2018, la Iglesia Universal tuvo varios períodos de apoyo al Partido de los Trabajadores (PT). Sin embargo, aclara Semán, “una cosa son los evangélicos y otra la Universal... El apoyo a Bolsonaro fue costoso igual, porque su gobierno fue tan desastroso que muchísimos evangélicos que lo habían votado dejaron de hacerlo”.
Hoy el mundo evangélico está en disputa cultural y política en Brasil. Es un sector muy heterogéneo, viene de un fracaso de la politización centralizada, de una partidización de la politización. El PT sale a disputarlo, porque otros partidos salen a querer representarlos, especialmente Bolsonaro, quien con la ayuda de la imagen religiosa de su esposa busca acortar su brecha con Lula.
En la actual elección el sesgo del voto parece no reposar tanto en lo moral y religioso como en lo económico y en el costo humano que tuvo la pandemia. Al respecto Semán comenta: “Los principales disidentes del voto evangélico a Bolsonaro son mujeres, porque las mujeres sufrieron la pandemia y el descuido de Bolsonaro de la salud de la gente”. Agrega que también inciden “los temas de violencia, que no solamente no se solucionaron sino que se agravaron y crearon tendencias muy contradictorias en los sectores populares en Brasil, donde hay un montón de población alarmada con el crecimiento del narcotráfico y la violencia”.
El voto evangélico no es homogéneo. El problema, según Semán, “es que la izquierda da por perdida de antemano esa batalla, la declara perdida cuando los declara de antemano enemigos: en vez de poner una agenda que en parte contenga a los evangélicos, plantea un discurso confrontativo”. Semán, que se formó en un contexto familiar de militantes barriales ateos, entiende que “la izquierda renuncia a disputar el voto porque, aunque no lo diga, tiene una política identitaria excluyente”.
Sólo recientemente, por ejemplo, “la identidad evangélica de los pastores del PT ha sido visibilizada de forma positiva”. Sin embargo, en la historia del PT hay casos destacados, como el de Benedita da Silva, que fue candidata y diputada desde los años 90 y lo hace desde su identidad de mujer, negra, pentecostal y afavelada, llegó a ser gobernadora de Río de Janeiro y seguía perteneciendo a las Asambleas de Dios, igual que Marina da Silva, que fue ministra de Medio Ambiente. Semán analiza que “el PT, y especialmente Lula, entendió que era necesario este diálogo”.
Hace una semana Lula declaró en un acto político que respeta a muchos pastores honestos y que “en nombre de Dios no se puede decir mentiras. Yo, Luiz Inácio Lula da Silva, respeto el Estado laico. El Estado no debe tener religión, sino que debe respetar a todos. Las iglesias no deben ser partidos políticos, sino cuidar la espiritualidad y la fe de las personas y no cuidar de candidaturas de falsos profetas o de fariseos que están engañando al pueblo”.
Semán, que es profesor de la Universidad de San Martín en Buenos Aires, entiende que existe “un sector de la izquierda y de la academia que defiende un jacobinismo imaginario”, como si en la actualidad estuviéramos en la Revolución Francesa. “Una parte de las élites políticas se vinculan con este discurso de los académicos de forma privilegiada y es parte de la explicación de su problema para vincularse con los evangélicos”.
Izquierda y religión
Queda planteada una pregunta que no logra tener una respuesta clara: ¿Cómo conciliar la radicalidad de la agenda de género e identitaria con la representación democrática del mundo popular? Semán, que se define como favorable a una agenda radical de género, ve como problemática “una división de la agenda política en 33% de clase, 33% de raza, 33% de género”. Cuestiona que la izquierda esté comprendiendo cabalmente las demandas y prioridades de los sectores populares, donde las derechas han logrado crecer y el salario y la inflación son la preocupación del día a día.
“El crecimiento evangélico y básicamente pentecostal no llegó aún a su techo. Pero la falta de interés de la izquierda sobre los evangélicos la priva de incidir en este proceso”, afirma. Si la izquierda no quiere perder pie en los sectores populares es fundamental este diálogo con el tema religioso y especialmente evangélico. Porque “cuando ves el activismo barrial, la presencia del militante evangélico es cada vez más relevante junto con el militante político o sindical. La principal consecuencia política del crecimiento evangélico es el activismo social, ellos están allí y la mayor parte de los pastores salen de los barrios”.
Semán recuerda que a principios del siglo XX otras iglesias, como las metodistas, llevaron adelante “la lucha contra el alcohol, la lucha por la familia y la lucha por el salario; estas luchas desde la perspectiva de los sectores populares son la misma lucha por la preservación de la salud de los miembros, en este caso el pastor y el sindicalista podrían ser parte del mismo cuerpo”. Los pentecostales crecen porque logran intervenir en problemas sociales, curar enfermedades entre comillas, básicamente porque logran “tramitar un camino de salida de esta aflicción, son eficaces porque nombran y entienden la enfermedad como los sectores populares la nombran”, y en este momento “tienen una tecnología mejorada y heredada de formas de disciplinamiento del cuerpo, así como más formación social: ya no es solamente la granja y la Biblia, de manera que cuando el Estado procura desarrollar cualquier política pública de familia, salud o drogas los va a tener en cuenta porque ellos están en los barrios”, concluye Semán.