“Vos vas a llegar porque tenés ambición, amigos con plata y, sobre todo, porque sos un hijo de puta”.

La frase, atribuida a Néstor Kirchner, estaba dirigida a Sergio Massa y según la anécdota –incomprobable, porque el presunto autor está muerto y el receptor, por obvias razones, no querrá referirse a ella– dataría de 2008 y empezó a circular en Argentina a mediados de este año, antes de las elecciones primarias. En cualquier caso, los dichos del exmandatario, fallecido súbitamente en octubre de 2010, comenzaron a ser interpretados como proféticos.

A pesar de ser el ministro de Economía actual, en un momento en que Argentina atraviesa una profunda crisis, con una inflación galopante, una pobreza que alcanza a más del 40% de la población y una evidente licuación del salario real, Massa tiene chances ciertas de convertirse en el próximo presidente argentino.

¿Cómo es esto posible? En gran medida, porque varios y poderosos actores políticos y económicos que cimentaron su llegada al Ministerio de Economía en julio del año pasado hicieron lo mismo con su candidatura.

Esta es una particularidad para nada menor a la hora de acercarse a la figura del ministro candidato: además de tener socios y aliados políticos de extracción muy diversa, Massa tiene patrocinadores empresariales de gran peso, entre otros, José Luis Manzano y Daniel Vila, titulares desde 2020 de Edenor, la mayor distribuidora del servicio de energía eléctrica de Argentina. También cuenta con estrechos vínculos con la familia Brito, propietaria del Banco Macro, que actualmente es el segundo banco privado más importante del país.

Aunque el rival que tiene en esta instancia incide en las posibilidades de Massa de llegar la presidencia, de ninguna manera puede soslayarse su enorme capacidad política. El postulante de la coalición oficialista Unión por la Patria es un fino equilibrista, sumamente seductor, que un día puede abrazarse con las Abuelas de Plaza de Mayo, al otro con la cúpula del Fondo Monetario Internacional, al siguiente con Horacio Rodríguez Larreta y después con dirigentes kirchneristas.

Este perfil camaleónico ha sido utilizado desde hace muchos años por sus detractores para criticarlo, pero fue empleado por el propio Massa para definir una de sus virtudes: la de ser una persona que tiene diálogo con muchos sectores diferentes, con capacidad para construir consensos y que durante la campaña electoral una y otra vez se encargó de repetir su idea de conformar “un gobierno de unidad nacional” si es que la ciudadanía lo elige presidente.

Una carrera sinuosa

Nacido en abril de 1972 en el partido San Martín, en el Gran Buenos Aires, Sergio Massa es hijo de dos inmigrantes italianos.

Con inquietudes políticas tempranas, Massa dio sus primeros pasos en la militancia a fines de los años 80, cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Belgrano, en la rama juvenil de la Unión del Centro Democrático, la Ucedé, organización política conservadora y liberal que lideró Álvaro Alsogaray.

A mediados de los 90, la Ucedé estaba sumamente desgastada y en ese proceso muchos de sus dirigentes se unieron al Partido Justicialista, entonces liderado por el presidente Carlos Saúl Menem. En ese contexto, Massa pasó a militar en el sector oficialista, en San Martín.

Allí hizo amistad con uno de los hombres fuertes de la zona, Luis Barrionuevo, histórico dirigente de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos (Uthgra). Fue Barrionuevo quien promovió a Massa a sus primeros cargos públicos, primero en el Ministerio del Interior y después como asesor de Ramón Palito Ortega, quien entre 1998 y 1999 fue el secretario de Desarrollo Social del segundo gobierno de Menem.

También en estos años fue que el ahora candidato conoció a Marcela Durrieu, quien en ese momento era la esposa de Fernando Pato Galmarini, un dirigente histórico del justicialismo de la ciudad de Tigre, situada en el norte del Gran Buenos Aires. Fue a instancias de Durrieu que Massa empezó a salir con su hija, Malena Galmarini, con quien finalmente se casó en 2001. Desde ese momento el aspirante presidencial se fue a vivir a Tigre, donde se afincó definitivamente.

En este proceso Massa dejó de lado su pasión por San Lorenzo, club del que era hincha por herencia paterna, y se hizo de Tigre, institución de la que llegó a ser dirigente.

El primer gran salto político de Massa se dio en 2002, cuando durante el gobierno de Eduardo Duhalde fue designado titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), cargo que continuó ejerciendo durante la administración de Néstor Kirchner y en el que permaneció hasta 2007.

En ese momento, llegó el segundo gran salto, cuando fue electo intendente de Tigre. Allí terminó de consolidar su carrera política ascendente, dirigiendo los destinos de la ciudad hasta 2013, con un particular éxito, sobre todo en la gestión de la seguridad del distrito, luego replicada por otros intendentes bonaerenses.

Entre medio de su gestión en Tigre, en 2008, Massa fue convocado por la entonces presidenta Cristina Fernández para ser su jefe de Gabinete, en reemplazo del hoy presidente Alberto Fernández, pero sólo se mantuvo en el cargo un año, para volver inmediatamente al gobierno tigrense.

La salida de Massa del gobierno kirchnerista no se dio en buenos términos. Cristina Fernández, quien solía llamarlo cariñosa y maliciosamente “Massita”, nunca dejó de ver a su funcionario con desconfianza. Y razones no le faltaban.

A partir de 2013, Massa se erigió como uno de los opositores más férreos del kirchnerismo. Fue en esos años que lanzó el Frente Renovador, un sector que agrupó a diversas figuras, todas ellas coincidentes en su rechazo al gobierno peronista.

Para las elecciones presidenciales de 2015, Massa fue el candidato de la coalición Unidos por una Nueva Alternativa (UNA) y su compañero de fórmula fue el dirigente peronista cordobés José Manuel de la Sota. Fue durante esta campaña que Massa pronunció en un discurso público una de sus frases más recordadas: “Voy a ser presidente porque me da asco la corrupción. Los voy a meter presos, yo no les tengo miedo. Voy a barrer a los ñoquis de La Cámpora que están como parásitos en el Estado”.

Massa obtuvo 21,39% de los votos en esas elecciones, quedando tercero, por detrás del ganador, Mauricio Macri, y del candidato peronista, Daniel Scioli.

Durante el gobierno macrista Massa comenzó un nuevo proceso. Reconstruyó sus vínculos con el kirchnerismo y así, después de negociaciones no exentas de momentos muy duros, en 2019 el Frente Renovador pasó a formar parte del Frente de Todos, la coalición que llevó al gobierno a Alberto Fernández. Tras el triunfo electoral, fue designado presidente de la Cámara de Diputados, desde donde siguió tejiendo consensos que posibilitaron una coexistencia más o menos armoniosa en el Parlamento entre las diferentes fuerzas políticas.

En julio de 2022, ya con una crisis económica desatada, el presidente, con la bendición de Cristina Fernández, designó a Massa al frente del Ministerio de Economía en reemplazo de Martín Guzmán. Al aceptar el cargo, el nuevo ministro pidió poderes especiales que le permitieran tener injerencia en otras carteras.

El margen de maniobra era poco, por lo que Massa logró su objetivo y agarró el fierro caliente, paso previo en su camino hacia la Casa Rosada.