Nacido en La Paz, Bolivia, en 1957, hijo de padres judíos austríacos y habitante de la ciudad de Buenos Aires desde los 3 años, Ricardo Ragendorfer es un periodista de larga trayectoria que trabajó en Cerdos y Peces, Caras y Caretas, la agencia Télam, entre otros medios. Actualmente escribe semanalmente una columna de análisis político para Tiempo Argentino.

Ragendorfer es también autor de varios libros de investigación sobre diversos temas, algunos de ellos centrados en la Policía, como La bonaerense y La bonaerense 2: La secta del gatillo. Pero además escribió Los doblados, que narra la historia de la infiltración militar en el Ejército Revolucionario del Pueblo durante los años previos a la dictadura, y Patricia, de la lucha armada a la Seguridad, una biografía no autorizada sobre Patricia Bullrich, publicada en 2019.

¿Qué es lo que te ha parecido más interesante de la campaña electoral?

Mirá, no sé si lo que más me llama la atención es lo más interesante, sino tal vez lo más espantoso, que es precisamente el advenimiento de un votante nuevo, que posiblemente haya votado en elecciones anteriores, pero que se ha reciclado en lo podríamos llamar el fascismo societal. Esto es algo que ha estudiado un ensayista portugués, Boaventura de Sousa Santos, que plantea que, a diferencia de los procesos de ultraderecha que hubo en Europa en la primera mitad del siglo XX, este tipo de pensamiento, el fascismo societal, no es impulsado ni por un Estado ni por un partido político, sino que surge en las entrañas mismas del cuerpo social y que es un fascismo pluralista, sin jefes, pero que es a la vez un fascismo disciplinante y civilizatorio. Es el fascismo de hasta quienes ignoran qué es el fascismo.

Eso, por un lado. Por otra parte, está la condición sociocultural de esa enorme masa que, a diferencia de los votantes clásicos de la derecha, que suelen ser tipos de clase media, de variada situación cultural, pero que están parados de algún modo en una posición anticolectivista, se nuclea en otros sectores. Concretamente, los votantes de Javier Milei son una gran masa de lúmpenes iletrados que pueden ser representados –aunque no son sólo ellos, claro está– por los que trabajan en las motos en las empresas de delivery, quienes, al no estar protegidos por ningún sindicato, al no estar amparados por ninguna ley laboral, de alguna manera esa orfandad, el hecho de que dependan únicamente de ellos mismos, hace que se crean empresarios y piensen como empresarios, cuando, en realidad, son el último eslabón de una cadena absolutamente informal y precarizada. Entonces este es uno de los factores que hacen que estas elecciones sean totalmente distintas de las que hubo desde 1983 hasta la fecha.

Escribiste un libro sobre Patricia Bullrich, ¿te parece que después de esta elección se podría escribir un capítulo más sobre su trayectoria política?

El libro sobre Bullrich, que no lo escribí por iniciativa propia, sino por un encargo, me gustó hacerlo porque, en cierta manera, haciendo pívot en los más de 60 años que ella tenía en el momento que lo hice, pude escribir sobre los últimos 60 años de la historia reciente. Pero concretamente yendo a tu pregunta, al haber entregado ese libro en 2019, ya de por sí me falta un capítulo, que es el de su historia posterior al cargo de ministra de Seguridad que ocupó durante el gobierno de [Mauricio] Macri. Yo digo que me falta ese capítulo y espero no tener que escribir otro. Aunque me parece que, como se van dando las cosas, ella palma ahí. Ya está.

¿Cómo ves a Sergio Massa en este contexto? Hace un año pocos podían imaginarse que iba a estar liderando el peronismo, y lo está haciendo.

Massa había sido funcionario durante el gobierno de Cristina Kirchner, antes de que asumiera Macri en 2015, y dejó de serlo de mala manera. A partir de ahí, él plantea un proyecto político, armó el Frente Renovador, sobre el cual derramé ríos de tinta porque era un modelo punitivista, totalmente oportunista, entre otras cosas. Esa avenida del medio que él planteaba, por favor… Pero además tenía el discurso que luego tendría Macri, en ese momento era más bravo que Patricia Bullrich, que todavía no hablaba de las cuestiones de seguridad porque no era ministra.

Sin embargo, él ha sabido reacomodarse, y en este momento, por razones políticas que no dejan de ser dramáticas, más que por razones estéticas o razones éticas, el tipo se planta como el arquero de una situación que en el mejor de los casos no nos va a llevar al paraíso, pero va a contener nuestro ingreso al infierno, supongo. No sé si me explico. Si gana Massa, en el mejor de los casos, esto va a seguir siendo el quilombo que es, y si no gana…

Porque uno puede tener una idea de cómo sería este país con Bullrich como presidenta, aunque también es una cosa absolutamente surrealista, pero con Milei es algo que ni Ionesco, ni Beckett, ni Orwell podrían haber imaginado. Esto parece la República de Weimar.

Muchos peronistas critican a la candidata del Frente de Izquierda, Myriam Bregman, porque según ellos le termina haciendo el juego a la derecha. ¿Qué pensás sobre eso?

Yo no digo eso. A Bregman la conozco y la aprecio mucho, me cae muy simpática; lamento que no sea peronista. Pero eso de que juega para la derecha o juega para esto otro me parece relativo. Ella, en el sentido de la realpolitik, lo que quiere es tener legisladores en el Parlamento, y en una perspectiva política más amplia, el 2% que puede tener su sector no mueve la aguja. Yo diría que dentro mismo del peronismo hay determinados personajes que le pueden restar más votos a Massa que Bregman.

Ahora están escribiendo un libro sobre el intento de asesinato a Cristina Kirchner, que de alguna manera marcó el retorno de la violencia política efectiva a Argentina, algo que no se veía desde la vuelta a la democracia. ¿Pensás que esto puede ser el precedente para que en el futuro ocurran episodios similares?

Si lo supiera, en vez de dedicarme al periodismo me dedicaría las carreras de caballos. Pero analizando los escenarios, hay diversos tipos de violencia política. Este país ha atravesado diversos modelos de violencia política, el último de ellos la llamada doctrina de la seguridad nacional, que significó la aplicación del terrorismo de Estado, la institucionalización sistemática de la violencia y, más aún, la institucionalización sistemática del exterminio a partir de la acción de grupos guerrilleros que en el momento del golpe de Estado de 1976 ya estaban prácticamente desarticulados. En ese sentido, cualquier tipo de modelo político económico que se aplique, por ejemplo, Juntos por el Cambio o si gana Milei, que de algún modo vayan en detrimento de la situación de las clases populares, generará violencia para desarticular las pocas estructuras políticas y sindicales que tienen. Y digo “las pocas”, lamentablemente, por una constelación de factores, que no solamente padece Argentina, sino que son globales. El trabajo, como fuente de ingreso de la sociedad, ya viene siendo precarizado de manera muy fuerte desde la época de los gobiernos de Carlos Menem y cayendo ostensiblemente la cantidad de personas que dependen del trabajo asalariado y que fueron derivadas hacia ocupaciones en las cuales estos trabajadores no se relacionan con otros trabajadores, entonces volvemos a lo mismo. Esos modelos económicos que se quieren plantear están enlazados a la represión política, y eso puede terminar en un nuevo estallido de violencia.

Respecto del atentado contra Cristina, además de constituir una ruptura del pacto democrático, fue la etapa superior del lawfare en la Argentina. El hecho de que la investigación esté absolutamente parada, y que el juzgado federal y la fiscalía general encargada de investigar el asunto no lo hagan, no los convierte en inútiles, sino que han terminado siendo parte de ese complot. Digo “han terminado” porque tal vez ellos no tenían idea de lo que iba a pasar el 1º de setiembre del año pasado [la fecha del atentado], pero han terminado siendo no funcionales, sino cómplices de las terminales del asunto. Esas terminales del asunto surgen no por vía judicial, porque en los grandes sucesos de la actualidad siempre hay una verdad jurídica y una verdad histórica. La verdad histórica va saliendo de a poco a la luz, como el caso del diputado [Gerardo] Millman, que dijo que iba a estar 48 horas antes del atentado en otro lado. El hecho de que se destruyan pruebas en oficinas de la Policía Federal argentina, que está nominalmente a cargo del gobierno nacional, pero cuyo control, como se ve, es acotado sobre ella. La financiación del grupo Caputo; el surgimiento, amparado por esos capitales de falanges ultraderechistas como Revolución Federal, hace que se configuren una serie de elementos que sean casi más complejos que el misterio que anidaba en Estados Unidos a comienzos de los años 60, después del asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Sólo que en este caso estamos hablando de un hecho inconcluso, que no ha concluido.